Madrid no puede ser Magaluf; Magaluf puede ser Mallorca
- Madrid no puede seguir siendo la Magaluf de Europa. Hay que poner coto al turismo de borrachera que tiene barra libre en nuestra ciudad gracias a Ayuso y Almeida.

Creo que ya les sale sin querer, sin pretenderlo. El dictamen es de Rita Maestre, portavoz y concejala de Más Madrid en el Ayuntamiento de Madrid. Por si hay algún despistado, Más Madrid es un partido progresista que fue creado para concurrir a las elecciones municipales y autonómicas de Madrid y la Comunidad de Madrid en 2019. Ideológicamente se nutre de diversas corrientes como el ecologismo, el feminismo o la justicia social, por lo que puede concebirse como un partido crítico y comprometido. Paradójicamente, esto es lo trágico.
Íñigo Errejón, líder de Más País (formación estatal de Más Madrid), es un político muy consciente de las diversas sensibilidades nacionales que componen España. Pese a nacer en Madrid, es un entusiasta de la música catalana y valenciana, además de que durante un par de años estuvo “viviendo a caballo”1 entre Girona y Madrid, lo cual pudo contribuir al desarrollo de dicha sensibilidad -y lo cual a su vez pudo facilitar la coalición con Compromís en las elecciones generales de 2019. En cualquier caso, recurrir en este punto a la figura de Errejón es interesante porque proporciona -someramente, eso sí- una idea de la percepción que Más País como partido puede tener de España. El aprecio hacia Catalunya de un madrileño -en este caso Errejón-, y en general el respeto y la toma en consideración real de otras nacionalidades más allá de la castellana, es la lectura más acertada si se quiere construir patria en España. De ahí que el tuit de Maestre -escrito probablemente sin mala intención- no pueda apenar más, pues en sus palabras subyace una cosmovisión nacional mediante la cual es imposible construir un proyecto integrador y que aglutinante de pueblos.
El razonamiento es bastante sencillo, el hecho de que pueda pasar desapercibido resulta en sí mismo bastante significativo. Conceptualmente, Maestre emplea el significante Magaluf para referirse al área geográfica cuya razón de ser económica consiste en ejercer como bar-discoteca gigante para visitantes extranjeros -generalmente de latitudes más septentrionales de Europa-, los cuales arriban deseosos de disfrutar del clima español, de cerveza barata, sangría, y fiesta, mucha fiesta. Coloquialmente, es lo que se conoce como “turismo de borrachera”. Dejando aparte los debates sobre el modelo económico de país que queremos, si por algo es conocida Magaluf (localidad de Calvià, municipio de Mallorca) no es tanto por sus calas sino por ser el paradigma de este tipo de turismo. Lo amargo del tweet de Maestre radica en que no cuestiona la existencia de un Magaluf en nuestra patria, con la pérdida de imagen (y dignidad) y dependencia económica que ello supone; lo que Maestre rechaza es que dicho modelo turístico-económico se desarrolle en Madrid: “Madrid no puede ser la Magaluf de Europa”, pero, un momento: ¿Magaluf dónde está? ¿En América? ¿En Oceanía? Da la sensación de que no hay inconveniente si los beodos foráneos se los quedan los baleares o los valencianos, pero sin embargo, si ese tipo de turismo se exporta a la capital del Reino, “cuidado, problemas”. Reitérese: así es muy difícil. Con esta lógica centro-periferia, como si de una relación colonial-vacacional se tratase, es imposible fundar patrias.
Pero hágase un paréntesis, pues antes de que se adelante algún filisteo oportunista hay que matizar que aquí no se culpa de los infortunios de Magaluf al Gobierno central o a Rita Maestre, pues es de sobra conocido que el Govern de les Illes Balears, con su gestión connivente, ha contribuido a consolidar este modelo de turismo. Se trata, más bien, de impugnar el mensaje que subyace bajo las palabras de Maestre, que, por cierto, si no estoy equivocado, a día de hoy es compatriota de los vecinos de Calvià, pues Mallorca (Islas Baleares) forma parte de España, ¿no? Sí, esa España que se quiere reformular y construir desde la izquierda.
Un país halla su razón de ser en el valor de comunidad; y una comunidad es tal en tanto que existe un vínculo y un interés común entre sus integrantes. Simplificando bastante, y dejando a un lado el análisis de clase, en los estados modernos el interés común es sencillo de apreciar: que el país prospere, “que nos vaya bien”. Luego, en cuanto a vínculos aparece el idioma, el territorio compartido, la cuestión del pasado, la historia común, etc. Asimismo, para el buen funcionamiento de un país, entre sus ciudadanos debe existir respeto hacia el otro, y también capacidad para empatizar, pues la lógica relacional se basa en la cooperación y no en la competencia -algo que a tenor de sus declaraciones, Rita Maestre parece haber soslayado. Si se le pregunta personalmente, es muy probable -por no decir casi seguro- que la concejala esté en contra del arquetipo turístico practicado en Magaluf. Y, por supuesto, la cuestión no es que los madrileños estén reclamando continuamente un cambio en el modelo de dicha localidad. Es lógico que los ciudadanos más afectados por un fenómeno concreto se movilicen mucho más que los que no lo sufren, pues sencillamente no se puede estar en todas partes. Ahora bien, lo que sí se puede hacer ser sensible con los problemas del otro. En eso consiste la solidaridad tan propia de una comunidad. Aceptar como norma una anomalía que ocurre en tu país, y luego emplear dicha anomalía como arma retórica para repeler el desarrollo de tal anomalía en tu ciudad… No genera ningún sentido de comunidad. No es que Madrid no deba ser Magaluf, es que Magaluf (Calvià) no debe ser el Magaluf que todo el mundo conoce. Calvià no es menos que Madrid, como Madrid no es menos que Calvià. Bastante frustración deben acumular los oriundos de Calvià, sin poder hacer frente a este turismo decadente, como para que encima políticos madrileños esgriman Magaluf como término peyorativo.
“Magaluf lo demuestra: somos una colonia”, rapeaba Nega en Balas y fronteras. También lo demuestran aquellas escenas transberlanguianas en las que -como si héroes de guerra se tratasen- hosteleros ovacionaban a los veraneantes alemanes entrando al hotel, allá por junio del 2020 (Bienvenido Mr. Marshall se queda corto). Nega es de Valencia, pero nótese un detalle, en la canción habla en primera persona del plural del verbo ser: somos, “somos una colonia”. Por mucho que no haya nacido en Calvià, se incluye, integra; absolutamente lo contrario a como procede Maestre.
Es más sencillo de lo que parece. Si en la labor de construcción nacional, desde la capital del Reino no se comienza desde ya a tener en cuenta a los distintos pueblos y nacionalidades del Estado (con sus lenguas, con sus costumbres), va a ser cada vez más difícil vertebrar España, por no decir imposible. Y de verdad: no es tan complicado.
1 https://www.elnacional.cat/enblau/es/curiosidades/errejon-habla-catalan_123591_102.html