Madriz
Así es como lo pronunciamos los de aquí.
Sobre todo si nuestros padres y abuelos nacieron también en Madrid.
Cualquiera puede ser de Madrid. Basta con entrar por Barajas, Atocha, la Cuesta de las Perdices y Puerta Hierro, el Pirulí, o por cualquiera de los innumerables portillos que existen hoy en día.
Tenemos el Museo del Prado, el Palacio Real, el Retiro, la mejor agua del mundo, la diosa que con más gracia mea, San Ginés, los mesones, el barrio de las letras y Chueca.
Y también el mejor equipo de futbol del mundo.
Nos levantamos en su día con palos, cuchillos y tenedores frente al invasor francés.
Resistimos heroicamente frente al fascismo durante casi tres años, siendo la primera gran ciudad bombardeada por un ejército de una manera sistemática e indiscriminada y sin escoger específicamente objetivos militares, masacrando y destruyendo a la población a fin de hundir su moral. Algo que por desgracia continuaría durante toda la segunda guerra mundial.
Yo no veré, pero sueño utópicamente con que en mi querida ciudad, en un par de siglos ya no serán necesarios ni jueces, ni policías, ni tan siquiera guardias de seguridad.
Los madrileños somos acogedores, amables, algo chulos (aunque no tanto como los de Bilbao) y en general, un pelín pedantes. Advierto que esta chulería es innata, no tiene nada que ver con que, lógicamente, coincida que el Gobierno de la Nación se encuentre también aquí.
Pagamos más impuestos que en Cataluña, y somos por tanto los que más contribuimos al bienestar y al desarrollo de la nación.
Y sin embargo, ningún madrileño que yo sepa es tan egoísta, ni tan burro, ni tan paleto, como para pedir que se levanten fronteras y ya puestos, hasta la independencia.
Saludos a mis amigos en Australia.
El arráez