La marmota con pandereta
Cuando de pequeña escuchaba que somos un país de pandereta me hacía gracia, porque pensaba que eso era por ser todos muy alegres, estar siempre de bureo y celebrar bulliciosamente cualquier evento. A medida que me hice mayor dejó de hacerme gracia, cuando me di cuenta que adjudicarnos ese instrumento como identidad no era enaltecedor precisamente, ni tampoco casualidad. La pandereta, ese instrumento simplón y ruidoso, pero al que no se le puede sacar ni una nota para armonía; propicio para acompañar al chascarrillo pero poco dado al pensamiento y la reflexión. Y nos tocaba como reseña. Lo peor del caso es ir descubriendo que seguramente tenían razón quienes nos lo adjudicaron.
Un país que tiene una monarquía cuyos representantes hace generaciones que están en entredicho. Que el bisabuelo del actual rey ya tuvo que huir porque le echó una república; que su abuelo no pudo reinar porque el trono estaba ocupado por un dictador y por lo visto no era un biplaza; que su padre ha tenido que huir, no porque lo haya echado una república (¡no caerá esa breva!) sino por corruptelas descomunales, estafando cantidades ingentes de dinero al pueblo; no pagando los impuestos que se les exige pagar a sus conciudadanos (¿o debería decir súbditos?); y que él intenta salvar los muebles de semejante institución de la manera más reaccionaria alineándose siempre con las fuerzas de la derecha más recalcitrantes.

Un país que teniendo al parecer el gobierno “más progresista” desde hace más de 80 años, resulta ser un gobierno incapaz ni tan solo de permitir investigar o cuestionar a la saga monárquica en todas sus fechorías. Que años de gobiernos también “socialistas” (no puedo evitar los paréntesis cuando me refiero a ellos como algo que es una pésima copia del original) lo han permitido y silenciado. Supongo que no es fácil cuando un número importante de políticos está enredado en el enjambre de la corrupción y el trapicheo económico, y tirar del hilo nos puede llevar a descubrir un ovillo que no interesa.
Un país donde siguen aumentando las brechas; la precariedad económica, la dificultad en tener una vivienda, la pobreza energética; pero que es líder en desahucios, sin importar si son ancianos, niños o familias enteras. Todo ello mientras buena parte de los anteriores citados entran y salen por las puertas giratorias de las grandes empresas energéticas con ganancias, (ellos y las empresas), espectaculares. Los fondos (y personas) buitres se llenan el buche a diario a costa de la pobreza que ellos mismos provocan y mantienen.
Un país que lidera también el ranking europeo de represaliados en el mundo del arte y la cultura. Las opiniones críticas, sobre todo a la monarquía, no son bien recibidas y son menos toleradas. Curioso cuando hablamos de una institución tan caduca y de representantes de la misma que, lejos de ser modelo de actitud como se esperaría, son como mínimo poco éticos y nada solidarios con su país. Una institución opaca, de la que poco sabemos de sus intríngulis porque los poderes fácticos ya se han ocupado de proteger. Pero si hablas o cantas sobre ello, te esperan los jueces, y no para ir de cañas precisamente. El final del acto probablemente no será favorable.
Un país donde las mujeres siguen sufriendo alta violencia machista. No sólo son las 45 muertes del año pasado, las 55 del anterior, las 47 del otro,…estas cifras indigestas solo son la fatal culminación de algunas de las muchísimas historias de maltratos en todas sus formas que siguen sucediendo cada día. Historias en las que sin moratones ni heridas, la mujer soporta gran peso de la carga laboral, del hogar, de la atención a personas; en las que se les está negado el tiempo y los recursos para nada que no sea producir o cuidar. Ahora con un recién pasado 8M, aún oigo comentarios del tipo: “hemos avanzado mucho, la mujer tiene derechos plenos fundamentales como el hombre. Ya votamos, tributamos, trabajamos en igualdad”. Lo de votar es cierto (siempre y cuando no seas migrante, que añadido al factor mujer y/o pobre ya te manda a jugar en otra liga de derechos humanos); lo de tributar y trabajar también, pero sin hablar de los salarios, porque aquí lo de la igualdad ya naufraga. Parece ser que no apreciamos ese machismo camuflado que se cuela en casas, instituciones, supermercados, o teatros, el más difícil de identificar y por lo tanto de combatir.
Un país donde la publicidad sigue enseñándonos a cada momento chicas monísimas, activas, liberadas, alegres, vientres-planos total (no me explico esa ratio sin un triste michelin), en casas primorosas y con melena al viento. Pueden anunciar coches, detergentes, (en la sección colonias prefiero ya ni entrar porque sería de denuncia directa por agresión a la propia mujer), yogures o comida para perros, es indiferente. El modelo está ahí, en esas guapuras tan “corrientes, habituales y cotidianas”. No se esboza ni siquiera la inmensa cantidad de mujeres que no compran colonias de 80 euros, que no dan latitas de ternera a su mascota, que no escogen el coche más intrépido para sus aventuras, porque son mujeres que su lucha diaria es sobrevivir. Que no tener perrito que pasear, ir en autobús, lavar con jabón de Marsella o tener barriga no son sus problemas existenciales, porque su día a día es mucho más penoso que todo eso. Y ahí están, las que siguen moviendo el mundo.

Un país donde la judicatura hace y deshace en todos los ámbitos. Opina, decide y ejecuta sobre los asuntos más variopintos, aunque la lógica indique que no le correspondiera hacerlo. Un sistema judicial que suele ser la principal rémora para avanzar socialmente. Que lo hemos heredado de los tiempos más oscuros de nuestra historia y que no apunta maneras de poder/querer aclarar ese tono. Que a cada momento con sus decisiones está amparando y bailándole el agua a la derecha más rancia, desprotegiendo a los más vulnerables, castigando a los que difieren de su modelo y pensamiento, y en el fondo, ayudando a que todas las brechas sean cada día más profundas.
Cada día al levantarme oigo y miro el repaso noticiario. Un mal vicio, lo sé. Pero lo estoy dejando… Este repaso hace ya demasiado tiempo que es un bucle continuo: el rey emérito, su familia, sus desfalcos y sus engaños. El desahucio de la familia o de la abuela en tal bloque de pisos. Los abusos de tal o cual mujer que la justicia ya se encargará de minimizar. La precariedad laboral, energética o de vivienda que nos va dejando la pandemia. Las chicas estupendas que nos anuncian de todo. Los jueces que han vuelto a fallar en contra de los derechos más elementales de las personas alineados siempre con el poder…. Y así vuelta a empezar cada día, con algunas pequeñas variantes del tipo: militares en activo miembros de círculos nazis o retirados que piden más contundencia al rey, aunque sea fusilando a media España; o la desgracia de Messi al ver publicado su contrato millonario (una fatalidad casi de cuestión de estado),…en fin, pequeñas variaciones sobre el mismo tema. Pero siempre la misma secuencia, realmente es como el día de la marmota.
El tema está en que entre tanto fraude, no llegar las ayudas a los ERTEs, nuestros jóvenes sumirse en un triste horizonte laboral, ver derechos y libertades cada vez más comprometidas o seguir pagando los recortes en la sanidad pública; VOX y sus acólitos siguen avanzando por la derecha. Que alguien me lo explique, por favor. Definitivamente sí, es un país de pandereta.
Y me temo que nos ha tocado la peor combinación: la marmota con pandereta.
Fuente: https://miraicrida.org/miraicrida/2021/03/16/la-marmota-con-pandereta-2/