Seguridad Nacional y la nueva Mili
La noticia la protagoniza Alemania donde se ha presentado un proyecto legislativo para retornar a un servicio militar, esta vez voluntario, pero que podría extenderse a obligatorio dependiendo de los vientos más o menos bélicos en el futuro. ¿Ahora toca hablar de ¡MILI!? Los vientos belicistas recorren el mundo y, a pesar de que las guerras modernas se libran a fuerza de misiles y tecnología cuasi extraterrestre, al fin y al cabo, al menos hasta que la robótica resuelva, se hace imprescindible el uso de la infantería, ya que es la que resuelve la ocupación física de un territorio. El genocidio en Gaza es una muestra de ello. El anuncio de Alemania puede interpretarse como aviso a navegantes y más en una España que en los últimos años ha perdido varios miles de efectivos militares. A la vista del panorama mundial y sus “guerras”, diversas donde las haya, cabe preguntarse: ¿Los ejércitos nacionales deben seguir existiendo?
Surge en la reflexión el concepto de defensa nacional. Este concepto se ha ligado históricamente a la existencia de un ejército o como se denomina en la Constitución española de 1987 “Fuerzas Armadas. Estas quedan definidas en el artículo 8 de ella: “1. Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.” En su artículo 30, totalmente vigente se concreta en su punto 1. “Los españoles tienen el derecho y el deber de defender a España.”. ¿Parece claro? Alguna duda podría suscitarse cuando el gran concepto de España dependa de cómo se maneje. En la historia de todos los conflictos bélicos donde las armas españolas han debido cruzarse con cualquier enemigo, ha quedado de manifiesto que el interés, el último y único interés, perseguido en esas guerras ha sido garantizar la acumulación de riquezas por parte de las “élites” de cada momento. Siempre hay intereses de grandes fortunas, industrias armamentísticas, de la energía, hasta de tejidos, medicinas… contrabandistas de altos vuelos y fondos de capital que amasan grandísimas fortunas a costa de verter la sangre de millones de seres humanos. No hay constitución que se precie donde no aparezca la “defensa nacional” y el ejército como garante de la misma. En la española, con la inmensa tradición castrense y el régimen militar dictatorial precedente era más que consecuente que quedara recogido incluso el servicio militar obligatorio, junto a las primeras manifestaciones que reconocían el derecho a la “objeción de conciencia”.
Quienes pudieron por edad y circunstancias hacer el servicio militar (LA MILI) en el anterior régimen, tienen fresca en su memoria lo que supuso ese tiempo juvenil que por obligación se debía dedicar a prestar ese servicio. Acuartelamientos a miles por toda la geografía española albergaban a las decenas de miles de soldados que en ellos con mayor o menor actividad debían pasar los 14, 16, 20 meses según circunstancias o “arma” que le tocase en suerte o eligiera en caso de ser voluntario. ¡Que los había!
A la vista de cómo se desarrollan las guerras modernas parece poco acertado pretender capacitar a la juventud en el manejo de las nuevas máquinas de matar. Entre otras razones porque los programas que gestionan esas máquinas vienen importados desde el extranjero y los cambios en la tecnología conducen a la inoperancia. Mantener un ejército operativo sólo pueden permitírselo los grandes imperios que los utilizan para defender los intereses multimillonarios de las élites que gobiernan esas potencias y gran parte del mundo.
Podría concluirse que no tiene sentido que España desarrolle y mantenga un Ejercito al uso ya que una confrontación bélica moderna sería imposible de gestionar con la actual estructura militar. Más aún cuando quienes mandan, de verdad, en las coaliciones tipo OTAN, tienen claro el papel secundario que España representaría. No hay mucha discrepancia en esta conclusión, aunque conviene tener en consideración que en un determinado momento del desarrollo de las políticas imperialistas pudiera apetecer a intereses extranjeros adueñarse de España, por la fuerza. De momento lo están haciendo pacíficamente gracias a contar con la inestimable colaboración de las élites económicas del país que hace ya años vendieron los derechos de soberanía económica a los imperios de turno.
En esa encrucijada ¿tiene sentido hablar de MILI en España.? Si la soberanía nacional ya no se tiene, porque se ha vendido; si tampoco es posible contar con un ejército moderno preparado para disuadir de cualquier invasión de suelo patrio a cualquier enemigo. Siempre cabe asumir que la defensa de las gentes que viven en esta tierra debe correr por cuenta propia. Y es aquí donde surge la necesidad y de ahí el deber y consecuentemente el derecho de defenderse de cualquier fuerza invasora.
Si Hitler no invadió España en 1939 fue porque, según manifiestan quienes presenciaron el encuentro de Hendaya con el General Franco, era consciente de la capacidad del pueblo español para hacerle la vida imposible a cualquier ejército de ocupación. Napoleón llegó a esa misma conclusión, a la vista del fracaso de su invasión de España. A pesar de que la corona de España descansaba en José I como legitimo monarca sin duda, por haberla comprado Napoleón a Carlos IV, que se la vendió sin escrúpulos ningunos, en Bayona.
¿Cómo sería esa nueva MILI? Quienes han visionado la película Gandhi, o han tenido acceso a su pensamiento podrán visualizar como un entrenamiento sistemático de las personas para desarrollar una defensa pasiva permitirían desalentar a cualquier fuerza invasora de controlar España. Las estrategias de dominación siempre siguen el mismo itinerario: Generan miedo, devastación, que conducen a la rendición. Instauración de un nuevo poder foráneo, utilizando a individuos que rastreramente se prestan a imponer a la población las nuevas leyes de la potencia invasora, quedando suspendidas todos los derechos y libertades. El dominio británico en la India fue combatido especialmente utilizando la idea de Gandhi sobre la «no cooperación». Una “resistencia pacífica” mediante la desobediencia civil al poder colonial ingles. La huelga productiva o de consumo de productos de la potencia ocupante, la no cooperación, el sabotaje de cualquier norma o ley que emanara del enemigo, no asumiendo cargos, ni funciones oficiales, no asistencia a actos promovidos por instituciones de ocupación, boicot al pago de impuestos… Y todo ello asumiendo el principio de Ahimsa (no violencia), la Satyagraha (la fuerza de la verdad) y la organización comunitaria. Sólo la organización permitiría el apoyo mutuo preciso para soportar la violencia que sobre algunas personas las fuerzas de ocupación ejercerían. Para ello todo un pueblo debe prepararse y asumir que toda forma de lucha contra una fuerza invasora se sustenta en la integración de la moralidad y la ética. El mayor bien es la libertad. La energía que genera asumida colectivamente permite mantenerla. Para ello hay que prepararse y ¡por qué no!, en una nueva MILI, bastante más corta y eficiente en duración, inspirada por estos principios y que adiestre en las técnicas necesarias, a toda la población, para desarrollar la “desobediencia civil”. Volviendo al artículo 30 de la Constitución española, podría concluirse que ha quedado falto de desarrollo, ya que insiste que “4. Mediante ley podrán regularse los deberes de los ciudadanos en los casos de grave riesgo, catástrofe o calamidad pública”. ¿Una invasión extranjera podría calificarse como “catástrofe o calamidad”? Por otro lado, el artículo 97 de la constitución adjudica al Estado, entre otras, la competencia exclusiva de la “Defensa y Fuerzas Armadas”. La pregunta esencial ¿A qué gobierno le interesa tener preparado a todo un pueblo para llegado el momento ejercer colectiva y coordinadamente la desobediencia civil.? ¿Podrá el poder político arriesgarse?