Francisco González Tejera •  Opinión •  25/05/2020

Un gobierno arrodillado ante el fascismo

Pablo Blazquez Dominguez via Getty Images

He sentido vergüenza de ver a tanto fascista estos días en las calles escoltados por las llamadas «fuerzas del orden», solo ha faltado que les hicieran algún pasillo de honor o que se unieran alborozados a sus canticos neonazis. Personajes siniestros con banderas preconstitucionales, con simbología terrorista prohibida por la Ley de Memoria Histórica, delinquiendo ante la absoluta pasividad de gobierno y Fiscalía.

Los palos que se llevarían vascos o catalanes, cualquier colectivo de trabajadores que saliera estos días a las calles a exigir cualquier reivindicación, por lo que no se entiende que el gobierno haya autorizado manifestaciones de la ultraderecha en pleno Estado de Alarma, que esta gente salga a la calle con banderas y todo tipo de simbología prohibida por Ley.

El fascismo de todos los pelajes imaginables manifestando todo su odio con permiso del gobierno, humillando a las familias de las cientos de miles de personas que aún siguen en fosas comunes y cunetas, al exhibir las mismas banderas e insignias de los que cometieron ese brutal genocidio, los que dieron un golpe de estado contra una democracia legítima elegida por el pueblo español.

Ya no sé que pensar o tal vez está más claro que el agua ¿Tanta influencia sigue teniendo el fascismo en esta España del siglo XXI? ¿Es tan débil este gobierno que sigue viendo como poder fáctico a estos cantamañanas simplemente por tener cuentas corrientes en paraísos fiscales?

El saludo fascista como síntoma de quienes se manifiestan pidiendo «libertad»

Cualquier gobierno decente y valiente actuaría con la contundencia necesaria contra quienes hacen apología del genocidio fascista, tomaría las medidas necesarias para la depuración de cualquier funcionario que no cumpliera con su deber democrático.

Existen leyes de sobra y se aplican solo en un sentido, demostrando que el rasero es distinto cuando hablamos de nazis, de fascistas, de franquistas, de quienes utilizan la violencia y la muerte como emblemas del terror.

Por eso sentí mucho asco cuando vi sanitarios aplaudiendo a policías y todos decían que guay, que eramos un gran país, todos buenos, hasta que comenzaron de nuevo las hostias y las palizas en plena calle, y quienes recibían eran trabajadorxs que se manifestaban exigiendo sus derechos.

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