José Antonio Medina Ibáñez •  Opinión •  27/12/2020

Isabel Ayuso: La Supresiva

Isabel Ayuso: La Supresiva

Cuesta creer que en un proceso de selección de personal para incorporar a un presidente, o al director general de una gran empresa, se cuele la falta de experiencia y el desconocimiento sobre la materia.

Sin embargo, esta afirmación, apoyada por la mayoría de los expertos de Recursos Humanos, siempre acepta la posibilidad del error o, la intención del principio.

Quizá por ello, pocos alcanzamos a entender o, a  comprender, cómo ha sido posible que exista en la capital de España, el país número 13 en el ránking de los más poderosos de la tierra, una líder tan gris como su presidenta Isabel Ayuso.

Día sí y, otro igual, la presidenta madrileña, se presenta como alguien incómodo, a contracorriente. De entrada se nos antoja estar delante de alguien inocentón; a medio camino frente a una persona arriesgada, combativa y, hasta cómica y, a largo plazo, empezamos a convencernos de los porqués de sus arrojos opositores, concluyendo muchas veces en su falta de pedigree.

Cuesta tanto creer los ejemplos malsonantes de la presidenta, que sonroja decirlos para que otros se enteren; anotamos tres de ellos:

  1. Una periodista le preguntó sobre la procedencia del personal que tendría el nuevo hospital Isabel Zendal de Madrid, Ayuso nerviosa y enfadada, respondió tartamudeando que esa pregunta no se le hacía a una presidenta, sino al jefe de Recursos Humanos.
  2. Dirigiéndose a la Diputada y portavoz de Más Madrid, Mónica García, Ayuso le espetó que la curva de la pandemia en la comunidad de Madrid, era igual al reflejo de la curva de la boca de la diputada opositora: mustia.
  3. En una rueda de prensa dijo que “el concebido no nacido” debía ser considerado como un miembro más de la familia para poder tener el libro de familia numerosa… pero que no había pensado acerca de si ese concebido no nacido, no nacía.

Se pregunta uno, si su mentor, Pablo Casado, sabía lo que hacía cuando la puso en la silla donde está ahora su pupila, algunos se han aventurado a decir que le dio ese  puesto porque se aseguraba un apoyo incondicional a sus políticas, algo similar con lo que hizo con el alcalde de Madrid, José Luís Martínez-Almeida, desde que le nombró portavoz nacional del PP.

Cuesta creer que cuanto más es la influencia de Casado en la vida pública española, al ser tan humano como cualquiera de nosotros, solo  por ese pequeño detalle, Isabel Ayuso no le ruborice.

Da miedo pensar que en cualquier momento uno de los actuales líderes del PP pueda convertirse en presidente de este borbónico país. Imaginarse a Casado tomando decisiones apoyado por Teodoro García Egea, bajo los consejos de Ayuso, y las directrices de Santiago Abascal, se antoja devastador.

Y, aunque el partido socialista de Pedro Sánchez crezca en las encuestas, el cristal en el que nos estamos viendo ahora mismo en España, a través del último sondeo político del Centro de Investigaciones Sociológicas, nos avisa que la unión de la ultraderecha VOX + Ciudadanos + PP, podría lograr el 43,7% de los votos y, la actual coalición de gobierno el 40.3%, si se realizarán elecciones generales.

Si cupiese alguna duda sobre la supresiva personalidad de Ayuso, después de decir lo que he destacado antes, advertía (Ayuso) que estaba a favor de lo que unos militares retirados españoles habían dicho por escrito: dar un golpe de Estado porque la Constitución española la quieren abolir los social-comunistas españoles Sánchez e Iglesias, a la vez que permitía un concierto musical de cinco mil personas en plena pandemia.

Ayuso y, un Pablo Casado desdibujado por sus continuos errores, se han empeñado en ser los dueños de la crispación política nacional, desarmando incluso el mismo futuro de sus propios compañeros de viaje.


Opinión /