Douglas Calvo Gaínza •  Opinión •  18/10/2016

Ana Belén Montes en la carrera contra el tiempo: el cáncer «oportuno» y los gritos «inoportunos»

Aunque ya no estoy participando en la campaña por Ana Belén Montes, sin embargo con todo me llegan las noticias. Hace poco recibí por teléfono una bastante perturbadora: la puertorriqueña que lo sacrificó todo por evitar las agresiones del Imperio contra el pueblo cubano, está enferma de cáncer.

Extrema prueba la de la incomunicación, la enfermedad terminal (siempre tan “oportuna” cuando se trata de alcanzar a enemigos de la política hegemónica de la Casa Blanca), y la del olvido. Como no me gustan las teorías de conspiración, prefiero no especular sobre si el país que es capaz de producir artificialmente huracanes[1], prefirió inocular un germen a esa prisionera odiada. No me extrañaría, pues se trata de alguien muy “incómodo”; pero en ausencia de evidencias durante las próximas décadas, me concentro en lo que sí es seguro:

1.      Si Ana no recibe un indulto humanitario de Obama, su celda será su tumba.

2.      Si eso ocurriera sin que se diera a conocer en Cuba el martirio inusitado de esa internacionalista olvidada, su muerte oscura será un golpe moral increíble para los tradicionales buenos sentimientos del pueblo de la Isla.

¿Quiénes deben asumir ese reto informativo? Obviamente, debería ser la prensa nacional. Pero puedo presumir que ésta no dirá palabra…

En cuanto a Cuba como Estado, ignoro qué pueda o no hacer para socorrer a la compañera presa y enferma. Se sabe que los gobiernos pasan serias dificultades cuando les capturan un espía. Por ejemplo, Richard Sorge, quien ayudó a la Unión Soviética en mil modos diferentes (contribuyendo a cercenar las precoces aventuras militaristas niponas en Manchuria; inspirando estrategias internacionales del Kremlin; advirtiendo con fechas exactas sobre el ataque nazi a la URSS; dando las claves ocultas que permitieron la victoria sobre Hitler a las puertas de Moscú, etc.) nunca fue canjeado por los rusos, aunque Tokio ofreció esa posibilidad. [2] No sé nada sobre este caso concreto de Ana, donde imagino que los diplomáticos cubanos quizás estén intentando salvarla en la sombra, pero habrán chocado con una muralla vengativa e intransigente del lado norteamericano. Como quiera, no apuesto por el triunfo de nuestros negociadores en este caso.

Nuestro anhelo sobre aquellos que “deben hablar”, pues tal es su profesión, y ante un ser humano en tal peligro y padecimiento, el silencio generalizado es radicalmente inoportuno: que hagan su trabajo y que la Historia y su consciencia los evalúen.

Y ahora, llega el caso de los ciudadanos de a pie en Cuba, los pocos que sí conocen algo sobre el triste caso de Ana Montes. ¿Qué hacer ante esta estoica mujer enferma, que resiste en silencio el aislamiento y la fiebre, sin capitular en la entrega de su alma y cuerpo como sacrificio por la paz entre Cuba y EEUU?

Pienso que debemos intentar todo lo que esté a nuestro alcance por divulgar el caso entre personas de buen corazón. Y a nivel internacional, escríbanse cartas a instituciones caritativas y filántropas de todo el orbe, describiendo el drama de la boricua olvidada, para mover sus espíritus al buen favor.

Y así, entre todos podemos ayudar un poco más a Ana en su carrera contra el tiempo. Pues es casi seguro que ni Donald Trump ni Hillary Clinton sean presidentes capaces de indultar humanitariamente a Ana Belén, como ha ocurrido con otros presos.  Obama, ¿quién sabe? Sólo le queda un mes…

Como sea, si al final pereciera ante las garras del “oportuno” cáncer esa dama que hoy languidece sepultada en la más inflexible ocultación (mientras los sonrientes “gringos” empiezan a viajar a Cuba en nombre del “olvido”, y de principios éticos semejantes a los que movieron el accionar de Ana), todos los que con gritos “inoportunos” la hemos ayudado sin contar con Estados, recompensas monetarias, honores y demás, tendremos la consciencia limpia. Y de cierto, la implacable jueza-Historia a la postre nos indultará.

 

 

 


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