Dío Muñóz Espí •  Opinión •  29/06/2023

Geist: insustancialidad

Geist: insustancialidad

Del alemán, geist es un término cuya traducción al español sería algo así como espíritu o esencia. A ojos de Hegel, Robert Brandom lo define como «el término para todo lo que tiene una historia en lugar de una naturaleza; o, puesto de otro modo, todo cuya naturaleza es esencialmente histórica.» (Brandom, 2019 ) 

Cuando nacen estas líneas, en junio de dos mil veintitrés, en España quedan poco más de tres semanas para los comicios electorales más importantes de los últimos años. Tras el resultado de las autonómicas y municipales, la ultraderecha franquista amenaza con ser la tercera fuerza política del país. No es mi intención enjuiciar aquí el apego por lo medieval o las costumbres decimonónicas de dicho partido; tampoco que, analizado pormenorizadamente, se trate de la formación política más neoliberal; no solo no es mi intención, pienso además que, después de seguir al personal desde hace bastantes años, ya está todo dicho. 

La tesitura para la izquierda es crucial, o así al menos lo exponen sus líderes. Tanto Díaz como Sánchez ya han afirmado en repetidas ocasiones que el país puede retroceder enormemente en cuanto a derechos y avances democráticos; es cierto. Ahora, tras el descalabro autonómico, tras constatar que apelar al voto del miedo es algo inane electoralmente, ¿cómo piensa afrontar esta nueva contienda la izquierda española? 

A poco más de tres semanas para el veintitrés de julio, los últimos cuatro días de precampaña electoral, de tertulias y entrevistas, de portadas y columnas, la agenda política del progresismo y sus poderes de comunicación afines —lo que también se conoce como debate mediático— ha sido denunciar que Vox quiere retirar o no varias banderas arcoiris, que únicamente le llama «violencia» a la violencia machista, o que el PP ha nombrado presidenta de les Corts a una ultracatolicista. El programa económico, las pensiones, el derecho laboral, las propuestas de conciliación familiar y personal, la jornada de cuatro días, el acceso a la vivenda, la mayor tasa de desempleo juvenil de toda la UE, la regulación de sectores estratégicos, el enclave económico en el marco europeo, dotar de recursos a la sanidad pública, reforzar la atención psicológica, la equidad de oportunidades, enfortalecer la educación pública, I+D, el modelo de inmigración o la fuga de cerebros son asuntos futiles al lado del gran problema: el presidente de Vox de Castilla y León ha amenazado con denunciar al PSOE si no retira una bandera arcoiris. Resulta curioso, recientemente, una muy indignada Àngels Barceló abrió su programa radiofónico denunciándolo cuando la propia Barceló permitió a Rocío Monasterio seguir debatiendo en la SER tras negarse a condenar las amenazas de muerte a Pablo Iglesias e Irene Montero.

Pilar Lima (y por extensión Podem en València) no perdió las elecciones a la alcaldía por ser bollera; spoiler: de haber salido triunfadora, tampoco las habría ganado por su querencia sexual. Lo cierto es que al votante medio le da completamente igual con quien se acueste o se deja de acostar uno/a en su vida privada; aquí hablamos de política, del bolsillo y de las condiciones de vida de un demos, de un país. Sí, muchas declaraciones y actos de próceres de Vox son repugnantes, ahora, la homeopatía es una estafa: lo similar no cura lo similar, y Vox se encuentra cómodo jugando bajo este marco de declaraciones cruzadas. Si hay algo que siempre ha interesado a la burguesía (y Vox no deja de ser su partido muleta) es no cuestionar la estructura económica; en tal sentido, el estructuralismo nos enseña que la estructura más férrea, la más intrincada, es la que no se ve, la que no se percibe, la invisble. Así, la tarea más laboriosa —pero también más necesaria— de la izquierda en el siglo XXI pasa por hacer visible lo invisible, es decir, develar ideológicamente al capitalismo: hablése de modelo económico, de medidas y programas políticos. El capitalista no tiene problema alguno cuando el debate público orbita en torno a las preferencias sexuales de tal persona o cuando se le dedican horas al hecho de que se retire o no una otra bandera; en términos políticos, para él esto es algo insustancial; por oposición, la tradición del movimiento obrero, históricamente, siempre ha consistido siempre en transformar. Por supuesto, es fundamental construir una sociedad tolerante, nadie dice que no sea así; la batalla contra la homofobia se libra todos los días, igual que contra el clasismo, el machismo, el racismo, la xenofobia o demás formas de barbarie e intolerancia. No obstante, esto debe ser una parte más del discurso y del programa político, no puede abarcar todo si se quiere generar un proyecto de masas. Marcado por su naturaleza insustancial, se trata de transformar el geist político de nuestro tiempo: dotar de significado, de contenido y sustancia, a la política.

Brandom, R. (2019) A Spirit of Trust: A Systematic Reading of Hegel’s Phenomenology.


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