La izquierda o es antisistema o no es izquierda, es socialdemocracia
Necesitamos memoria histórica y también memoria reciente para entender lo que ocurre.
Pedro Sánchez le dijo una gran verdad a Joe Biden para tranquilizar a los EEUU: “Yolanda Díaz ya no es comunista”.
Algo demostrable pues ya no critica el envío de armas a Ucrania y asume el aumento del gasto militar. El presidente presumió en aquel momento de haber logrado diluir a los “enemigos de la OTAN” en el Gobierno, pero la destrucción de una verdadera izquierda tiene un precio muy alto.
Los que conocemos a Yolanda Díaz sabemos que ella es yolandista, y también que SUMAR no nació como un proyecto de base para unificar a la izquierda, su función es destruir la izquierda desde dentro y que electoralmente la socialdemocracia sea la única opción.
Aunque eso suponga abrir las puertas a la ultraderecha y al fascismo, resucitar al fascismo en Europa es un precio altísimo a pagar, pero en SUMAR son gente que quiere vivir de la política dentro del sistema no estadistas, y la izquierda o es antisistema o no es izquierda.
Lo único que conserva SUMAR y su lideresa Yolanda Díaz de Marxista es la famosa frase del otro Marx, no de Karl hablo de Groucho Marx, «éstos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros».
La derecha mediática, la patronal, las cúpulas sindicales vendidas, el sistema prefiere a Yolanda Díaz y su «pragmatismo», en tiempos de crisis nada mejor para las oligarquías que una falsa izquierda descafeinada, aunque eso este reforzando las filas de la ultraderecha y del fascismo financiados también por esa misma oligarquía, en el casino de la democracia burguesa la banca siempre gana.
Frases vacías que dejan claro que el proyecto esta también vacío: «Periodo de escucha», «el nombre es lo de menos» -y la ideología también, «ampliar el espacio», ideas fuerza de libros de autoayuda baratos, que recuerdan a las reuniones obligatorias donde las grandes multinacionales practican este mismo juego de «lobotomía» de grupo con los trabajadores.
Los proyectos del oportunismo disfrazado de izquierda nacen para ser simples agencias de colocación para unos pocos dispuestos a trabajar para el sistema a cambio de solucionar lo suyo.
En los últimos tiempos hemos vivido innumerables llamadas a supuestos procesos de «confluencia», unos procesos de falsa unidad donde se repiten nombres rebotados de otros procesos y partidos. Simplemente a base de observación deberíamos aprender a no dejarnos engañar eternamente.
Pero con la excusa del miedo a la derecha, del «yo o el caos», hemos permitido que la falsa izquierda le abra la puerta a la ultraderecha.
En los barrios obreros franceses donde ganaba el Partido Comunista, cuando la clase trabajadora se sintió traicionada por el pacto del PC con la socialdemocracia, y por su deriva hacia lo «políticamente correcto», en esos mismos barrios comenzó a ganar el Frente Popular de Le Pen que hoy es primera fuerza en Francia.
Eso debería preocuparnos, que pasará el día después sin una izquierda organizada, y con una clase trabajadora traicionada, frustrada y decepcionada.
La formula de vender ilusión y de sumar oportunistas para conseguir votos hace mucho daño a la clase trabajadora.
La gente es dada a comprar ilusión y esperanza, aunque sea en forma de humo cegador que busca que no veamos la realidad aunque la suframos cada día. Se utilizan mensajes cortos, repetitivos y facilones, ideas fuerza para una campaña publicitaria, y evitan así que sea necesario pensar.
Pero la realidad es demoledora, incontestable cuando hacemos balance de los hechos de la falsa izquierda. La derogación de la reforma laboral de Rajoy nunca ocurrió, el despido sigue siendo libre e igual de barato en la práctica, las mutuas siguen defendiendo los intereses de las empresas y no la salud de los trabajadores, el INSS no busca cuidar la salud de los trabajadores, los intereses económicos siguen estando por encima de la salud.
El pacto social ha sido siempre una gran mentira, la ley mordaza sigue vigente, inspección de trabajo sigue sin funcionar, no hay suficientes inspecciones y las multas a las grandes multinacionales no les hacen ni cosquillas.
Los salarios son insuficientes ante el coste de la vida, los alquileres están más altos que nunca, como la comida, o los servicios básicos, no llegamos a fin de mes, o sobran días o falta sueldo pero las cuentas no salen.
Los trabajadores vivimos con miedo, desclasados, engañados, el resultado es que tenemos cada vez menos derechos y más miedo a exigir respeto a los pocos que aún tenemos, esa es la realidad cuando desaparece el humo.