Carlos Gutiérrez •  Opinión •  31/07/2023

SUMAR es tarea para el otoño

SUMAR es tarea para el otoño

Escribo estas líneas coincidiendo con el final del recuento del voto CERA que ha complicado, un poco más, el objetivo de revalidar el gobierno progresista, leitmotiv principal de la campaña de las izquierdas para este 23J. El otro ha sido el miedo a la llegada de Vox a responsabilidades de gobierno de la mano de Feijoo.

Ahora no bastará ya la inhibición de Junts, sino que sus 7 diputados deberán votar positivamente la investidura de Sánchez. Eso o que Coalición Canaria cambie de criterio y de alianzas, gobierna las islas con el apoyo del PP, y sume su voto a dicha investidura. Lo que permitiría a los nacionalistas catalanes seguir instalados en una cómoda abstención. Difícil.

Se vuelve a constatar como “normalidad” buscada del sistema electoral español, la necesaria implicación de fuerzas de dimensión “territorial” en la gobernabilidad del estado. Y ello pese a que este 23J ha mostrado el retroceso de todas ellas –salvo EHBildu- en cuanto a carácter representativo de sus respectivos territorios.

Si en 2019 sumaban entre todas 41 escaños, el 12% del total y 2.726.307 votos, en esta ocasión suman 28, el 8% y 1.616.988 sufragios. Un retroceso muy sustancial que apenas ha sido comentado – que la realidad no te estropee una bonita mistificación- y que deja un parlamento menos “plurinacional” (en 2019 fueron 10 las fuerzas de tipo “territorial” presentes en el parlamento, hoy son 6).

La otra característica del hemiciclo surgido del 23J, sería el impulso a los dos grandes partidos como articuladores de la opinión y de los bloques políticos e institucionales. Algo que desde la izquierda se combatió durante mucho tiempo y que pareció en algún momento que, con el surgimiento de los nuevos partidos en la estela de las convulsiones del 15M, se había laminado. Hoy, el bipartidismo ha recogido el 65% del voto y reúne el 73% de los escaños.

La izquierda, en estos años de gobierno, “olvido” rescatar de sus programas la modificación del sistema electoral para reforzar su carácter proporcional y garantizar un peso igual para el voto popular independientemente de donde se emitiera. Ni siquiera se abrió el debate. Quede para el balance.

SUMAR en el 23j

Como los resultados de cualquier elección no pueden analizarse sin atender a las expectativas, resulta plenamente justificado que, dadas lo negativo de estas en el marco preelectoral para la izquierda y especialmente para Sumar, los del 23j hayan provocado la satisfacción de las fuerzas que componían el gobierno progresista de coalición. Una derrota con sabor a victoria.

Tampoco, es verdad, se ha “perdido” tiempo en explicarse lo negativo de esas expectativas previas y lo precario del resultado en contraste con una gestión de gobierno tan auto enaltecida. Todo se remite a la “ola reaccionaria internacional” (mucho que matizar al respecto, otro día) y el papel de los medios (que justamente han sido claves en la “remontada”).

Pero, tratándose sin duda de un resultado positivo el logrado por Sumar considerando lo señalado, no resulta aceptable argumentar, como se ha hecho, el rechazo a comparar los resultados de este 23j con los de los anteriores generales de 2019, alegando las “diferencias sustanciales” de ambos momentos.

Siendo, salvo repetición, cada 4 años, resulta muy difícil encontrar 2 procesos electorales que se desarrollen en un marco esencialmente igual o muy parecido. De hecho, las elecciones de 2023 y 2019 tienen más en común entre sí que las celebradas en 2015 con las de 2019. Recuerde el lector.

Y menos de recibo resulta pretender comparar el 23j con las elecciones del 28M en las que más de la mitad del censo español solo estaba convocado a elecciones locales con las particularidades que ello supone. Aunque sin duda, la “foto” sería más favorecedora.

Desde una óptica desprovista de triunfalismo y trucos “contables” al servicio de polémicas internas promovidas desde la propia coalición, resulta evidente que el 23j la izquierda transformadora ha resistido bien pero no ha revertido la tendencia de retroceso que sufre ese “espacio”.

El mayor acierto de Sumar, unido a la capacidad de reagrupar lo disperso, que es un elemento importante en términos electorales, pero de carácter más “interno”, ha sido situar, no sin incoherencias, lo relacionado con el mundo del trabajo y la precariedad vital de la mayoría social, en el centro del debate público. Toda perspectiva de futuro pasa por profundizar en ese carácter “laboralista” insertándolo en la construcción de una perspectiva global y coherente de alternativa de sociedad, no simple acumulación de particularidades e identidades.

SUMAR es para el otoño

Suponiendo –y esperando- que no se provoque una repetición electoral por la imposibilidad de superar el bloqueo a cualquier investidura, repetición que no supondría sino una profundización en las tendencias que se han expresado este 23j, Sumar tendría por delante este otoño dos decisiones de calado: su presencia en un nuevo gobierno de coalición y su estabilización como fuerza política.

Lo peor que, respecto a lo primero, podría sucedernos, y es muy probable sea así, es que la inercia de la campaña electoral nos arrastre a reeditar un gobierno de coalición con el PSOE. Sin apenas debate o con un sucedáneo del mismo.

La “derechización” general de la que se habla en los círculos de la izquierda no se agota en el giro de la opinión con repercusiones en la representación institucional, sino que alcanza de lleno a esas fuerzas de la izquierda. Sus elaboraciones y prácticas.

Muy recientemente, en unas declaraciones, Garzón señalaba que IU había sido siempre partidaria del gobierno de coalición. Amnesia selectiva. Tras abril de 2019, y las frustradas negociaciones con Sánchez para integrar un gobierno de coalición y con el horizonte de una repetición electoral que solo benefició a la derecha y a Vox particularmente, la dirección colegiada de IU acordó preferible investir a Sánchez y quedar fuera del gobierno (como Bildu u otras fuerzas hicieron). En noviembre, tras la repetición electoral que la obcecación de varios de los protagonistas hizo inevitable, ello ya resultaba evidentemente imposible.

Es mala señal el olvido intencionado de ese precedente.

Pero, volviendo a Sumar y sus retos, la voluntad de acordar un gobierno de coalición debiera depender principalmente de la posibilidad de alcanzar un programa para el mismo. Ahora, ¿cuáles son los objetivos y prioridades de Sumar? ¿una serie de medidas a favor de la mayoría descansadas sobre gasto fiscal, provocar modificaciones estructurales que alteren el actual equilibrio y vayan trasladando protagonismo en la vida económica de España a lo público…? El programa presentado para estas elecciones recoge ambas orientaciones como posibles.

La cuestión sería si con un equilibrio más desfavorable respecto al socio mayoritario y, sobre todo, con un marco institucional más precario para la izquierda, lo que facilitaría al PSOE justificar su conocido “realismo” en materia de gobierno, resulta posible impulsar, desde la presencia en el gobierno, un proyecto estratégico reconocible por la base social de la izquierda y necesario y posible para la mayoría trabajadora.

Si consideramos también el momento del ciclo económico y que posiblemente suponga el rebrote desde Bruselas de políticas en línea con la anunciada recuperación de las reglas de gasto, deberíamos coincidir en lo necesario de provocar un debate sosegado y participado antes de optar y vernos corresponsabilizados de medidas que no compartimos y empleando el tiempo en justificar el alcance limitado de las que podamos impulsar.

El otro dilema estratégico a despejar es la consolidación de Sumar y las vías para lograrlo. Y, evidentemente, no se afrontará igual desde el gobierno que fuera del mismo.

Por fuerza, dentro de un gobierno de coalición la dificultad principal estaría en superar un carácter subalterno en lo político que estrecharía el perímetro de articulación como espacio a dar soporte a ese gobierno haciendo muy difícil en la práctica su autonomía. Es la experiencia.

Pero, dado el espacio disponible sin convertir este artículo en tratado, y considerando con optimismo que habrá tiempo para desarrollar esa tesis, me conformare hoy con resaltar la necesidad de valorar la experiencia de UP a la hora de abordar la consolidación de Sumar en los próximos meses.

Dos elementos ha “heredado” Sumar y que es imprescindible reconducir para llevar a buen término esa consolidación. Un personalismo que los medios y redes se encargan de subrayar hasta la extenuación y que perfectamente comprensible en el impulso inicial del proyecto, no tarda en convertirse en algo limitador del mismo. Sumar debe articular cuanto antes una interlocución plural y representativa de sí misma y de su composición ante la sociedad y los medios.

Y Sumar debe huir de solapar partido y coalición como lamentablemente parece va a suponer la existencia de un partido político del mismo nombre en el que agrupar a los cargos “sin partido” de la coalición, dotándolo de una base –los voluntarios- reclutada digitalmente en la campaña.

Si se precisa un nuevo partido, no se haga –otra vez- coincidir su denominación con la del conjunto de la coalición. Solo volverá a recoger incomodidades y desconfianzas. Además de desorientar al común de la base social.

Y si lo que pretende con ello es, otra vez, uniformizar lo que es plural y que abarca desde quienes se identifican con el movimiento verde europeo a los que nos situamos en una izquierda de clase y perspectiva socialista, todavía sería más lamentable. Y llamado a fracasar de nuevo.

Sumar debe ser capaz de resolver aquello que UP nunca abordó con seriedad y propuesta: su articulación como coalición por arriba dotándose de una coordinación eficaz entre las fuerzas parte de esa coalición en los diferentes territorios y niveles.

El protagonismo de Sumar no puede estar sino en un programa compartido y la voluntad de construir una realidad mejor para las familias trabajadoras de nuestro país.


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