Unión Proletaria •  Opinión •  29/04/2020

El coronavirus y los trabajadores

El coronavirus y los trabajadores

La tragedia sanitaria por el Coronavirus que está sufriendo España, y prácticamente toda la humanidad, evidencia que la posibilidad de contagio es muchísimo más amplia entre las clases sociales más bajas que entre las de un nivel de vida alto.

Si nos fijamos en tasas de personas contagiadas por clase social, las más afectadas son las clases populares, en las clases medias los porcentajes son menores, y en las clases altas son comparativamente irrelevantes; de lo cual se deduce que estas últimas tienen la posibilidad de realizar un confinamiento con mayores garantías debido a la amplitud de viviendas y espacios.

Ante esta dramática situación, toda la derecha y los “barones” del PSOE están haciendo todo lo posible por destruir el Gobierno de coalición, creando bulos, y empleando a los medios de comunicación junto a las redes sociales para conseguir su objetivo.

Querer responsabilizar de las muertes que se están dando en nuestro país al Gobierno de coalición es injusto y malicioso. Los responsables del drama sanitario, que no de la pandemia, son los que han estado más de diez años recortando presupuestos y medios sanitarios con la finalidad de potenciar a la sanidad privada, y aún tienen la desfachatez de negarlo. Así pues, hacen campaña expresando que los recortes fueron realizados por “la sociedad”. Esto es absolutamente inmoral. Debemos dejar muy claro que las medidas neoliberales matan. Y tenemos la necesidad social de cambiarlas. Se están ocultando las consecuencias del neoliberalismo sobre la pandemia. Es escandaloso el precio del alquiler de la vivienda, que provoca, ya antes de los ERTE’s y despidos por el virus, el desahucio de muchas familias.

Lo negativo.

El hecho de no cerrar desde un principio la industria no esencial y el momento en el que se toma esta medida, no tiene otra lógica que una clara bajada de pantalones del Gobierno de coalición ante los intereses de la patronal. En esto hay que ser claro y contundente, y decir que ese no es el camino; pero a la vez tenemos que ser conscientes de cómo está la correlación de fuerzas y asumir que unas veces se gana y otras se pierde, y lo principal es que la derecha no gane, y por lo tanto no acabe con el Gobierno actual, al menos, mientras éste resista la presión de los capitalistas y los reaccionarios.

Otra cosa que no podemos aceptar los trabajadores es que ya se han cumplido cien días del nuevo Gobierno progresista, y las dos leyes que impuso el gobierno reaccionario de Rajoy, la llamada Ley Mordaza y la Reforma laboral, se mantienen intactas. Cierto que de los cien días, cuarenta se han vivido bajo la epidemia del Coronavirus, pero tenemos que recordar que Pedro Sánchez, cuando gobernaba Rajoy, decía públicamente que la derogación de estas leyes iba a ser lo primero que iba a realizar cuando gobernara. Pablo Iglesias, en cientos de actos públicos y televisiones, siempre las condenó.

El Presidente Pedro Sánchez ha planteado que todos los partidos, con independencia de su ideología, vamos a trabajar en unos nuevos Pactos de la Moncloa para reconstruir la economía y el tejido social en nuestro país. Según él, como el Coronavirus no hace distinción entre las personas, la respuesta tiene que ser de la misma consideración. Pero esto no es cierto, porque, la gran mayoría de los afectados pertenecen a las clases sociales más bajas y el colapso se ha producido en la asistencia sanitaria pública, que no en la privada donde se han permitido hasta cerrar centros y despedir trabajadores.

Pactar con la derecha revanchista, que perdió las elecciones y que está en minoría parlamentaria, es ponerles en bandeja los derechos de todos los trabajadores. Podemos imaginar qué es lo que van a aceptar PP, VOX y C’s que son, en realidad, los representantes de los intereses de los grandes capitalistas. Éstos se beneficiaron de la crisis anterior y del crecimiento económico posterior, mientras que los trabajadores ni siquiera hemos recuperado lo que perdimos. Lo mismo ocurrió con los Pactos de la Moncloa de 1977 por los cuales sacrificamos nuestras luchas anteriores para consolidar un régimen parlamentario tutelado por los poderes fácticos del franquismo. Tampoco queremos un nuevo Plan Marshall como el que, en la posguerra, liquidó la soberanía democrática de los pueblos de Europa por un puñado de dólares.

Con la mayoría que tienen en el Parlamento lo que deben hacer los partidos progresistas es sacar adelante medidas democráticas y favorables a la clase obrera.

Los países con la tasa de mortalidad más alta son: España, Italia y Estados Unidos. Éstos son los que tienen un menor desarrollo del sector público y además son los que tienen un mayor porcentaje de profesionales sanitarios contagiados. España, debido a la política de recortes realizada por los gobiernos del PP, tiene el gasto público en sanidad más bajo; en dicho gasto también se incluye la financiación de asistencia sanitaria de gestión privada y derivación de pruebas a la sanidad privada. La cifra de este gasto es escalofriantemente baja si de estos presupuestos descontáramos la parte que se desvía a este último tipo de sanidad. Por otra parte, en España, casi el 60% de los fallecidos lo han sido en residencias de ancianos, cuando los fondos de inversión, en conciertos con las administraciones públicas, están ganando 1 millón de euros mensuales brutos en ellas y éstos están tributando en paraísos fiscales.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre 2009 y 2017, el gasto público sanitario en España bajó, en porcentaje del PIB, de un 6,4% a un 5,9%; en Italia, de un 7% a un 6,5%. Mientras en Estados Unidos apenas creció de un 4,2% a un 4,5%, con una cobertura sanitaria muy limitada: son casi 30 millones de estadounidenses los que no tienen este derecho a una sanidad pública.

Según datos de la OCDE, entre 2008 y 2016, España redujo sus camas hospitalarias por cada 1000 habitantes en 3,2; Italia, de 3,79 a 3,17; y Estados Unidos, de 3,13 a 2,77. En nuestro país la gran descentralización de la gestión sanitaria ha dificultado la respuesta unitaria frente a la pandemia. Y esto ha repercutido negativamente en la adquisición a nivel internacional de los materiales sanitarios. La descentralización de la compra de dichos materiales ha hecho que cada comunidad autónoma entre en competencia con las demás comunidades.

Lo positivo.

Las medidas presupuestarias que propuso el Gobierno de coalición para hacer frente a la crisis fueron aprobadas después de un fuerte debate entre los miembros de Unidas Podemos y principalmente las dos ministras del PSOE, de Hacienda y Economía, que son las más inclinadas a ceder a las presiones de los grandes capitalistas. La presión en sentido opuesto por parte de Unidas Podemos consiguió que, de los 200.000 millones presupuestados para enfrentarse a la crisis, 600 millones de euros se inviertan en servicios sociales, con mayor cantidad en el reparto para los mayores y la dependencia. Algunas de las medidas que han implementado son:

• Evitar el corte de suministros (agua, luz y gas). • Obtener una moratoria en el pago de hipotecas y alquileres de los ciudadanos vulnerables con la crisis. • Facilitación de los ERTE’s. • Medidas de ayuda a los autónomos. • Los trabajadores despedidos, afectados por ERTE y autónomos cobrarán su prestación sin que compute en sus derechos por desempleo de futuras prestaciones. • Suspensión de los desahucios. • Creación de una línea de microcréditos, avalados por el Estado, de hasta 900 euros, para los afectados por el coronavirus que no puedan pagar el alquiler. • Poner en la agenda del Gobierno definitivamente la aprobación de la Renta Básica, el llamado Ingreso Mínimo Vital.

Al Presidente del Gobierno le está costando vencer la presión de la CEOE, PP, resto de la derecha y extrema derecha, que además están apoyados por unos medios de comunicación que hacen el juego a estos sectores opuestos a todas las medidas sociales que pueda plantear el Gobierno de coalición.

La complejidad de la lucha de clases y su solución.

Los miembros del Gobierno que están más cercanos a las exigencias de las derechas, ya han ganado la batalla con el comienzo de la actividad no esencial, levantando el confinamiento para los trabajadores de la industria y de la construcción. Esto conlleva un hecho muy grave: se anteponen los intereses económicos de los capitalistas sobre la salud de los trabajadores.

Todas las organizaciones comunistas debemos condenar esta decisión y, en la medida que podamos, exigir que un gobierno que se autocalifica de progresista rechace la presión que reciban de aquéllos que quieren influir en la política sin presentarse a las elecciones. Tenemos que presionar también a Izquierda Unida y PCE para que se opongan y no consientan que el gobierno, del cual ellos forman parte, acceda a claudicar ante la patronal y la banca.

PP y VOX están aprovechando esta crisis, no solo para debilitar, sino para acabar con este Gobierno. No toleran que muchas de las medidas económicas sean para aliviar a sectores de la población que ya están sin recursos para vivir o en poco tiempo lo estarán. Estos “patriotas de pulsera” sólo reparan en que sus empresas van a tener pérdidas y estiman que las ayudas del Estado deberían ser sólo para ellos, como sucedió en la crisis que sufrimos en el año 2008.

Hasta la Conferencia Episcopal de España, con marcado sesgo neoliberal y de derechas, se ha manifestado en contra del Ingreso Mínimo Vital que quiere aprobar el Gobierno. Esta prestación pública cubriría el riesgo general de pobreza de la clase trabajadora, cuando la cifra actual es del 26,1% de la población española: es decir, 12,3 millones de personas se encuentran en riesgo de pobreza o exclusión social.

Desde que comenzó esta pandemia, el Gobierno de coalición ha tomado algunas medidas que no han sido buenas para los trabajadores. El confinamiento general que trajo consigo el estado de alarma, como dije anteriormente, excluyó a la industria y a la construcción. Por otro lado, el Estado debería de haber intervenido la sanidad privada y las residencias de mayores hasta nacionalizarlas, lo que habría podido evitar muchísimos fallecimientos entre nuestros mayores.

Si queremos que la voz de los comunistas sea escuchada por la clase obrera, debemos ser capaces de estar “pegados” a ella. La mayoría de la clase obrera consciente apoya fundamentalmente a Podemos. Y lo primero que habríamos de analizar sería a qué es debida esta realidad.

Sería necesario mirarnos con honestidad y examinar qué se ha hecho mal en el movimiento comunista en nuestro país. Para ello, hay que ir a las fuentes del marxismo-leninismo, y trabajar con la teoría y la práctica de Marx, Engels, Lenin y Stalin, según la realidad concreta adaptada a los tiempos presentes y comenzar un camino de unidad. Esto se podría realizar en un principio y en paralelo priorizando la teoría para crear una unidad práctica, lo cual, en parte, ya se empieza a hacer desde algunas organizaciones. La desunión del movimiento comunista es percibida por los trabajadores conscientes, y esto deberíamos de cambiarlo radicalmente. En este camino tenemos que combatir la política revisionista, es decir el desprecio al marxismo-leninismo como guía imprescindible para una correcta práctica política. Pienso que debemos diferenciar las bases de las direcciones de los partidos revisionistas y oportunistas, y dirigir nuestra voz a dichas bases invitándoles a la unidad según los principios del marxismo-leninismo.

Otras organizaciones caen en el error del sectarismo y deberían de leer con atención a Lenin y a Stalin para no despegarse de las masas; y, por lo tanto, no frenar la acción unitaria de la clase obrera necesaria para que se convenza de la necesidad de la revolución socialista por su propia experiencia. Lenin analizó esta desviación en su libro La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo.

La lección que debemos de aprender los marxistas-leninistas es que el movimiento obrero actual es muy limitado, y que tenemos que cambiarlo hacia posiciones revolucionarias. Lo único que puede salvar a la clase obrera y a las clases sociales más desfavorecidos es el socialismo, y el primer paso sería ampliar lo público para poder desarrollar la lucha de clases hacia el socialismo.

Para conseguir llegar a todos los trabajadores hay que obligarse a utilizar como táctica el aceptar y valorar la rebeldía que puedan tener las bases de los partidos revisionistas, como he dicho antes, y las bases de Podemos. Y, a la vez, hacerles llegar nuestras posiciones políticas y convertirlos en aliados hasta llegar a un estadio superior de la realidad concreta que hoy no tenemos, hasta que el movimiento obrero asuma las posiciones políticas del comunismo revolucionario.

Mi deseo es que esto suceda pronto, por el bien de todos los trabajadores.


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