Su Lee •  Opinión •  21/09/2020

Elementos de análisis del oportunismo.

Elementos de análisis del oportunismo.

Su Lee – Publicado originalmente por Unión Proletaria

La producción marxista recoge un fenómeno típico de las sociedades capitalistas altamente desarrolladas. Es el que Engels [1] identificó como aparición de una “aristocracia obrera” en el seno de la clase obrera que, si bien hasta finales del s XIX solo apareció de exclusivamente en Inglaterra [2], a medida que las demás potencias industriales se irán igualando, dicho fenómeno se extendería por todas y cada una de las sociedades industriales capitalistas a finales de siglo. Existe una relación muy estrecha entre imperialismo, la aristocracia obrera y el oportunismo, pero cada uno pertenece a diferentes esferas de la formación social: el imperialismo es la forma y estadio particular en que se dan las mejores condiciones para la formación de un nuevo estrato o subestrato en el seno mismo de la clase obrera, capa de trabajadores más o menos privilegiados. Que tal fenómeno – como se verá más adelante – es inevitable, pero con ello no trazamos una relación unilateral, absolutamente determinista en la que atribuimos toda manifestación de oportunismo a tal fenómeno. Así, no todo oportunismo será producto de la aristocracia obrera, pero sí todo desarrollo de la aristocracia obrera llevará consigo formas de oportunismo, especialmente de signo derechista.

Así como también veremos que es inevitable la aparición de este nuevo sector en el seno de nuestra clase obrera, también lo será la producción y manifestación de sus ideas burguesas. Pero no incidiremos más de lo necesario en esos aspectos, porque lo que nos interesa es poner el acento en aquello que podemos evitar, y que forma parte de otro proceso mucho más peligroso. Nos estamos refiriendo al proceso de cambio en la naturaleza de clase de las organizaciones revolucionarias, a través de la silenciosa suplantación de la composición orgánica de la militancia y de sus cuadros. Proceso que se suele dar entre la aparición de la aristocracia obrera y la difusión del oportunismo a través de sus jefecillos. Es mucho más peligroso que el oportunismo en sí por el ámbito en el que se da, en los partidos socialistas y comunistas. Es un proceso doblemente peligroso, porque no hace ruido, no es inmediato sino de lenta suplantación de militantes socialistas y comunistas en sus organizaciones, que se manifiesta cuando ya es demasiado tarde: en los congresos y asambleas más importantes de cada organización donde está en juego la línea revolucionaria y el carácter de clase de la organización. Es más peligroso que la aparición de los nuevos jefes del oportunismo, porque cuando estos aparecen, la militancia y los cuadros de las organizaciones ya han sido frecuentemente suplantadas, siendo incapaces las organizaciones de rechazar esos nuevos postulados.

Por último, se verá un tanto el oportunismo de signo contrario, el izquierdismo, tan o más peligroso que el anterior. Con frecuencia aparece como respuesta al primero –aunque no siempre- y por eso, a lo largo de nuestra historia, al izquierdismo se le reconoce fácilmente por su tendencia al “sectarismo”, a la confusión de la “táctica y la estrategia” tomando a los objetivos estratégicos del socialismo como tácticos. Por eso, al no tener en cuenta la naturaleza contradictoria de ambos, tampoco lo tiene en “la unidad y la lucha”. Como veremos más adelante, el izquierdismo volverá a tomar lo segundo en el mismo lugar que lo primero, y solo es capaz de ver antes la lucha que la unidad. Huye de toda unidad, sobre todo de las alianzas, a las que considera una especie de anathema que irremediablemente lo arrastraría hacia el oportunismo de derechas.

A continuación, comenzaremos con la base material, seguiremos con las repercusiones en las organizaciones obreras, las formas del oportunismo, su inevitabilidad y terminaremos situando brevemente la polémica alrededor de la táctica, la unidad y la lucha, así como enmarcando los dos principales ámbitos de la lucha ideológica.

● Del desarrollo capitalista y el oportunismo en los obreros y trabajadores.

Es en los países imperialistas donde la burguesía, además de apropiarse de la plusvalía nacional, esta lo hace también de sus colonias (beneficios extraordinarios) y, lo que aparentemente son simples movimientos de plusvalía (nacional e internacional) y migraciones (interiores y exteriores), lo cierto es que operan grandes cambios en las formaciones sociales. En el caso que nos ocupa, van operando ciertos cambios en la mentalidad de los obreros, que de forma espontánea niega derechos democráticos a los obreros migrantes y el derecho de autodeterminación de las colonias, consiguiendo así dividir y enfrentar al proletariado, despierta el chovinismo en el seno de las organizaciones obreras (socialchovinismo), fortalece la burocratización [3] de las organizaciones obreras llegando incluso a sistematizar los pactos con el estado burgués y la patronal como si de unas nuevas Alianzas de Birmingham [4] se tratara.

Existe otro fenómeno “no consciente” y mecánico, igualmente vinculado al desarrollo económico. Pero en este caso, en lugar de ir asociado a la tendencia creciente o ascendente de las fases expansivas que proporcionan una “bonanza económica” lo es en su fase contraria, al contraerse la economía y reajustarse el Capital con las fuerzas productivas sobrantes. Esto es, en las crisis y recesiones capitalistas particularmente. En estas condiciones tiene lugar el fenómeno contrario: la proletarización de masas importantes de burguesía y pequeña burguesía. Con ello, el capitalismo no solo arrastra al sujeto burgués a engrosar las filas del proletariado: consigo introduce, además, la ideología burguesa. Así, Lenin nos ofrece en “Marxismo y revisionismo” (1908) y en “Las diferencias en el movimiento obrero europeo” (1910) el certero diagnóstico de que, la tendencia constante de proletarización de capas intermedias del proletariado e incluso de la pequeña burguesía, al formar parte de las filas obreras, arrastran consigo también su ideología y la introducen en las organizaciones obreras.

Pero, además, la clase obrera, por sí sola también desarrolla oportunismo en las sociedades de capitalismo altamente desarrollado, es decir, aquellas con grandes divisiones del trabajo sectorial, técnico e intelectual. Así, la base material que hace posible la aparición de la “aristocracia obrera” son algunas formaciones de asociacionismo obrero que, por su alta especialización, cualificación, posición y lugar que ocupan en el proceso de producción o de mando, están capacitadas para conseguir mejores condiciones para sí que para los demás. Estaríamos hablando aquí de las prácticas “corporativistas” tan arraigadas, en sectores obreros más propias de auténticos gremios [5]]. Esta sería otra forma de oportunismo en el seno de la clase obrera ligado al propio desarrollo del capitalismo y a un desarrollo de la lucha exclusivamente economicista. En uno de los planteamientos programáticos para el II Congreso de la Internacional Comunista (1920) se aprecia muy acertadamente el fenómeno y sus consecuencias:

“Los obreros industriales no podrán cumplir su misión histórico-universal de liberar a la humanidad de la opresión del capital y de las guerras, si estos obreros se encierran en el marco de intereses estrechamente gremiales, estrechamente profesionales y se limitan, satisfechos, a preocupaciones con miras a mejorar su situación que a veces es tolerable desde el punto de vista pequeñoburgués. Esto es precisamente lo que ocurre en muchos países avanzados donde hay una ‘aristocracia obrera’, la cual constituye la base de los partidos pseudosocialistas de la II Internacional” [6].

● Del desarrollo capitalista y el oportunismo en las organizaciones.

La II ruptura en el movimiento socialista internacional [7] hunde sus raíces materiales en una fase expansiva del capitalismo europeo-occidental a finales del s XIX, en el umbral de la Primera Guerra Mundial (IGM). En el plano teórico lo hace de la mano de los señores Eduard Bernstein y Karl Kautsky, entre otros. El desarrollo de ese revisionismo no es más que el reflejo en la producción ideológica de cambios operados por la economía en todas las esferas de las formaciones sociales: esto es, entre 1871 y 1914 donde se sitúa la transición del “imperialismo librecambista al de capital monopolista”. Europa asiste a una gran fase de expansión económica con evidentes cambios en todas las esferas de las formaciones sociales capitalistas. Así, su gran manifestación cultural queda plasmada en la “Belle Époque” [8]. Los partidos socialistas marxistas del momento tampoco fueron ajenos a cambios de tal envergadura. Como ejemplo, entre 1900 y 1914 se triplicó la cifra de miembros del partido socialista alemán de extracto funcionarial y, en el Congreso de Jena (1911) solamente el 10% de los delegados eran trabajadores.

Esa ruptura que se da en los partidos socialistas y se manifiesta entre 1899 – 1914 no tuvo, en realidad, tanto de ruptura como de evolución de la naturaleza de esas mismas organizaciones desde sus fundaciones. Es cierto que Bernstein, como Kautsky y otros, eran discípulos directos de Marx y Engels. Sin embargo, sería un error considerarlos como los máximos responsables. Es claro que la autoridad de todos ellos, alcanzada en vida de Marx y Engels suponía un elemento adicional de confusión. Pero lo cierto es que ellos no hicieron otra cosa que teorizar aquello que las organizaciones socialistas más importantes del viejo continente practicaban y defendían en cada una de sus resoluciones, congresos y posiciones políticas. Así, en el Congreso de Jena (1911), cuando Bernstein ya había publicado una década antes su libro “Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia (1899)” no solo no tuvo apenas réplica, al contrario, sus tesis se difundieron ampliamente por el continente de la mano de fabianos en Inglaterra, jauresistas en Francia, etc. Frecuentemente se ha señalado como responsables del revisionismo a sus grandes dirigentes (Lassalle, Bernstein, Kautsky, etc.) y poco interés se ha prestado a las verdaderas fuerzas y a la base material que hicieron que esas ideas se difundieran por todo el continente [9].

El ejemplo de Lassalle y el socialismo alemán quizás sean el ejemplo revelador de lo expuesto anteriormente. Fue el fundador de la Asociación general de Trabajadores de Alemania (AGT) y, en 1875, se adhirió al partido Socialdemócrata Obrero de Alemania que se convertiría en el SPD tras el congreso en que se aprobó el conocido programa de Gotha [10]. La AGT nunca se afilió a la Internacional (AIT), sino que orbitó a su alrededor. Lassalle y su organización eran hostiles al sindicalismo [11] y el SPD nace así preñado de lassalleanismo. Pero tampoco el socialismo inglés conseguiría escapar de otras dinámicas oportunistas; excesivamente sindicalistas y parlamentaristas, los fabianos constituyeron el germen del Partido Laborista Británico, pero no eran marxistas. Por lo tanto, no podemos hablar de un socialismo británico de inspiración marxista hasta el s XX [12], con el Partido Socialista Británico (1911).

En este punto hemos hecho un recorrido a la inversa del proceso. Es decir, hemos comenzado por los grandes jefes del oportunismo y las organizaciones obreras, pero hemos omitido de poner el foco en la gran masa asalariada, invirtiendo el orden y eliminando su primer eslabón. Frecuentemente se habla – cuando se trata de relacionar el imperialismo con el oportunismo – del estrato privilegiado de obreros comprados con los superbeneficios de trusts y demás asociaciones imperialistas y a través de sus estados. Sin embargo, poco o nada de la amplia base social de asalariados que reproducen y nutren la mayor parte de filas de aquellas organizaciones. Veamos lo que dice al respecto Lenin en el Congreso de Stuttgart de 1907:

“Solo la clase proletaria, que mantiene a toda la sociedad, puede provocar la revolución social. Sin embargo, como resultado de la extensa política colonial, el proletario europeo se encuentra en parte en una posición cuando no es su trabajo, sino el trabajo de los nativos prácticamente esclavizados en las colonias, lo que mantiene a toda la sociedad. La burguesía británica, por ejemplo, obtiene más ganancias de los muchos millones de habitantes de la India y otras colonias que de los trabajadores británicos. En ciertos países, esto proporciona la base material y económica para infectar al proletariado con el chovinismo colonial. Por supuesto, tal fenómeno podría ser solo temporal, pero, no obstante, el mal debe ser claramente destacado y sus causas entendidas para poder reunir al proletariado de todos los países en la lucha contra tal oportunismo”.

Solo adquiriendo conciencia de la magnitud del problema, seremos capaces de asimilar mejor la imperiosa necesidad de rectificar estilos de trabajos que solo pueden ser de cierta utilidad cuando se pretende combatir al oportunismo instalado en una élite que resulta en una minoría de la clase obrera, cuando el problema real es que el oportunismo es mayor cuanto más amplia es la base. De ahí la urgencia en desarrollar estilos de trabajo y una lucha ideológica mucho más astuta, estilo que pasa inevitablemente por trabajar la unidad comunista. Como veremos más adelante, la necesidad es mayor no solo por lo inevitable del problema (el oportunismo) como veremos justo a continuación; es de imperiosa necesidad por la magnitud del mismo.

● ¿Es inevitable la aparición del oportunismo de derecha?

Vista la relación directa entre los flujos expansivos del Capital y los cambios que operan en la esfera ideológica y cultural, cabe preguntarnos, entonces, acerca de la inevitabilidad de tal fenómeno. Ya Marx y Engels estudiaron sistemáticamente esas relaciones entre el incipiente imperialismo y su efecto en la conciencia del proletariado inglés. Así, Engels escribió a Marx el 7 de octubre de 1858:

“El proletariado inglés se está aburguesando de hecho cada día más; por lo que se ve, esta nación, la más burguesa de todas, aspira a tener, en resumidas cuentas, al lado de la burguesía una aristocracia burguesa y un proletariado burgués. Naturalmente, por parte de una nación que explota al mundo entero, esto es, hasta cierto punto, lógico”.

Años más tarde vuelve a referirse al problema en el seno de los sindicatos ingleses:

“…las peores tradeuniones inglesas que consienten ser dirigidas por individuos vendidos a la burguesía o que, por lo menos, son pagados por ella…”.

Y en la carta del 12 de septiembre de 1882 a Kautsky, Engels escribía:

“Me pregunta usted qué piensan los obreros ingleses acerca de la política colonial. Lo mismo que piensan de la política en general. Aquí no hay un partido obrero, no hay más que radicales conservadores y liberales, y los obreros se aprovechan, junto con ellos, con la mayor tranquilidad, del monopolio colonial de Inglaterra y de su monopolio en el mercado mundial”.

Lenin va más allá y llega a hablar de un proceso por el que superbeneficios coloniales e imperialistas se dedican a la subvención por parte de los monopolios dedicados a ofrecer mejores condiciones a aquellos trabajadores situados en los eslabones más proximales de la cadena de mando y propiedad del gran capital. El estado hace lo propio a través de subvenciones y por todos son conocidos algunos mecanismos de financiación de los partidos por intereses privados. Pero lo anterior, como hemos afirmado, es inevitable. Como afirma Engels “…esto es, hasta cierto punto, lógico”.

No deseamos, sin embargo, poner el acento en las maniobras más conscientes de la burguesía y su “intelligentsia”. El propio desarrollo económico de cualquier “modo de producción” de cualquier época y en toda formación social, supone inevitablemente nuevas divisiones del trabajo a todos los niveles y en todas las esferas: desde aquel puramente técnico hasta crear nuevas formas de trabajo manual [13] e intelectual [14]. El mismo Estado, en el desarrollo de la Administración a lo largo de la Historia, tampoco escapa a esa lógica y requiere de nuevas reorganizaciones y modernizaciones que, inevitablemente dan lugar a nuevas especializaciones que garantizan la reproducción de las relaciones económicas y sociales minimizando la “conflictividad social”.

Una vez que ha quedado clara la inexorable tendencia al constante desarrollo del pensamiento pequeñoburgués, tanto en los periodos de expansión económica del capital [15] como en el normal desarrollo de las relaciones económicas, su estrecha relación con el desarrollo del trabajo intelectual en la sociedad y en tiempos de crisis, la proletarización de de la pequeña burguesía inoculan todavía más su propia ideología a masas y movimientos obreros, podemos volver al recorrido histórico.

● Los comunistas y el oportunismo de izquierdas

Los partidos comunistas europeos nacieron más tarde (a partir de 1914) y, con frecuencia, como reacción y ruptura de los socialistas (oportunistas de derechas), al calor de la I GM, con vocación revolucionaria, aunque frecuentemente con un cierto aventurerismo infantil en Europa occidental. Los socialistas terminan votando los créditos de guerra, desarrollando así una conciencia cada vez más socialchovinista y llamando a la “unión sagrada” de todas las clases de la nación ¿Cuál fue la actitud entonces de los comunistas? Las tesis reformistas y socialchovinistas que dominaban la II Internacional encontraron, en Rosa Luxemburgo como en Lenin, la respuesta acertada para combatir tales desviaciones de signo “derechista”: la unidad política y la lucha ideológica. Ante la reticencia de muchos socialistas revolucionarios a fundar una nueva internacional y tras algunas reuniones infructuosas en Suiza, Lenin escribió “La bancarrota de la Internacional zimmerwaldiana [16]. Necesidad de crear una III Internacional» (1917). La realidad política de tal ruptura en Europa occidental y oriental, por muy diferente que fuera ´su base económica, guardaba un asombroso paralelismo, casi calcado en el movimiento socialista de Europa occidental y Rusia. La diferencia era en la tendencia de la correlación de fuerzas. Mientras en el occidente la socialdemocracia iba venciendo, en el oriente los bolcheviques iban ganando más apoyos entre la población y arrinconando y desenmascarando a los mencheviques.

Pero el triunfo de los bolcheviques en Rusia no significó el triunfo también, de forma mecánica en Europa. Las frustraciones en Europa se iban sucediendo (Hungría 1919, espartaquistas en Alemania, etc.) las similitudes entre unos y otros procesos se limitaban exclusivamente a la posición opuesta ante la guerra de socialistas y comunistas. Por debajo, la economía, las formaciones sociales, el grado de desarrollo desigual, el peso de la “aristocracia obrera”, etc. todo era distinto. La magnitud de la I GM era claro síntoma del agotamiento del liberalismo económico y democrático en el desarrollo del capitalismo ya en fase de consolidación imperialista. Al mismo tiempo que el agotamiento del socialchovinismo y el reformismo de la II Internacional, de la socialdemocracia en occidente y el menchevismo en Rusia. Pero el triunfo de Octubre, contagió a los comunistas europeos de un exceso de optimismo, los llevó a sobreestimar las fuerzas propias y a subestimar tanto las enemigas como la capacidad de reproducción de todo sistema económico, hasta en sus crisis más agudas. La revolución proletaria mundial era, a ojos de los comunistas europeos, inminente. Pero ese diagnóstico era del todo equivocado, partía de una concepción metafísica del fin del capitalismo en base a la “teoría del derrumbe” [17], asumida en parte por R. Luxemburgo y la izquierda comunista alemana. Además, la III Internacional contribuyó a alimentar en exceso esa tendencia al constituirse, durante sus primeros más como un Partido Comunista Internacional que como una coordinadora internacional de partidos comunistas. Así, durante un tiempo se instaló en la internacional como en los partidos comunistas occidentales la falsa concepción de la espontaneidad de la revolución: si el sistema estaba agonizando y era incapaz de procurar un mínimo de dignidad a los obreros, el sistema colapsaría y estos se alzarían casi espontáneamente dirigidos por los comunistas .

Lenin pronto se daría cuenta de los estragos que causaría tal euforia y concepción mecanicista de la revolución y, en 1919 en un breve folleto titulado “La tercera Internacional y su papel en la Historia” encontramos, además del tema principal (una valoración de los diferentes papeles de las Internacionales socialistas y comunistas) cómo pone el foco en el desarrollo desigual del capitalismo y de su derrumbe por parte del proletariado:

“En el mundo del capitalismo no hubo ni pudo haber jamás nada uniforme, ni armónico, ni proporcional. Cada país ha ido desarrollando con particular relieve uno u otro aspecto o rasgo, o todo un grupo de rasgos, inherentes al capitalismo y al movimiento obrero. El proceso de desarrollo ha tenido lugar en forma desigual.

Cuando Francia llevó a cabo su gran revolución burguesa, despertando a todo el continente europeo a una vida histórica nueva, Inglaterra, aunque estaba mucho más desarrollada que Francia en el sentido capitalista, se puso a la cabeza de la coalición contrarrevolucionaria. Pero el movimiento obrero inglés de aquella época anticipó ya, genialmente, muchos de los aspectos del futuro marxismo.

Cuando Inglaterra dio al mundo el primer movimiento proletario y revolucionario, movimiento amplio, verdaderamente de masas y políticamente formado, el cartismo, en el continente europeo se desarrollaban revoluciones burguesas, en su mayoría débiles, mientras que en Francia estalló la primera gran guerra civil entre el proletariado y la burguesía. La burguesía derrotó a los diversos destacamentos nacionales del proletariado por separado y de manera distinta en los diferentes países.

Inglaterra constituyó el modelo de país en el que, según expresión de Engels, la burguesía había creado la élite más aburguesada del proletariado. Este país capitalista adelantado resultó estar atrasado en varios decenios en el sentido de la lucha revolucionaria del proletariado. Francia parecía haber agotado las fuerzas del proletariado en las dos heroicas insurrecciones de la clase obrera contra la burguesía en 1848 y 1871, insurrecciones que fueron una aportación valiosísima en el sentido histórico universal. Luego, desde los años 70 del siglo XIX, la hegemonía del movimiento obrero en la Internacional pasó a Alemania, cuando este país marchaba económicamente a la zaga de Inglaterra y Francia. Y cuando Alemania sobrepasó económicamente a estos dos países, esto es, en el segundo decenio del siglo XX, a la cabeza del partido obrero marxista de Alemania, que servía de modelo universal, se encontraba un puñado de canallas declarados, desde Scheidemann y Noske hasta David y Legien, inmunda patulea vendida a los capitalistas, los verdugos más repugnantes salidos de la clase obrera al servicio de la monarquía y de la burguesía contrarrevolucionaria.”

La historia mundial conduce indefectiblemente a la dictadura del proletariado. Pero no lo hace, ni mucho menos, por caminos lisos, llanos y rectos” [18]. Añadiendo poco después que:

“Y así sucedió en realidad. Temporalmente — se sobrentiende que sólo por un breve periodo de tiempo —, la hegemonía en la Internacional revolucionaria del proletariado pasó a los rusos, tal como pasó, en diversos periodos del siglo XIX, a los ingleses, luego a los franceses y más tarde a los alemanes.” Esto es, Lenin reconocía que si bien en un primer momento la III Internacional debía reflejar y dar a conocer los éxitos de Octubre, situándose a la vanguardia de la revolución proletaria mundial “el papel hegemónico” de su sección rusa debía ser temporal, debiéndose ocupar cada nación y cada vanguardia de adoptar las lecciones universales de Octubre al mismo tiempo que, de forma creativa, debían afanarse a producir las suyas particulares. Para reforzarlo, Lenin procede a enumerar una serie de particularidades que evidencian el sentido anterior de resaltar la dificultad de exportar mecánicamente las revoluciones:

“Nos fue más fácil comenzar, en primer lugar, porque el inusual — para la Europa del siglo XX — atraso político de la monarquía zarista originaba un empuje revolucionario de las masas de una fuerza excepcional. Segundo, porque el atraso de Rusia hizo coincidir de un modo peculiar la revolución proletaria contra la burguesía con la revolución campesina contra los terratenientes. De ahí partimos en octubre de 1917 y no hubiéramos vencido entonces con tanta facilidad de no haber partido de ahí. Ya en 1856, Marx, al referirse a Prusia, indicaba la posibilidad de una combinación peculiar de la revolución proletaria con una guerra campesina [19]]. Los bolcheviques, desde el comienzo de 1905, abogaban por la idea de la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos. Tercero, la revolución de 1905 contribuyó muchísimo a la educación política de las masas obreras y campesinas, tanto en el sentido de familiarizar a su vanguardia con la «última palabra» del socialismo en Occidente, como en el sentido de la acción revolucionaria de las masas. Sin este «ensayo general» de 1905, las revoluciones de 1917, tanto la burguesa de febrero como la proletaria de Octubre, habrían sido imposibles. Cuarto, las condiciones geográficas de Rusia le permitieron sostenerse más tiempo que otros países frente a la superioridad militar de los países capitalistas adelantados. Quinto, la actitud peculiar del proletariado ante los campesinos facilitaba la transición de la revolución burguesa a la revolución socialista, facilitaba la influencia de los proletarios de la ciudad sobre las capas semiproletarias, más pobres de los trabajadores del campo. Sexto, la larga escuela de lucha huelguística y la experiencia del movimiento obrero de masas de Europa facilitaron el surgimiento, en una situación revolucionaria que se exacerbaba profunda y rápidamente, de una forma tan peculiar de organización revolucionaria del proletariado como son los Soviets.”

En el contexto de derrumbe capitalista, eran la socialdemocracia y el reformismo el principal obstáculo para el desarrollo de la revolución proletaria. Esto llevó a denunciar toda alianza y colaboración con elementos no revolucionarios del movimiento obrero. Puesto mucho mayor énfasis en la lucha contra el revisionismo y el reformismo, muchos comunistas europeos tendieron a emular a los bolcheviques sin tener en cuenta las particularidades de sus respectivas sociedades, del nivel de conciencia de su clase ni la correlación de fuerzas. Así, se cayó frecuentemente en posiciones izquierdistas que llevaron a aislarse de la clase obrera y excluir los entornos donde la clase obrera “en lucha por las reformas” actuaba: asociaciones, sindicatos, etc. Lenin inmediatamente fue consciente de ello y también en 1920, tuvo que “torcer el palo” en sentido contrario y publicar “El izquierdismo, enfermedad infantil en el comunismo” donde – entre otras – defiende la actuación de los partidos comunistas dentro de los sindicatos y parlamentos burgueses, combinando la “lucha legal e ilegal”.

Así, en Alemania y en el seno del Partido Comunista Alemán se produjo una escisión – por la izquierda – al pretender aquél colaborar junto al Partido Socialista Independiente (de corte socialdemócrata) en el Parlamento. Lenin así lo recoge en la obra citada, donde nos da a conocer algunas de esas posiciones reflejadas en el folleto que esa misma fracción publica:

“La oposición ha elegido otra senda. Sostiene la opinión de que la cuestión de la hegemonía del Partido Comunista y de la dictadura del mismo no es más que una cuestión de táctica. En todo caso, la hegemonía del Partido Comunista es la forma última de toda hegemonía de partido. En principio, debe tenderse a la dictadura de la clase proletaria. Y todas las medidas del Partido, su organización, sus formas de lucha, su estrategia y su táctica deben ser adaptadas a este fin. Hay que rechazar, por consiguiente, del modo más categórico, todo compromiso con los demás partidos, todo retorno a los métodos de lucha parlamentarios, los cuales han caducado ya histórica y políticamente, toda política de maniobra y conciliación». «Los métodos específicamente proletarios de lucha revolucionaria deben ser subrayados enérgicamente. Y para abarcar a los más amplios círculos y capas proletarias, que deben emprender la lucha revolucionaria bajo la dirección del Partido Comunista, hay que crear nuevas formas de organización sobre la base más amplia y con los más amplios marcos. Este lugar de agrupamiento de todos los elementos revolucionarios es la Unión Obrera constituida sobre la base de las organizaciones de fábrica. La Unión debe agrupar a todos los obreros fieles al lema: ifuera de los sindicatos! Es ahí donde se forma el proletariado militante en las más vastas filas combativas. Para ser admitido basta el reconocimiento de la lucha de clases, el sistema de los Soviets y la dictadura. La educación política ulterior de las masas militantes y la orientación política de las mismas en la lucha es misión del Partido Comunista, que se halla fuera de la Unión Obrera. . . Hay, por consiguiente, ahora, dos partidos comunistas, uno enfrente de otro: uno, el partido de los jefes, que quiere organizar y dirigir la lucha revolucionaria desde arriba aceptando los compromisos y el parlamentarismo, con el fin de crear situaciones que permitan a estos jefes entrar en un gobierno de coalición en cuyas manos se halle la dictadura. Otro, el partido de las masas, que espera de abajo el impulso de la lucha revolucionaria, y no conoce ni aplica para esta lucha otro método que el que conduce claramente al fin, rechazando todos los procedimientos parlamentarios y oportunistas; ese método único es el derrocamiento incondicional de la burguesía para implantar después la dictadura de clase del proletariado con el fin de instaurar el socialismo. . . ¡De un lado la dictadura de los jefes, de otro la dictadura de las masas! Tal es nuestra consigna».

En “Una caricatura del marxismo y el economismo imperialista”, Lenin dice que:

“Toda ‘democracia’ consiste en la proclamación y realización de ‘derechos’ que, en el capitalismo, son realizables sólo en muy pequeño grado y sólo relativamente. Pero sin la proclamación de estos derechos, sin una lucha para hacerlos adoptar ahora, inmediatamente, sin educar a las masas en el espíritu de esa lucha, el socialismo es imposible…”.

“…En el fondo sólo queda en pie un argumento: ¡la revolución socialista lo resolverá todo!… Desde el punto de vista teórico este criterio es absurdo; … No valora la significación de la democracia. Pues el socialismo es imposible sin democracia, porque: (1) el proletariado no puede llevar a cabo la revolución socialista si no se prepara para ella luchando por la democracia; (2) el socialismo triunfante no puede consolidar su victoria y llevar a la humanidad a la extinción del Estado, sin la realización de una democracia completa.”

● La unidad y lucha frente al oportunismo

Marx y Engels pudieran llegar a dar la impresión, en su lucha constante frente a toda serie de desviaciones de socialistas utópicos, anarquistas, etc., que su actividad teórica pudiera contradecir algunos de sus pasos en la práctica política, como miembros de la AIT y junto a teóricos antimarxistas, cuyas posiciones no dejaban de combatir en el terreno teórico; pero nada más lejos de la realidad. Ser comunista requiere firmeza en la estrategia y flexibilidad en la táctica y esto se plasma en la lucha desde la unidad: unidad frente al enemigo común y superior, al mismo tiempo que practicamos en el seno de esa unidad, toda lucha ideológica que corrija las desviaciones de los elementos más atrasados a izquierda y derecha [20].

Así, la I Internacional juntó en una misma asociación internacional a socialistas de todo tipo: científicos, utópicos [21], proudhonistas, bakunistas, etc. ¿significa eso que en los tiempos actuales se puede repetir esa experiencia? No, pero vamos a aclarar que, si bien Marx y Engels tenían claro el carácter antagónico de todas las corrientes con el socialismo científico, tenían también claro que, sin trabajar esa unidad, su socialismo científico seguiría condenado a la reclusión en las secretarías de algunas élites intelectuales como ya lo estaba siendo en la “Liga de los Justos” (fundada en 1836, y con Marx-Engels a mediados de la década de 1840) e incluso en la “Liga de los Comunistas” (1847). Así fue, como nuestros padres fundadores practicaron la unidad (Liga de los Justos) y la lucha (Liga de los Comunistas) para más tarde, volver a la unidad (I Internacional) y practicar la lucha (expulsión de los bakunistas), resultando de este proceso dialéctico de “la unidad y la lucha” [22] la difusión del socialismo científico, acumulación de fuerzas en los bandos contrarios y en las propias filas de los obreros (a través de la crítica de posiciones liberales de los otros socialismos) y en definitiva, a la forja de nuestra doctrina teórica y organizativa.

En ese proceso se definieron el sujeto, los métodos y naturaleza del proceso revolucionario: la clase obrera, el Partido y la dictadura proletaria.

Ahora bien ¿Por qué decimos que no es posible repetir ese tipo de unidades con esos mismos representantes burgueses? Por la sencilla razón de que esa, la primera ruptura entre comunistas y socialistas utópicos y bakunistas, es una ruptura superada en la Historia del movimiento obrero y comunista, no puede volver tras sus pasos a no ser que se quiera repetirla como una caricatura de lo que fue. Por eso, la unidad que exige nuestra época es la unidad de todas aquellas organizaciones que, declaradas marxistas-leninistas, hemos sabido con mayor o menor acierto ser custodios del pensamiento más avanzado de la humanidad, el socialismo científico y su triunfo en la concepción marxista-leninista más actualizada. El marxismo ha considerado al Partido Comunista [23] como el instrumento para lograr la unidad del proletariado. Esto es así porque la unidad de la clase obrera no deja de ser una consigna vacía, del todo absurda e incluso un delirio, si no es a través de la unidad comunista que se persigue. Es entonces, en la esfera de la práctica o de la “praxis política” donde los comunistas, a través de su unidad y de las alianzas con sectores no marxistas y antimarxistas de nuestra clase, entre los enemigos de clase, pero enfrentados coyunturalmente a un enemigo mayor, cuando se da un proceso en el que el marxismo pueda ir conquistando la cabeza y el corazón de las amplias masas. Porque en ese proceso de unidad y lucha, el desarrollo inevitable de la lucha de clases acabará colocando a cada jefecillo, a cada organización y a cada doctrina al lado del obrero o al lado del burgués y su capital. Unidad comunista y alianza con los no comunistas y anticomunistas, unidad de todos contra la cabeza más alta del enemigo principal y común a todos. Por eso es tan importante no confundir las alianzas con la unidad. Recordemos a Lenin a propósito de las alianzas en la obra antes mencionada:

“No se puede triunfar sobre un adversario más poderoso sino mediante una extrema tensión de fuerzas y con la condición expresa de utilizar de la manera más minuciosa, más atenta, más circunspecta, más inteligente posible, la menor fisura entre los enemigos, las menores oposiciones de intereses entre las burguesías de los distintos países, entre los diferentes grupos o categorías de la burguesía dentro de cada país, tanto como la menor posibilidad de asegurarse un aliado numéricamente fuerte, aunque éste sea un aliado temporal, vacilante, condicional, poco sólido y seguro… Quien no ha comprendido esta verdad no ha comprendido nada del marxismo, ni, en general, del socialismo científico contemporáneo. Quien no ha probado prácticamente, durante un periodo bastante largo y en situaciones políticas muy variadas, que sabe aplicar esta verdad en los hechos, no ha aprendido todavía a ayudar a la clase revolucionaria en su lucha por liberar de la explotación a toda la humanidad laboriosa. Y lo que se acaba de decir es válido tanto para la etapa que precede como para la que sigue a la conquista del poder político por el proletariado.”

Pero no solamente los comunistas debemos asimilar esta gran lección, debemos educar a nuestra clase en que el proletariado necesita también – en determinados momentos – establecer alianzas con otras clases y sectores de la suya propia. Algunos comunistas parecen tenerle auténtico pavor a la alianza, como si de una reliquia maldita o anatema se tratase. Una alianza es, por definición, una unidad contradictoria temporal por una lucha de intereses comunes. Al superarse ésta, la alianza desaparece y con ella, la unidad. En la coyuntura actual, la masa de obreros más conscientes y con capacidad de incidencia real en los cambios políticos del país no tienen en su cabeza la contradicción burguesía-proletariado, sino la de defensa de la democracia y derechos laborales frente a la restauración de un autoritarismo de formas fascistas y contenido económico neoliberal. Es sumamente interesante la valoración que hace Lenin sobre las tres internacionales, incluso rescatando de la segunda un valioso trabajo por “ensanchar la base del socialismo”. En “La Tercera Internacional y su lugar en la Historia” nos dice:

“La I Internacional echó los cimientos de la lucha proletaria internacional por el socialismo.

La II Internacional marcó la época de la preparación del terreno para una amplia extensión del movimiento entre las masas en una serie de países.

La III Internacional ha recogido los frutos del trabajo de la II Internacional, ha amputado la parte corrompida, oportunista, socialchovinista, burguesa y pequeñoburguesa y ha comenzado a implantar la dictadura del proletariado.”

Ahora bien, el compromiso de adoptar la unidad comunista como práctica y aglutinante de la unidad de la clase obrera, si bien fortalece – en primera instancia – cuantitativamente al movimiento, en su desarrollo puede – en última instancia – debilitarlo e incluso liquidar al elemento y posiciones comunistas. Por eso decimos que “primero es la unidad y luego la lucha” y porque es en el trabajo de la unidad, donde la alianza de clases ya ha realizado sus concesiones a la otra parte en sus aspiraciones inmediatas – pero nunca en las estratégicas y finales – ¿Por qué entonces es tan importante la lucha como la unidad? Porque siempre, como hemos afirmado anteriormente, el “oportunismo de derecha” es inevitable, y está más presente todavía en todos los procesos de unidad. De ahí que en la lucha ideológica, la praxis política y la unidad de acción sean contradictorias en los distintos ámbitos del Partido, siendo implacable la lucha ideológica contra el liberalismo en el seno del Partido [24]] hasta perseguir su liquidación en nuestras filas, luchar sin ahorrar esfuerzos frente a sectores del partido que actúen como lobistas de intelectuales y profesionales que desarrollen mayores divisiones entre trabajadores manuales e intelectuales y que pongan a los primeros al servicio de los segundos.

Por último, nos queda por circunscribir en qué esferas es preciso ser flexibles en la práctica y en la táctica, y en cuáles es necesaria la firmeza en los principios y su abnegación en los objetivos estratégicos irrenunciables. Lenin teorizó la flexibilidad que demostraron los fundadores del marxismo en la práctica política: no solo combatieron el sectarismo de las diferentes corrientes socialistas, primero trabajaron la unidad de todos los socialistas y luego, dentro de ella, la lucha ideológica y de posiciones. Podemos afirmar que el oportunismo de derecha – en el seno del movimiento comunista – siempre tiende a la unidad sin lucha, y está siempre omnipresente en todos y cada uno de los procesos de alianzas y de unidad. Su contrario es el “oportunismo de izquierda”, el cual tiende a lo contrario; a la lucha sin unidad, y acaba condenando al conjunto del movimiento al aislamiento del proletariado y al destino del Partido a una secta de comunistas. Pero esta lucha en el seno de la unidad no debe servir para romperla, sino para atraer, para “seducir” aquellas posiciones que conducirán a la derrota del propio movimiento, haciéndolas cambiar de signo y dirección. Es decir, apoyarse en las bases y en la militancia para poner de manifiesto tal o cual lucha ideológica, ganar apoyos y arrinconar las posiciones erróneas para aislarlas y someterlas al centralismo democrático.

Pero esa lucha debe darse en otro ámbito, no tanto en el de las alianzas con otras clases sino en el seno de la organización revolucionaria. Es en el Partido y la organización revolucionaria el ámbito en el que esa lucha debe darse sin contemplaciones, porque es ahí donde los comunistas nos jugamos la naturaleza de clase de nuestra organización y es el centralismo democrático el paradigma de la democracia interna en el Partido el que, al mismo tiempo que permite que aflore la lucha de líneas, permite sanear a la organización y colocar aquella justa y revolucionaria por encima de las otras, haciéndola hegemónica y dirigente. Fuera de las organizaciones revolucionarias, los jefes del oportunismo, las organizaciones de masa oportunistas y las masas obreras en general, todavía constituyen una unidad – temporal – . Hay que saber ganarse a las masas. Así, practicando la misma lucha ideológica dentro y fuera del Partido, olvidaremos el grado de afinidad política e ideológica de la mayoría de las masas hacia sus todavía “jefecillos oportunistas”, confundiendo la todavía inexistente “clase para sí” con la realmente existente “clase en sí” y por eso, la lucha ideológica que debe estar contenida en la agitación como en la propaganda es más la de señalar los límites y peligros de fidelizarse con esas corrientes que la de denunciar a sus enemigos de clase.

Para terminar esta primera parte del serial, sirva como conclusión al mismo, resumir las tesis y algunas hipótesis antes desarrolladas:

El oportunismo bebe de tres principales fuentes materiales que tienen relación directa con la base económica del capital: en las fases expansivas a través del soborno, recompensas, etc. a cuadros y gestores de la organización obrera especialmente en los sindicatos. Pero también es en esas fases de bonanza económica que la burguesía se puede permitir favorecer nuevas vías y mayor participación política de las organizaciones obreras en las instituciones burguesas (parlamentos, participación ciudadana, consejos, etc.).

Pero también es en las fases de recesión y crisis, que el oportunismo añade elementos materiales para su ulterior desarrollo cuando se acelera el proceso de proletarización de sectores de la burguesía, siendo este el vector portador de la ideología liberal más peligroso en el seno mismo de las organizaciones obreras, incluso las revolucionarias.

Por lo anterior se deduce – todavía como hipótesis – que el oportunismo es inevitable. Ante la inevitabilidad de ciertos fenómenos, lo importante es estudiar y analizar aquellos que se pueden prevenir y evitar.

Y de todos los factores anteriormente citados, es el último especialmente y aquellos que amenazan la composición orgánica de las organizaciones obreras son los más peligrosos porque son el mayor riesgo de la suplantación de una organización obrera a una burguesa, de un Partido Comunista a otro oportunista. Es en este sentido y ámbito que el oportunismo de derecha es el principal enemigo de la revolución.

Frente a la inevitabilidad del oportunismo de derecha, es un error asumir el de signo izquierdista, pues este nos aísla y margina de los obreros y las masas. Es en este sentido y ámbito que el oportunismo de izquierda, por su tendencia al sectarismo, porque entrega el movimiento de masas a los jefes del oportunismo, que no solo puede llegar a ser peor enemigo de la revolución, sino de toda la clase obrera al frenar y obstaculizar cualquier mejora en sus condiciones de vida.

A pesar de la imposibilidad material de impedir la aparición y desarrollo del oportunismo, éste puede ser superado solo a través de la unidad de todos los comunistas. Solo de forma unitaria se logra incidir de forma notable, porque divididos y enfrentados, este trabajo resulta residual y anecdótico para nuestra clase. Solo desplegando una práctica revolucionaria, a través de la difusión de la propaganda y la agitación se puede incidir en las amplias masas para que la influencia de sus jefes del oportunismo sea cada vez menor y la nuestra, cada vez mayor.

Que la unidad de todos los proletarios comienza con la unidad de los comunistas, que la unidad de los comunistas solo puede tener como destino la fundación de un solo Partido Comunista revolucionario. Porque solo con un PC y su línea revolucionaria será capaz de unir a un contingente suficiente de obreros, colocarlos en la vanguardia de las demás clases populares y dirigir al conjunto de la sociedad hacia el socialismo.

Fuera de las organizaciones revolucionarias, los jefes del oportunismo y las masas obreras en general, constituyen – en lo subjetivo, la conciencia – una unidad temporal. Así, la lucha ideológica dentro y fuera del Partido es distinta, incluso llegando a ser contradictoria en determinadas coyunturas.

La lucha ideológica frente al liberalismo debe darse de forma implacable en el seno de la organización. El Partido es el garante de la vanguardia ideológica, mientras que los militantes son sus custodios.

Bibliografía utilizada:

Historia General del Socialismo, de los orígenes a 1875. Jacques Droz, A. Kriegel, Cl. Mossé, F. Bedarida, J. Bruhat, J. Chesneaux, A. Soboul.

Lenin imperialismo y movimiento obrero: las raíces del oportunismo. Eric Hobsbawn, Martin Nicolaus.

Sobre la aristocracia Obrera. Eric Hobsbawn, Martin Nicolaus.

Historia del PCE (1920-1939). Joan Estruch.

Bibliografía recomendada:

Correspondencia de Marx y Engels

https://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/index.htm

¿Qué hacer? Lenin

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1900s/quehacer/que_hacer.pdf

El izquierdismo, enfermedad infantil en el comunismo. Lenin

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe12/lenin-obrasescogidas11-12.pdf

La tercera Internacional y su papel en la Historia. Lenin

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/iv-19.htm

Contra el liberalismo. Mao

https://www.marxists.org/espanol/mao/escritos/CL37s.html


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