José Haro Hernández •  Opinión •  19/10/2025

Un resort para una Gaza colonizada

Es incomprensible que se mantengan relaciones con un Estado genocida que, además, secuestra y tortura a nuestra gente.

Mientras los dirigentes de la UE se reunían en Dinamarca para hacer frente a la ominosa ‘amenaza rusa’, ciudadanas y ciudadanos europeos eran secuestrados en territorio europeo(los barcos en los que iban lo son) y en aguas internacionales por tropas de Netanyahu. El ‘delito’ de los activistas no era otro que el de llevar ayuda humanitaria a la Franja, lo cual está avalado por la legalidad internacional. La afrenta no pareció alterar en lo más mínimo a esos líderes que se juntaron en Copenhague, pues siguieron con sus deliberaciones para justificar, mintiéndonos acerca de un inminente ataque de Moscú, el rearme en el que se han embarcado. La realidad es que la invasión la estaba protagonizando un supuesto ejército aliado, que además raptaba a nuestros compatriotas, los encerraba en una mazmorra y los torturaba.

Aunque en descargo del gobierno español hay que decir que envió un buque de la Armada para proteger a la Flotilla, ninguno de cuyos integrantes vio la nave en cuestión; la cual, además, dio medio vuelta en cuanto los activistas se adentraron en aguas de Gaza, no vaya a ser que se topara con los piratas israelíes. No cabe duda de que ello otorgó a los tripulantes una gran sensación de seguridad a lo largo de su periplo.

Dos días antes de este atropello, uno más, a la legalidad internacional por parte de Tel Aviv, Netanyahu y su mentor Trump presentaron lo que calificaron como plan de paz para Gaza. En cuanto uno se ponía a leer sus veinte puntos, parecía viajar en el tiempo hacia finales de siglo XIX y primer tercio del XX, a la época de los protectorados. Pero con un aderezo muy actual: contenía un pelotazo urbanístico. Efectivamente, la idea que aquellos dos siniestros personajes nos quieren vender es el de un territorio dirigido directamente por Trump, sobre el que se desarrollaría una gigantesca promoción inmobiliaria, con viviendas para ser habitadas no por los palestinos, que nunca podrían pagarlas, sino por colonos sionistas y por millonarios extranjeros. Los principales artífices de ese plan fueron Steve Witkoff, enviado especial trumpista para Oriente Próximo, y el yerno de Trump Jared Kushner, ambos multimillonarios del negocio de la construcción. Así que nos encontramos con una Gaza convertida en un enorme resort bajo la égida de un gobernador extranjero que sería el mismísimo presidente de los EEUU, ayudado por un tal Tony Blair, de reconocido prestigio en Oriente Medio, donde, como todo el mundo sabe, es tan admirado como respetado por sus andanzas, hace décadas, en Irak. La seguridad de la Franja se deja en manos de una fuerza internacional participada por los países árabes amigos de los yanquis junto con el ejército israelí, el agresor, que permanecerá al acecho por si la cosa se sale de madre.

Apenas este proyecto colonial se publicó, Sánchez y otros dirigentes europeos, sin tiempo para leerlo, se apresuraron a respaldarlo. Son los mismos líderes que, ante la demanda de cientos de miles de ciudadanos y ciudadanas que en las calles están exigiendo el boicot completo a Israel, adoptan una actitud entre cómplice con los genocidas(una buena parte de las derechas españolas) y cobarde(el gobierno de coalición PSOE-Sumar). La gente comienza a no entender cómo frente a un genocidio que se transmite en directo y ante la extrema gravedad de lo ocurrido con la Flotilla, el gobierno sigue manteniendo plenas relaciones diplomáticas y de todo tipo con Israel. Y monta, votación mediante en el Congreso, un embargo de armas con excepciones porque su aplicación completa podría ‘poner en peligro la seguridad nacional’. Es decir, que estamos obligados a adquirir la maravillosa tecnología militar israelí. Si, en última instancia, nuestra seguridad depende de que compremos armas a un Estado criminal que ha protagonizado un acto de guerra contra nuestro país, habría que hacérselo mirar.

En el momento de escribir estas líneas, llegan noticias de un acuerdo en Egipto entre Hamás e Israel para el intercambio de rehenes, el cual precisa, para llevarse a efecto, de un alto el fuego y un cierto repliegue de las fuerzas israelíes. Pero esto, por desgracia, no es la paz, aunque sin duda es un alivio para la martirizada población gazatí. Porque el plan de Trump sitúa a los palestinos ante la disyuntiva de elegir entre el exterminio o el abandono definitivo de sus tierras. Y dudo mucho que el tipo naranja estadounidense esté dispuesto a abandonar su proyecto inmobiliario en Gaza. Y que Netanyahu acepte irse por completo, y para siempre, de la Franja: ello iría en contra del proyecto de Gran Israel consustancial al sionismo. Por su parte, la resistencia  ha dicho que la Administración de Gaza ha de estar exclusivamente en manos palestinas y que hay que poner plazos a una retirada definitiva israelí. Veremos a ver qué pasa, pero conociendo los antecedentes y a sus protagonistas, el asunto no invita demasiado al optimismo.

En todo caso, a las gentes de esta parte del mundo nos toca seguir movilizándonos en la calle para que nuestros gobiernos rompan su complicidad con el Estado terrorista, apoyen una paz justa basada en la autodeterminación del pueblo palestino y hagan todo lo posible para que los genocidas respondan ante la justicia internacional.    

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