Isaac Enríquez Pérez •  Opinión •  18/11/2025

Las corporaciones tecnológicas y su afán de jugar a un ser supremo

Si bien la tecnología no es neutral, es de llamar la atención que su control está en función de quienes concentran el poder y la riqueza. Ni las universidades, ni los gobiernos nacionales, ni las asociaciones civiles o los organismos internacionales cuentan con el enorme poder de mercado que caracteriza a las corporaciones tecnológicas. Con la concentración de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC’s) y de la inteligencia artificial, estas corporaciones aprovechan las amplias economías de escala que, con contundencia, las erige en monopolios incuestionables al reducir a cero el coste que supone incorporar nuevos usuarios. Meta (antiguamente Facebook), Google, Amazon, Microsoft y Apple alcanzan esa extrema concentración de poder y recursos económicos que prácticamente torna improbable la emergencia de nuevos competidores. Ello se refuerza con la expropiación y transferencia de conocimientos más grande de la historia: aquella que se da desde el trabajador hacia estas corporaciones por la vía de las TIC’s y de la propia inteligencia artificial, regida por la repetición automatizada, más no por la intuición y la creatividad.

La débil y/o ausente regulación estatal o interestatal refuerza estas tendencias en el marco de un acelerado cambio tecnológico que hace de los activos empresariales entidades cada vez más intangibles. Ello marcha a la par de la concentración del ingreso en pocas manos y de la legitimidad o no de esas corporaciones tecnológicas en torno a la creciente concentración de poder y riqueza y, más aún, en torno a la centralización de las decisiones respecto al conocimiento y al uso de la tecnología. A su vez, estos fenómenos tienen como trasfondo las carreras tecnológicas en la lucha por la hegemonía del sistema mundial; de ahí que no únicamente sea un problema con connotaciones microeconómicas, sino también geopolíticas y geoeconómicas a escala global. La ecuación es así: a mayor control del cambio tecnológico, mayor poder geoestratégico global y mayor ensanchamiento de las brechas de desigualdad social e internacional. Esta ecuación es apuntalada por una tecno-plutocracia y por Estados ampliamente poderosos que en ello colaboran obsequiosamente. La afanosa búsqueda de rentas digitales ahonda las condiciones de desigualdad extrema global. En última instancia, lo que se traza con esta concentración de poder es el tipo de capitalismo que se entronizaría a lo largo del siglo XXI y la modulación de las transformaciones profundas que este modo de producción experimentará a partir de las nuevas formas de extracción de valor que ponen a disposición las plataformas digitales. Las consecuencias de todo ello están llegando desde ahora a prácticamente todos los rincones de las sociedades humanas y a las vidas de multitud de individuos y familias, creándose incluso nuevas pautas (des)civilizatorias.   

El pasado 8 de noviembre de este 2025, The Wall Street Journal publicó un manuscrito titulado “Genetically engineered babies are banned. Tech titans are trying to make one anyway” (https://shre.ink/omah), donde precisamente se enfatiza en los alcances de una concentración del poder sin contrapesos. Se trata de una especie de plan secreto eugenésico para la creación de bebés a través de la ingeniería orientada a la modificación genética (https://shre.ink/omc4). Esta edición genética orientada a embriones humanos es emprendida por una startup como Preventive y, a su vez, es patrocinada por líderes tecnológicos de Sillicon Valley, bajo el argumento de que la modificación del ADN de esos embriones puede redundar en la prevención de enfermedades y padecimientos transmitidos por herencia; o bien, abordar lo que denominan como “condiciones genéticas graves”. 

En una pretensión por rebasar todo precepto regulatorio y ético, las inversiones no se hacen esperar. Se trata de un proyecto que al momento –en su fase de investigación preclínica o experimental– tiene recaudados 30 millones de dólares, destacando entre sus animadores Sam Altman, alto ejecutivo de OpenAI, y Brian Armstrong de la corporación Coinbase, dedicada a las criptomonedas. 

Cabe preguntarse: ¿Cuáles son las múltiples implicaciones de esta edición genética de bebés? La creación de bebés con embriones genéticamente modificados supone, en principio, ampliar los límites de la genética reproductiva. Apuestan estas corporaciones tecnológicas a contrarrestar el impacto de enfermedades, diseñar coeficientes intelectuales más altos y demás rasgos físicos preferidos. En suma, se pretende acelerar la evolución del humano a partir de la modificación del ADN de embriones, alterando sustancialmente la genética de la descendencia.

Eufemísticamente le denominan “libertad reproductiva”, y consiste en varias fases: a) seleccionar a los embriones más aptos; b) recurrir al empleo de algoritmos para proyectar o predecir la estatura, la inteligencia y el eventual riesgo de padecimientos, sean somáticos o neuropsicológicos como la esquizofrenia, la depresión y la ansiedad; y c) editar los genes para crear hijos que sean considerados óptimos o dotados de mayores cualidades biológicas (“optimización genética”).  

Esta tecno-dictadura apuesta a radicalizar la mercantilización de la vida humana a través de la emergencia de una industria orientada a la creación de humanos genéticamente editados, sin reparar en las implicaciones éticas, legales y humanitarias. Las plutocracias tecnológicas apuestan a jugar a Jehová; en tanto que los hijos editados genéticamente se ofertarán como mercancías mejoradas. A su vez, una nueva expresión de la desigualdad social emergería: solo podrían acceder a esa “mejora genética” quienes cuenten con un mayor poder adquisitivo. De igual manera, se implantaría una especie de desigualdad genética donde los mega-ricos contarán con la posibilidad de crear descendientes “optimizados” o mejorados.

Es de destacar que los efectos en la genética humana serían inciertos a raíz de estos experimentos, y sus impactos –si fuesen negativos– podrían extenderse por varias generaciones.

¿Y el Estado y las demás entidades de la regulación interestatal? No son problema para las plutocracias tecnológicas, pese a que en Estados Unidos o el Reino Unido está prohibida la manipulación genética de embriones. Mudarían sus experimentos a países con regulaciones laxas como los Emiratos Árabes Unidos.  

Un primer antecedente se remonta a los experimentos de miembros de la comunidad científica china que en el año 2015 adoptaron la técnica de edición genética denominada CRISPR (Repeticiones Palindrómicas Cortas Espaciadas entre sí y Agrupadas). Estos académicos de la Universidad SunYat-sen pretendieron corregir genes de una enfermedad hereditaria y hematológica como la beta-talasemia. Sin embargo, la controversia no se hizo esperar, y hubo científicos que instaron a “pulsar una pausa en la alteración de la humanidad”.

La obsesión de la plutocracia tecnológica por instalar un régimen eugenésico les conduce a desembolsar cuantiosas sumas de dinero para, según ellos, engendrar hijos más inteligentes Recurren al servicio de pruebas genéticas para examinar el coeficiente intelectual de los embriones (cribado poligénico de embriones le llaman a la técnica génica) (https://shre.ink/omWV y https://shre.ink/omWN). A su vez, el grado de distorsión de la realidad de estos altos ejecutivos lo evidencian cuando buscan relacionarse con mujeres inteligentes que cursaron sus estudios en universidades de prestigio y garantizar así “hijos más inteligentes”. 

Aunque los riesgos para la humanidad por parte de esta tecno-dictadura aún son impredecibles o incalculables, el llamado es a la necesaria regulación de las instituciones en distintos ámbitos respecto a estas conductas y proyectos que evidencian la radical concentración de poder. La sinrazón, la obsesión y la vanidad pueden salirse de cauce si no se estudian a fondo las múltiples implicaciones del cambio tecnológico y de aquellas vertientes relacionadas con la genética humana. De ahí la urgencia de volcar al pensamiento crítico en estos temas controvertidos y mediados por intereses creados y que pueden ahondar nuevas formas de desigualdad social e internacional.

Académico en la Universidad Autónoma de Zacatecas, escritor, y autor del libro La gran reclusión y los vericuetos sociohistóricos del coronavirus. Miedo, dispositivos de poder, tergiversación semántica y escenarios prospectivos.

Twitter: @isaacepunam


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