BBC •  Ivana Belén Ruiz Estramil •  Opinión •  28/02/2019

Venezuela Aid Live o los grandes éxitos de una hipocresía

Venezuela Aid Live o los grandes éxitos de una hipocresía

El pasado viernes 22 de febrero en Cúcuta, frontera con Venezuela tenía lugar el concierto Venezuela Aid Live, era la antesala de la pretendida “intervención humanitaria” que buscaba la oposición venezolana con el apoyo de la más recalcitrante derecha regional y, cómo no, el Tío Sam del Norte.

El concierto, patrocinado por el magnate británico Richard Branson, se nutrió de un grupo de artistas musicales de éxito a nivel internacional o regional, pero si hay una cosa por la que destaca el Venezuela Aid Live, además de por su fracaso, es por su  tono misógino de todo en encuentro.

De los 32 artistas que fueron convocados solo 3 eran mujeres, vale…, vamos a admitir que puede que no hayan encontrado más artistas mujeres que quisieran participar en tal evento (lo cual sería fantástico), pero, poco a poco la dinámica del concierto y las canciones que fueron cantadas mostraban un tono muy poco propio de quienes pretenden hacer un concierto por la “libertad”, la “democracia” y los “derechos humanos”.

Pronto empezaban a sonar las canciones y con ello una selección de temas que aunque en algunos casos quisieran hablar de temas más vinculados con la libertad, paz y convivencia, en otros abiertamente no tenían nada que ver, eran los “grandes éxitos” trasladados a un espacio en el que, simplemente terminarían denotando una frivolidad tremenda de lo que pretendidamente buscaban con aquel encuentro, y es que “Felices los 4” de Maluma, nunca será “El pueblo unido jamás será vencido” de Victor Jara.

Canciones como las de los artistas Mau y Ricky titulada “Ya no tiene novio” con estrofas como: que yo tengo lo que el novio no tenía (…) ella quiere que esta noche la haga mía y que la agarre y que la lleve pa’la esquina (…) se pegó, se pegó nadie me la quitó, se pegó, se pegó creo que se enamoró”, o como la interpretada por Maluma y Silvestre Dangond titulada “Vivir bailando” con palabras como «y es verdad que no he sido un santo y tampoco el peor, si he sido un mujeriego es por falta de amor (…) si tú quieres mamacita que tengamos varios hijos para mi es mejor, porque así yo viviría solamente practicándolo contigo amor (…) con tus caricias quiero llegar al espacio y ser tu sugar daddy», fueron algunas de las joyas del concierto que se intercalaban con mensajes que buscaban celebrar la “libertad” y los “derechos humanos”, pero la pregunta aquí es ¿estas canciones entonces no les parecen un poco raras para este encuentro y estas reivindicaciones? Que estas letras no les resulten problemáticas, es desde luego una señal clara de que hay ciertas cuestiones, en especial las de género, que estaban siendo no solo pasadas por alto sino completamente pisoteadas.

Pero el tono misógino no solo lo pusieron las canciones sino también las palabras que se pronunciaban entre canción y canción, entre artista y artista. Miguel Bosé en un tono repugnante exigía a Michelle Bachelet, antigua presidenta de Chile y actual Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que “moviera sus nalgas” y que fuera a ver la «falta de cantidad» de derechos humanos en Venezuela. La dicción y el respeto, parece que los dejó en casa…

El machismo se sumaba al despropósito, no solo ya de gastar millones para hacer un encuentro en una de las poblaciones más pobres de Colombia, completamente olvidada por su Estado, sino también a los propios comentarios y a la escenografía del concierto. Diego Torres, mantenía que este concierto era «por una Latinoamérica unida (…) por la gente que necesita ser escuchada», algo que desde luego no concuerda con la distribución de público que plantearon en el escenario, ante lo cual cabe felicitar el trabajo de realización que hubo detrás de la grabación del espectáculo, para tratar de ocultar la ausencia de público y la misma separación entre los “vip” y el resto, ¡si es que esos planos cortos de la «multitud» no tienen precio!

Para terminar el evento, Richard Branson tuvo su minuto de gloria, al fin y al cabo para eso pagó, uniéndose en un fraterno abrazo y cantando “Imagine”. El concierto tenía todos los elementos típicos para causar una gran presencia mediática, una gran presencia también en redes, pero su fin último fracasó, dejándonos además a la vista el tipo de Estado que pretenden crear, uno que diferencia entre la gente “VIP” y los “demás”, uno en el que las mujeres importan más como “objetos” de canciones, más que como “sujetos” de acción.

No es que nos esperáramos una Mercedes Sosa o una Violeta Parra, por supuesto que no, pero que en un escenario se hablara de libertad y democracia, segundos después de «sugar daddy» y «mujeriego» resulta cuanto menos, cínico.


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