José Haro Hernández •  Opinión •  22/05/2025

Apagones y puertas giratorias

No comprendía nada de lo que decían los expertos sobre las causas del apagón del pasado 28 de Abril. Era todo sumamente complejo, inabarcable para una mente como la mía, alejada del conocimiento técnico y no precisamente cultivada en los asuntos de la energía. Hasta que llegaron un par de tipos, cuyo currículum en la materia era de una magnitud directamente proporcional a la distancia que les separaba de los intereses de las grandes compañías energéticas, y lo aclararon: esto ha pasado por la codicia de quienes, en lugar de invertir en mejorar el sistema eléctrico para que pudiera asimilar, sin que ‘saltaran los plomos’, el aluvión de energía de origen fotovoltaico y eólico que está recibiendo, se han dedicado a retribuir a sus accionistas y, paralelamente, a desacreditar las  renovables, porque su coste no cubre las expectativas de ganancias de quienes no tienen otro objetivo en la vida que engordar, caiga quien caiga, su cuenta de resultados. 

Esta argumentación me retrotrajo a lo que escribió hace más de siglo y medio un tal Karl Marx(con perdón) donde dijo, entre otras muchas cosas, dos que vienen el caso. Primero, que el capital tiende a concentrarse y centralizarse, de manera que desaparece todo vestigio de mercado en favor del oligopolio, bajo el que la búsqueda exclusiva del beneficio introduce el reino de la arbitrariedad y la irracionalidad en las decisiones económicas; y segundo, que debido a lo anterior, llega un momento en que el capitalismo deviene incompatible con el progreso social y económico.

Pareciera estar pensando el teórico y activista alemán, cuando evacuó estas reflexiones, en el sector energético español, cuya evolución en las últimas décadas es paradigmático de lo que supone entregar, por parte de la clase política, un bien público esencial, como es la energía, al capital privado para que haga negocio a costa de las necesidades de empresas y familias. Y esto nos conduce a las privatizaciones que acometieron los partidos políticos mayoritarios. Comenzó Felipe González sacando a bolsa en 1988 el 25% de Endesa y siguió Aznar culminando la privatización completa de esta empresa entre 1997 y 1998. El Tribunal de Cuentas dictaminó que se vendió a un precio ‘sensiblemente inferior’ a su valor real ‘en beneficio de los inversores privados’. En lo que hace a REE, encargada de gestionar la infraestructura del transporte eléctrico, en 1999 se vende el 31,5%, operación también recusada por aquel alto tribunal al apreciar en la misma ‘falta de claridad y transparencia en beneficio de las eléctricas privadas’. La privatización de REE prosiguió hasta que la SEPI se queda con tan sólo el 20% de las acciones, estando el resto en manos de inversores extranjeros, como Black Rock.

En 2013 Rajoy hace un descomunal regalo a las eléctricas: imputa el pago del llamado déficit de tarifa(diferencia entre los ingresos de las empresas y los presuntos costes del suministro eléctrico) a los consumidores, que así habrán de canalizar hacia las arcas de aquéllas la friolera de 30.000 millones hasta el año 2028. A resultas de todas estas operaciones de enajenación de lo público, el kilowatio/hora aumenta entre 2000 y 2018 un 150%, lo que permite al oligopolio repartir entre 2011 y 2020 unos 60.000 millones entre sus accionistas. 

Así pues, no es nada de extrañar que el puñado de beneficiarios de haberse quedado con tan goloso activo a precio de saldo y, por consiguiente, con ingresos estratosféricos garantizados para siempre, quieran expresar su agradecimiento a los políticos que obraron con tamaña generosidad con lo que no era suyo, sino de la ciudadanía. Y lo hicieron ofreciendo a ministros y altos cargos de PP y PSOE un puesto muy bien retribuido en esas empresas por no hacer absolutamente nada(Felipe González confesó cobrar 127.000 euros por asistir a una sola reunión anual).

A esa dinámica de subordinación a las estrategias del oligopolio ha terminado sucumbiendo también Sánchez. En un principio, parecía que el presidente del gobierno regañaba a las eléctricas atribuyéndoles la responsabilidad del apagón; incluso algunos miembros del gobierno, adscritos a Sumar, llegaron a pedir su nacionalización. Pero con el paso de los días, se fue diluyendo este arrebato reivindicativo, se impuso la ‘razón de Estado’-quizá porque se ha conocido que Red Eléctrica, gestionada por la SEPI, avisó en 2023 del peligro de colapso del sistema sin que el gobierno reaccionara- y el PSOE ha terminado aceptando la prolongación de la vida útil de las nucleares mientras que los de Yolanda, una vez formuladas sus ‘observaciones’, han vuelto, como siempre, al redil, olvidándose de veleidades nacionalizadoras. Lo peor de todo es que nadie habla de las inversiones que es urgente hacer para evitar apagones futuros. Porque, al final, lo que prevalece es la lógica de la maximización de beneficios para que la cotización en bolsa se dispare. Lo de hacer empresas eficientes y sostenibles que presten un buen servicio a precios asequibles se considera algo de comunistas trasnochados, pero no es cierto: es condición necesaria, aunque ciertamente no suficiente, para el adecuado funcionamiento de los servicios básicos que éstos sean públicos. De hecho, funcionaban en este país antes de las privatizaciones y funcionan en varios países europeos que no son comunistas precisamente. Lamentablemente, en este asunto prevalece, sobre el interés general, la avaricia que exhiben sin pudor tanto los fondos buitre, fondos soberanos y bancos dueños de las eléctricas, como una clase política adicta a las puertas giratorias.

joseharohernandez@gmail.com


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