Venezuela frente a la amenaza imperial: soberanía, dignidad y paz en el Caribe
Maduro recordó a Trump que vincular altos cargos venezolanos con mafias y carteles es una manipulación mediática que busca preparar el terreno para un conflicto armado.

El despliegue de buques de guerra y cazas estadounidenses reaviva las tensiones en el Caribe. Venezuela responde con firmeza, apelando al respeto, la soberanía y la paz. La unión cívico-militar y el respaldo de la CELAC y el ALBA desmontan la narrativa de Washington y refuerzan la resistencia bolivariana.
En las últimas semanas, la República Bolivariana de Venezuela ha vuelto a situarse en el epicentro de las tensiones geopolíticas continentales tras el despliegue militar de Estados Unidos en aguas del Caribe. La llegada de buques de guerra y cazas a Puerto Rico bajo la justificación de operaciones de “seguridad regional” constituye, en realidad, un movimiento de presión directa contra Caracas y un intento de reeditar escenarios de confrontación ya fracasados en el pasado.
La estrategia, basada en la combinación de hostigamiento militar, operaciones psicológicas y campañas de desinformación, se ha topado con la firme respuesta del gobierno venezolano y con un creciente rechazo internacional a la política belicista de Washington.
El “incidente” que nunca fue y las falsas banderas: un viejo recurso imperial
Desde el hundimiento del Maine en 1898 hasta las supuestas armas de destrucción masiva en Iraq en 2003, Estados Unidos ha utilizado sistemáticamente las acciones de falsa bandera para abrir la puerta a intervenciones militares.
Hoy, Venezuela es víctima de la misma estrategia: se le acusa de narcotráfico, terrorismo o violaciones de derechos humanos sin pruebas sólidas, mientras se oculta el verdadero origen de la violencia en la región.
La narrativa mediática busca aislar al país, justificar sanciones y preparar el terreno para la agresión. Pero la solidez de la unión cívico-militar y el respaldo de organismos regionales han desbaratado esos planes.
El presidente Nicolás Maduro lo señaló con claridad: el plan de Estados Unidos y sus aliados de fabricar un “incidente” en aguas del Caribe con el fin de justificar una escalada militar fracasó estrepitosamente.
La maniobra se apoyaba en lo que se conoce como operaciones de falsa bandera, es decir, la creación de sucesos provocados o manipulados para responsabilizar al adversario y legitimar así una respuesta bélica. Venezuela ya ha sufrido este tipo de agresiones en el pasado: desde sabotajes eléctricos hasta intentos de magnicidio, pasando por invasiones mercenarias como la “Operación Gedeón”.
El actual despliegue naval buscaba presentar a Venezuela como un “riesgo” para la seguridad hemisférica, asociándola falsamente con redes de narcotráfico. Sin embargo, los datos de Naciones Unidas desmintieron esa acusación: el 87% de la droga producida en Colombia y otros países viaja por el Pacífico, no por el mar Caribe, hacia EE.UU. y Europa, mientras solo un 5% intenta pasar por Venezuela, donde la mayoría de cargamentos son interceptados y destruidos.
Además, la campaña mediática internacional que acompañó la operación intentó generar un clima de alarma regional, multiplicando titulares sobre supuestos vínculos del Estado venezolano con el crimen organizado. No obstante, la reacción del gobierno bolivariano fue inmediata y transparente: se mostraron informes oficiales, se difundieron mapas del propio World Drug Report de Naciones Unidas y se evidenció la incoherencia de la narrativa estadounidense. De esta forma, el supuesto “incidente” quedó en evidencia como un montaje fallido, incapaz de sostenerse ante la opinión pública mundial.
Maduro a Trump: “Venezuela es un territorio libre de drogas”
En este contexto, Nicolás Maduro envió una carta al presidente estadounidense Donald Trump, en la que denuncia la proliferación de noticias falsas destinadas a erosionar las relaciones bilaterales.
El mandatario recordó que las acusaciones contra altos cargos venezolanos de tener vínculos con mafias y carteles son una manipulación mediática que busca preparar el terreno para un conflicto armado de consecuencias catastróficas en todo el continente.
Maduro destacó, además, los logros de Venezuela en la lucha contra el narcotráfico:
- Más de 400 aeronaves destruidas dedicadas al tráfico de drogas.
- Neutralización de cargamentos en la frontera con Colombia.
- Un esfuerzo sostenido de la unión cívico-militar para blindar al país frente a este flagelo.
“Venezuela es un territorio libre de producción de drogas”, subraya la misiva, en la que también invita a Washington a sustituir la confrontación por el diálogo constructivo.
El mensaje, además de una denuncia, fue también un gesto diplomático: Maduro tendió la mano a la Casa Blanca para abrir canales de comunicación directa y transparente, recordando que en el pasado ya se habían establecido conversaciones exitosas con enviados especiales como Richard Grenell. En la carta, el presidente venezolano insistió en que la única salida posible es el entendimiento y la cooperación, y advirtió que insistir en la vía de la desinformación y la agresión militar no solo pondría en riesgo la estabilidad de Venezuela, sino la paz de todo el continente.
Unión cívico-militar: los cuarteles con el pueblo. El Caribe como zona de paz
En medio de esta escalada, el ministro de Defensa, general en jefe Vladimir Padrino López, reafirmó que “los cuarteles van al pueblo”, expresión que sintetiza la esencia de la unión cívico-militar que caracteriza a la Revolución Bolivariana desde sus orígenes.
Frente a la amenaza externa, el pueblo organizado y la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) se han cohesionado en la defensa de la soberanía. Esa alianza estratégica ha permitido resistir golpes de Estado, bloqueos económicos y agresiones de todo tipo durante más de dos décadas.
Caracas ha respondido al despliegue estadounidense con ejercicios militares, vigilancia reforzada y un mensaje inequívoco: cualquier intento de violar la soberanía tendrá respuesta contundente.
La experiencia venezolana demuestra que la unión cívico-militar no es un recurso circunstancial, sino un modelo político y social arraigado, en el que las fuerzas armadas participan activamente en programas de salud, educación, alimentación y producción. Esta articulación ha consolidado un vínculo de confianza mutua que convierte a la FANB en una institución profundamente enraizada en el pueblo, y no en una élite separada de la sociedad, como ocurre en muchos países sometidos a doctrinas militares extranjeras.
El presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, lo expresó con nitidez: “Venezuela no quiere guerra, quiere el Caribe como zona de paz”.
Esta es una reivindicación histórica que hunde sus raíces en el pensamiento de Simón Bolívar y en los esfuerzos de integración latinoamericana. De hecho, la CELAC aprobó recientemente una declaración reconociendo a América Latina y el Caribe como región de paz, respaldo fundamental frente a las amenazas de intervención.
Venezuela ha insistido en que la estabilidad del Caribe es clave no solo para los pueblos de la región, sino también para la economía y la seguridad globales. Una eventual escalada militar impulsada por Washington pondría en riesgo rutas comerciales, el turismo, la explotación de recursos marinos y el desarrollo sostenible de pequeñas naciones insulares que ya sufren los efectos del cambio climático y la dependencia económica. Convertir el Caribe en escenario de guerra sería un desastre humano y ambiental de proporciones incalculables.
Además, la propuesta venezolana dialoga con las aspiraciones de organismos como la CARICOM, que desde hace años han defendido la neutralidad del Caribe y la necesidad de evitar que la región se convierta en tablero de confrontación entre potencias. Al reivindicar el Caribe como zona de paz, Caracas no solo defiende su propia soberanía, sino que asume un liderazgo regional en la construcción de consensos y en la promoción de un orden internacional basado en el respeto mutuo y la cooperación.
El rechazo en la propia sociedad estadounidense. Venezuela: dignidad y resistencia
Otro dato clave es el creciente rechazo dentro de la sociedad norteamericana a una eventual invasión: el 62% de los estadounidenses se opone a una intervención militar en Venezuela.
El cansancio social ante décadas de guerras interminables en Medio Oriente y otras regiones limita las opciones de Washington. Ni legitimidad interna ni respaldo internacional: esa es la realidad con la que se encuentra la Casa Blanca cuando intenta justificar una guerra abierta en el Caribe.
Este rechazo no surge de la nada: es el resultado de una profunda desconfianza hacia el intervencionismo militar tras experiencias desastrosas como Iraq, Afganistán o Libia, donde las promesas de democratización y estabilidad acabaron en destrucción, millones de desplazados y el fortalecimiento de grupos extremistas. La ciudadanía estadounidense, golpeada además por crisis internas como la inflación, la desigualdad y la precariedad laboral, percibe cada vez con mayor claridad que los recursos destinados a guerras en el extranjero deberían invertirse en resolver problemas domésticos.
Al mismo tiempo, un sector significativo de la sociedad civil —movimientos pacifistas, organizaciones de veteranos y colectivos progresistas— ha levantado la voz contra una posible intervención en Venezuela, organizando campañas, pronunciamientos y movilizaciones. Estas expresiones de solidaridad no solo evidencian la existencia de una conciencia crítica dentro de EE.UU., sino que además debilitan la narrativa oficial que intenta presentar la agresión a Venezuela como un consenso nacional.
En este complejo escenario, Venezuela vuelve a demostrar que no se rinde. La defensa de la soberanía, la apuesta por la paz y la denuncia de las mentiras del imperialismo constituyen pilares fundamentales de su resistencia.
La carta de Maduro a Trump, el papel de la FANB, la movilización popular y el respaldo de la CELAC evidencian que el país no está aislado. Su lucha es también la de toda América Latina y el Caribe por mantenerse libre de injerencias.
Hoy, cuando buques de guerra y cazas estadounidenses amenazan desde Puerto Rico, Venezuela responde con dignidad, firmeza y convicción.
Como dijo Jorge Rodríguez, el objetivo es un Caribe en paz. Y como recordó Maduro, la relación entre ambos países debe basarse en el respeto mutuo, no en la mentira ni en la violencia.
En definitiva, Venezuela resiste porque sabe que de su resistencia depende no solo su futuro, sino el de toda una región que se niega a volver a ser el patio trasero de Washington.
(*) Concejal IU Ayto. Sevilla.