El sentido de la vida
Leo una noticia reciente fechada no sé dónde que cuenta las peripecias de un hombre agraciado con un premio milllonario de la lotería. El susodicho anónimo deja el trabajo y se regala dos semanas sin pegar ni un palo al agua y a todo tren. Los excesos de tamaño desenfreno le llevan directo al hospital.
Entre imbécil e idiota, elijan ustedes un epíteto adecuado para el interfecto, que creyó encontrar el sentido de la vida en no trabajar y darse a la libertad de consumir a tutiplén sin límite alguno.
El concepto etéreo donde los haya del sentido de la vida es un tema clásico de la filosofía de todos los tienpos. Filósofos ociosos que hacen pasar por elevados sus pensamientos abstractos y sesudos para no llegar a ninguna conclusión efectiva. Por sus cojones filosóficos los conoceréis. No es habitual que las mujeres se den a estas quimeras tan numinosas y estériles. Una mujere hace, porque la vida exige hacer.
La vida es movimiento, conflicto y poder. Y nada más. Salirse de esta tríada es mera gilipollez especulatuva para mentes que no tienen que pensar en cómo conseguir pan para su apetito cotidiano ni cobijo para su cuerpo. Solo los espíritus liberados de trabajar en sentido estricto pueden hacer volar sus mentes hacia mundos psicológicos de ficción.
La vida es un hacer. El sentido de la vida es hacer, es un siendo, un haciendo. En el universo todo es movimiento. Las definiciones sirven para acotar un instante y entendernos, pero más allá de la efectividad inmediata, las fotos fijas solo sirven para hacernos una idea aproximada de la realidad. Si osas preguntarte cuál es el sentido de la vida, el por qué y el para qué de ser lo que eres es que estás aburrido o no sabes qué hacer con la vida.
Alguien que tiene que comer todos los días y ha de salir a la jungla de asfalto para atrapar el condumio diario no tiene tiempo para interrogantes estúpidos de luminarias excelsas. Simplemente vive, tomando conciencia de sí mismo y del mundo que le contiene.
El conflicto es inherente al vivir. Todo está en disputa. Todo es contradicción. Todo es lucha de contrarios. Nada existe porque sí, todo se está haciendo, porque todo es porvenir. La memoria no es más que un rescoldo, muchas veces arbitrario, que sostiene la virtualidad del yo. La memoria, incluso, siempre está en entredicho, siempre haciéndose desde las peripecia del presente y de las expectauvas de futuro.
Y, en definitiva, todo es poder. El poder es intrínseco al ser humano. Por el mero hecho de existir ya ejercemos poder en el entorno. Ocupamos un espacio en un tiempo determinado: te cedo el paso o tú me lo cedes. En cualquier caso ejercemos poder por activa o pasiva, intencionalmente o no.
El único sentido de la vida es hacer algo mediante un proyecto o dejándose llevar por las circunstancias. Por mucho proyecto que elaboremos con antelación siempre el entorno guarda alguna sorpresa, favorable o no a nuestros intereses de supervivencia.
Como dejara dicho Albert Camus, la máxima expresión de libertad estribaría en la decisión de suicidarse.
Por tanto, no busquemos el sentido de la vida en algún elemento esotérico ajeno al propio discurrir vital.
El sentido de la vida es hacer y vivir la vida, transformar la sociedad para que todos podamos ser felices y tengamos las necesidades vitales cubiertas. Si algún sentido tiene la vida es hacerla mejor para todos y todas. Otras respuestas son innecesarias o esconden intereses materiales de clase. Solo piensan en el sentido de la vida los que tienen todo en la vida o no saben qué hacer con ella.