Armando B. Ginés •  Opinión •  24/12/2025

Fascismo, alienación e ignorancia

Con el fascismo echando raíces en cualquier lugar del mundo se nos está quedando una sociedad global procaz, chusca, violenta y estética a la par que éticamente deleznable. 

Desde la academia algunos quisquillosos puristas le dan vueltas mientras la marea de la irracionalidad sube al concepto intrínseco del fascismo. Siempre les falta algo para decidirse si esto que estamos viviendo ahora es genuino fascismo u otro artefacto intelectual de nuevo cuño. Todos los sabios orgánicos están a la caza de la preciosa primicia para dar lustre y honor a sus carreras.

Es verdad que todavía no tenemos de modo oficial campos de extermino a lo nazi, ni tampoco hemos encontrado los judíos y los comunistas ad hoc para convertirlos en chivos expiatorios y carne de cañón donde dirigir nuestros odios y resentimientos ancestrales. Demos tiempo al tiempo.

Cuesta creer que personajes zafios e inanes cognitivamente hablando, tipo Trump y su versiones nacionales, puedan ganar unas elecciones democráticas (es un decir) declarándose abiertamente racistas, misóginos, clasistas y homófobos. Así a las claras, como si estuvieran en una barra de bar, con lenguaje tosco, chabacano y directo.

Desde la tierna infancia nos enseñan a competir y a ensanchar el yo consumista hasta las últimas consecuencia. El éxito reside en consumir emociones y bagatelas sin pensar en las consecuencias sociales y personales de solo perseguir instantes repetitivos de placer efímero.

La voluntad general está alienada, fuera de sí ante tanto oropel que mediatiza nuestra atención vital. Habitamos un mundo de distorsiones y turbulencias publicitarias que turba el uso eficaz de la razón, el bien más preciado de eso que hemos convenido en llamar homo sapiens.

Por supuesto que el escenario viene aliñado de factores culturales (nacionalismo a la defensiva), económicos (precariedad vital) y sociales (los otros nos roban y las otras quieren usurpar el trono masculino).

A todo ello cabe añadir una clase media, ilustrada y no tanto, que muestra una pasividad ante el fascismo alarmante. La clase media tiene armas para resistir mejor los embates de la ola fascista pero si leen con detenimienbto la historia también les abrasará el fuego a discreción del fascismo. Negociar poniendo como aval sus propiedade privadas (estatus, valores, acciones, inmuebles, patrimonio inmaterial)  es pan para hoy y hambre para mañana. El ogro fascista es insaciable.

Hay que decirlo alto y meridianamente claro: el subidón fascista mana de la supina ignorancia de las grandes mayorías silenciosas y escasamente politizadas. No por ser ignorantes no son menos responsables de la situación emergente actual.

La ignorancia es el caldo de cultivo de todos los fascismos habidos y por haber. Hay tontos útiles, egoístas impenitentes, ilustrados sabelotodo, mercenarios de cualquier épica vana y fútil… El cóctel es variado.

El antifascismo debe combatir la ignoracia in situ con mucha mano izquierda pero cara a cara: en la calle, en el trabajo, en todos los centros de enseñanza, en el comedor de casa y en el bareto de la esquina. 

Ante las hordas fascistas enfebrecidas hay que ser inteligentes y guardar las distancias apropiadas. Siendo grey son altamente peligrosos, pero a solas suelen ser cobardes y poca cosa. Sus argumentos son una sopa de letras sin fundamento alguno.

Hay que dar la batalla política, institucional y social: donde haya un fascista vociferando su odio, hay que pararle los pies y aislarle, dejarle que se consuma en sus propias contradicciones y mentiras. Que su discurso se agote por inanición. Una persona ignorante suelta a su libre albedrío hace más daño que un imbécil o un psicópata.

¿Empezamos la batalla ya mismo para evitar los tambores de guerra?


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