Daniel Raventós •  Opinión •  19/12/2021

Algo de historia de la renta básica en el reino de España y un comentario sobre los “experimentos con gaseosa”

En los veinte años desde la creación de la Red Renta Básica se ha avanzado mucho en la comprensión, expansión y aceptación de la renta básica, pero todavía queda mucho camino por recorrer.

Fue en 2001 cuando se constituyó la asociación Red Renta Básica para el conjunto del reino de España, aunque un porcentaje que debería estar entre el 85 y el 90% de sus miembros residíamos en Catalunya. Si bien la constitución formal fue ese año, un pequeñísimo grupo de partidarios ya llevábamos un buen número de meses hablando y evaluando la propuesta.

Por aquel entonces, muy poca gente conocía lo que significaba lo de la renta básica. Había algunos académicos que la defendían en distintos lugares del mundo, algunos grupos de activistas también dispersos geográficamente la apoyaban, pero poco más. Existía desde 1986 una asociación internacional, la Basic Income European Network (BIEN), que hasta ese momento sólo tenía secciones en tres estados.

En 2002 el congreso, o simposio, entonces bianual de la BIEN se celebró en Ginebra. En este congreso se reconoció nuestra sección y la suiza. En 16 años, desde su fundación, la BIEN sólo tenía 5 secciones. La nuestra fue pues una de las primeras, la cuarta o la quinta. En 2004 el congreso de la BIEN se celebró en Barcelona y fue, claro, la Red Renta Básica quien lo organizó. Y en ese congreso hubo una importante modificación: la BIEN dejaba de ser europea y pasaba a ser mundial. La «E» ya no era la primera letra de «European» sino que pasaba a representar «Earth». Y las secciones empezaron a multiplicarse en ese mismo año y en los años siguientes. Hoy la BIEN tiene ya 40 secciones en todo el mundo. En más o menos el mismo tiempo, de 1986 a 2002, fueron 5 secciones, y de 2002 a 2021 más de 30, que completan las casi 40 actuales. Esto sólo es un reflejo de la presencia de la propuesta de la renta básica en el debate y en conocimiento público general.

Nuestra sección ha realizado desde su fundación 20 simposios o congresos, uno cada año con la excepción de 2020 por la imposibilidad de reunirnos presencialmente con motivo de la pandemia. Se han realizado los simposios en Barcelona, ​​Sevilla, Gijón, Madrid, Zaragoza, Bilbao, Valencia, Vitoria, Palma… El último fue a finales de noviembre de este año en Oviedo y Mieres. En 2022 está previsto hacerlo en La Coruña. Vale la pena decir, en los tiempos que corren, que la Red Renta Básica no recibe ni ha pedido nunca ninguna subvención pública, ni por supuesto privada. Solo tiene la financiación de las personas asociadas. No hay ninguna persona asalariada: nadie cobra por el tiempo y esfuerzo que pueda dedicarse a la Red Renta Básica. Y cada asociado y asociada le dedica lo que puede y quiere.

En estos 20 años largos de historia de la Red Renta Básica, la renta básica ha experimentado, como apuntaba antes, una gran aceleración en lo que respecta al conocimiento de la propuesta. Quede claro que todavía hay mucha confusión, queda mucha gente que confunde la renta básica con las rentas condicionadas como el Ingreso Mínimo Vital del reino de España, o la Renta Garantizada de Ciudadanía de Catalunya, y todavía hay gente que no la conoce en absoluto. Todo esto debe tenerse muy presente para no dejarnos llevar por triunfalismos y optimismos nada racionales. Dicho esto, es completamente cierto que si miramos atrás el camino que se ha hecho ha sido muy largo, y con resultados que poco podíamos imaginar en el 2001. Y algún mérito en la difusión de la renta básica de aquellos niveles bajo mínimos de 2001 hasta los actuales de finales de 2021, aunque por poco que sea, debe de haber tenido la Red Renta Básica.

Pondré unos pocos ejemplos, por otro lado conocidos por las personas que se interesan por la renta básica, sobre algunos recientes acontecimientos que muestran que nos encontramos muy lejos de aquellos inicios del año 2001. El jefe del Estado del Vaticano salió en su defensa recientemente, y hace unas pocas semanas, en la editorial del 4 de abril de 2020, el Financial Times escribió favorablemente sobre ella; y en Catalunya, como es sabido, se está diseñando un proyecto de renta básica que aspira a ser uno de los más ambiciosos del mundo de los muchos que se han realizado hasta ahora. Son sólo tres ejemplos, sólo tres muestras de las muchas más que podrían ilustrar este interés creciente en el mundo y desde muchos ámbitos bastante distintos por la renta básica. Ha pasado mucho tiempo desde que se puso a andar la Red Renta Básica. Mucho tiempo.

Ni que decir tiene que a lo largo de estos años he oído críticas de todo tipo dirigidas a la renta básica. Nada más enumerarlas ya ocuparía toda la extensión de un artículo de estas características. Indiscutiblemente no todas son de igual calidad. Las hay buenas, no tan buenas, mediocres, malas y auténticas tonterías. Muchas veces me han preguntado, sea en una charla o en una entrevista, cuál es la crítica a la renta básica que destacaría. Hay una que siempre me ha llamado especialmente la atención e intentaré explicar brevemente sus razones. Esta crítica dice: la renta básica es muy cara y no puede financiarse. Hay quien lo dice porque no ha leído los modelos de financiación que se han publicado y repite eslóganes, hay quien lo dice porque ha leído los modelos de financiación y considera que son «demasiado costosos», hay quien simplemente es enemigo de cualquier idea de renta básica y por tanto cualquier modelo de financiación no es necesario ni tenerlo en consideración. Y, claro, todavía hay quien se sitúa en algún punto intermedio de estas variantes. Por motivos de espacio dejaré de lado la primera y la tercera variantes y me centraré en la segunda. Podemos encontrar en algún punto intermedio de la variante segunda a gente de derechas de todo tipo, de izquierdas más o menos moderadas, y alguna con pretensiones radicales.

Bien, sea como sea, lo que me ha llamado especialmente la atención de algunos críticos de la renta básica por el motivo de su coste es que nunca he encontrado un contraste con el coste de la no implantación de la renta básica. Por ejemplo, el coste de la cada vez más creciente pobreza; el coste de las enfermedades mentales también crecientes que provoca la situación que vive un porcentaje muy alto de la población; el coste de la población reclusa que está en las prisiones, una parte de la cual no estaría si tuviera la existencia material garantizada (¿hay que recordar una vez más que en las prisiones sólo hay pobres con muy pocas excepciones?); el coste de los puestos de trabajo de mierda por inútiles socialmente y por condiciones miserables que deben aceptarse por no tener, una vez más, la existencia material garantizada; el coste para muchas mujeres que deben soportar malos tratos porque dependen materialmente de su agresor y no tienen otra alternativa real; el coste que, (lo dice el Banco Mundial), los sucesivos brotes de Covid-19 han engrosado en 100 millones el número de ciudadanos que están en extrema pobreza, hasta alcanzar los 711 millones, especialmente en África y Asia, mientras que de forma simultánea un puñado de multimillonarios, el 0,001% de la población, incrementó su riqueza en un 14%… No, todo esto parece formar parte de la naturaleza de las cosas como los eclipses de luna o la relación amigable de los caracoles con la lechuga. La realidad actual, con tantas vidas de gente que suplica (y como suplicantes no son ni pueden ser libres), parece natural a muchos críticos de la renta básica.

Hagamos un apunte de otra realidad muy actual: el enriquecimiento legalmente consentido de quienes se aprovechan de la pandemia del coronavirus. Sabemos que los virus mutan, la Covid-19 lo hace cada 11 días, y algunas mutaciones son peligrosas porque aumentan la posibilidad de contagio o también la virulencia. Ahora la famosa variante Omicrón de Sudáfrica amenaza la aparente tranquilidad anterior. Y la increíble conclusión es: buenas noticias para las grandes multinacionales de las vacunas. Dueños y señores de las patentes, tienen beneficios inmensos. La vacuna de Pfizer/BioNTech será uno de los medicamentos más lucrativos de la historia farmacéutica. Decir que es a expensas de decenas de miles de muertos parece exagerado. Es moderado porque es a expensas de cientos de miles de muertos. Que algunos países hayan pedido la exención temporal de las patentes tendrá para gran parte de los políticos que están dirigiendo con permiso de las multinacionales el mundo una caracterización de “costes inaceptables”. Efectivamente, son opciones.

En un lado, proteger los grandes beneficios privados de los grandes directivos y accionistas de las transnacionales del negocio farmacéutico; en el otro, garantizar la existencia material de toda la humanidad. Son opciones. Lo dice con palabras muy parecidas Lucas Chancel que ha dirigido una de las recientes investigaciones sobre la desigualdad económica en el mundo: “la desigualdad y su reducción no es una cuestión de limitaciones económicas, sino que es una elección política sobre el tipo de sociedad en qué queremos vivir”. Y está claro por qué elección están optando ahora y hoy las políticas económicas del mundo, pero que no nos vengan con argumentos sobre los “costes excesivos de la renta básica” cuando se tolera y se defiende que el mundo tiene que ir como va realmente.

Hay algunos tipos que, ufanos con la realidad actual, por supuesto siempre dispuestos a retocar o “mejorar” un aspecto u otro de esa realidad que no “funciona” del todo bien (que no sea dicho, que estos tipos también ven defectos, ¡cuidado!) y que cuando escuchan una propuesta como la de la renta básica alertan al mundo de que los experimentos deben hacerse, para no arriesgar nada, “con gaseosa”. ¡Qué grandes realistas que destilan prudencia para evitar que propuestas radicales (según ellos) puedan hacer daño! Como si la realidad no fuese una obscenidad permanente para la libertad de la inmensa mayoría y su cotidiana existencia. Una realidad que se aleja de cualquier disfrute de libertad por exigua que sea la concepción que se pueda tener para una gran parte de la ciudadanía. De ahí que, ignorantes del buen vino, esos satisfechos de la realidad (a veces algo “críticos”, por supuesto) estén dispuestos a poner gaseosa en todo momento cuando se hace alguna propuesta que pretenda ir un poco más lejos de los caminos conocidos. Razones de prudencia sólo me permiten aconsejar a estos quídams que prueben un día un buen vino. Y se olvidarán de la gaseosa. O quizás no, y en este caso igual quedan condenados a la mediocridad, incluso a la etílica.

Por motivos que no vienen al caso he vuelto a releer buena parte de lo que dejó escrito Antoni Domènech. Y he encontrado una cita que quiero reproducir: “Me parece que pocas cosas, si alguna, contribuirían tanto hoy a mitigar la capacidad de los imperios privados para desafiar con éxito a los poderes públicos democráticos, como una renta básica de ciudadanía que a la vez que exigiera un minimum de existencia social por todos, luchara también por limitar a un maximum compatible con la vida política republicano-democrática normal, el volumen de ingresos que le es dado recibir un ciudadano”. ¿Renta básica y renta máxima? No apto para los pobres de espíritu y para los de la gaseosa.

Daniel Raventós Es editor de Sin Permiso. Doctor en Ciencias Económicas, profesor titular del departamento de Sociología en la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona, y miembro del grupo de investigación GREECS. Su último libro es «La renta básica: ¿Por qué y para qué?» (Catarata, 2021).

Fuente: https://catalunyaplural.cat/es/algo-de-historia-de-la-renta-basica-en-el-reino-de-espana-y-un-comentario-sobre-los-experimentos-con-gaseosa/

https://sinpermiso.info/textos/algo-de-historia-de-la-renta-basica-en-el-reino-de-espana-y-un-comentario-sobre-los-experimentos-con


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