Polina Tsvíyovich •  Opinión •  14/10/2020

El abuso y la explotación sexual infantil en el contexto de la pandemia de COVID-19

La pandemia del COVID-19, sin duda alguna, resultó en una nueva realidad para el mundo: hacemos frente a retos nuevos sin todavía resolver los problemas viejos, incluido el abuso y la explotación sexual infantil. Un problema en el que no nos gusta pensar y al cual podríamos dar más importancia.

La infección por el coronavirus SARS-CoV-2 se propagó rápidamente por todo el globo, los desafíos que nos presentó requerían adoptar respuestas igual de rápidas. Muchos Estados han impuesto cuarentenas estrictas y medidas de distanciamiento social, han adoptado duras restricciones a la movilidad, limitado reuniones masivas y cerrado sus fronteras para frenar la pandemia.

La dura realidad es que las medidas que se adoptan para solucionar un problema, al mismo tiempo pueden contribuir involuntariamente al agravamiento de otro.

En julio de 2020, el Instituto Interamericano del Niño, la Niña y Adolescentes (IIN) —organismo especializado de la Organización de los Estados Americanos (OEA)— y los integrantes americanos del Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas hicieron un pronunciamiento conjunto, en el cual resaltaron que muchas personas menores de edad «no parecen un grupo prioritario» durante la pandemia por no estar más expuestos al impacto del COVID-19 y por eso suelen permanecer «invisibilizados en sus afectaciones y secuelas psicológicas, educativas, sanitarias, sociales y económicas».La verdad es que niños y adolescentes a menudo se convierten en víctimas de los efectos colaterales de la pandemia, explicaron los organismos. Es decir, aislamiento, cierre de centros educativos e instituciones públicas, crisis socioeconómica, entre otros, también les afectan. Por todo el mundo y delante de nuestros ojos, incluso en las Américas.

«En materia de explotación sexual específicamente, se estima que el «contexto COVID-19″ tiene incidencia en al menos tres aristas del fenómeno: las modalidades que asume, los escenarios en los que se produce y la intervención del Sistema de Protección, en términos de prevención, detección, atención a víctimas y persecución del delito», dijo a Sputnik Alejandra Di Pierro, coordinadora del Programa de Cooperación Interamericano para la Prevención y Erradicación de la Explotación Sexual, Tráfico y Trata de Niños, Niñas y Adolescentes del IIN-OEA.

Acechando en la sombra digital

A principios de septiembre la Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol) publicó un informe sobre el impacto que tuvo la pandemia en riesgos y tendencias con respecto al abuso y la explotación sexual de menores a nivel mundial.

​Una de las principales conclusiones del informe señala que, obviamente, debido a las medidas restrictivas adoptadas en muchos países para combatir el COVID-19 y sus consecuencias, niños y adolescentes empezaron a pasar más tiempo en internet por varios propósitos, incluidos académicos, sociales y los de recreación y entretenimiento.

Al mismo tiempo, los agresores de menores también están adaptándose a la nueva realidad creada por el COVID-19, y su actividad en internet crece, especialmente en plataformas en línea que gozan de una mayor popularidad entre sus posibles víctimas, así como en la red oscura (darknet).El tiempo que niños y adolescentes y sus potenciales agresores pasan conectados a la red de internet aumentó, eso convierte a los menores de edad en «potenciales víctimas de diversas formas de vulneración de derechos en este ámbito [vinculadas a la identidad, privacidad, violencia en general] y, particularmente, a distintas formas de abuso y explotación sexual», comentó Di Pierro.

También puntualizó que las tecnologías de la información «facilitan el ejercicio de un conjunto de derechos» tanto como «habilitan formas de vulneración».

«En materia de la explotación sexual de niñas, niños y adolescentes en particular, facilitan todas las conductas previstas en el delito de pornografía infantil [producción, posesión, oferta, venta, recepción] y otras formas de abuso sexual en línea que pueden derivar en situaciones de explotación, tales como el grooming [engaño pederasta] y el sextortion [extorsión sexual]», explicó la coordinadora.

La Interpol menciona en su informe que el uso aumentado de entornos virtuales de aprendizaje, causado por la pandemia de coronavirus, resultó en el llamado zoombombing (bomdardeo de Zoom), término derivado del nombre del programa de teleconferencias Zoom. Se trata de una intrusión indeseada en una reunión virtual, cuando los invasores transmiten un contenido obsceno y lascivo. De estos casos, cientos están relacionados con el abuso infantil.Además, según el documento, existe el riesgo de que el impacto negativo del COVID-19 en la economía mundial pueda provocar en el futuro un aumento de la comercialización de material relacionado con el abuso y la explotación sexual de niños y adolescentes.

Vínculos debilitados

Otro aspecto importante del problema es que la pandemia del COVID-19 afectó el vínculo de menores y sus familias con el sistema de protección.

«A raíz de las medidas de cuarentena implementadas, se ha producido el cierre de las instituciones educativas y restringido el acceso a los servicios de salud [dedicados ahora prioritariamente a la atención de esta enfermedad] y otros servicios sociales en general; espacios que resultan claves para la detección de diversas situaciones de vulneración de derechos o recepción de las manifestaciones de niñas, niños y adolescentes», subrayó Di Pierro en sus declaraciones a Sputnik.

Para mejorar la situación, los Estados miembros de la OEA primero trataron de «fortalecer y dar a conocer» sus líneas de ayuda, comentó la coordinadora.

«Sin embargo, con el transcurso de los meses, se advierten algunas dificultades o ineficacia de esas medidas», recalcó.

Explicó que no todos los países cuentan con líneas de ayuda gratuitas, mientras en otros casos hay ciertas «barreras para reportar», por ejemplo, en contexto de confinamiento con el agresor.El informe de la Interpol menciona también una disminución de las denuncias de abusos sexuales a menores, así como una demora en ellas, especialmente durante los primeros días de cuarentenas impuestas por la pandemia, el periodo en el cual muchas instituciones pasaron al teletrabajo y sus empleados experimentaron ciertas dificultades al respecto, incluidos inspectores de crímenes de abuso y explotación sexual de niños y adolescentes.

Otra conclusión importante del informe dice que, además, el cierre de tribunales y cortes resultó en retrasos en la tramitación de casos pendientes relacionados con el abuso y la explotación sexual de menores.

Adaptarse al cambio

Esta claro que los nuevos retos de la pandemia requieren nuevos mecanismos y herramientas para afrontarlos, o al menos que se mejoren los protocolos actuales.

«Desde el IIN recomendamos que deberían reverse las condiciones de acceso a los centros de protección referidos (educación, salud, servicios sociales) y/o, si se mantienen las medidas, ofrecer otros medios y canales que eviten el aislamiento y permitan la detección o reporte de este tipo de situaciones», expresó Di Pierro.

En cuanto a internet, los países miembros de la OEA y organizaciones de sociedad civil «han priorizado acciones de prevención».En particular, lanzaron campañas de sensibilización y promoción para navegar de manera segura por internet y un uso correcto de las redes sociales, así como emitieron recomendaciones para que los adultos «puedan realizar un acompañamiento protector y respetuoso, de acuerdo al principio de autonomía progresiva».

«Igualmente, se ha dado difusión a las hotlines [línea de atención], como medio de reporte de contenidos de abuso sexual infantil o situaciones en línea que puedan resultar vulneradoras de derechos», contó la interlocutora de Sputnik.

Añadió que si la utilización de esta herramienta se mantiene prioritaria en la nueva realidad creada por la pandemia de COVID-19, entonces debe acompañarse de acciones que garanticen y promuevan un uso seguro y responsable de internet .

«Esto implica, entre otras: garantizar acceso universal, ofrecer educación digital y sensibilizar sobre los riesgos, tanto a niñas, niños y adolescentes como a adultos referentes, formar y dotar de las herramientas necesarias a las instituciones del sistema de protección para cumplir su rol de garantes también en este ámbito», aclaró la coordinadora.

En sus declaraciones a Sputnik Alejandra Di Pierro puntualizó que América es una región caracterizada por la desigualdad y no es correcto decir que la pandemia les iguala a los Estados y ciudadanos que forman parte de esta zona»Aquellos países con peores índices de desarrollo humano (pobreza, desigualdades socioeconómicas, desigualdades de género, crisis políticas), son los que ahora enfrentan más riesgos y retospara afrontar el COVID-19 y todas sus consecuencias desde un punto de vista integral», recalcó.

Sí que nos hemos enfrentado a nueva realidad y es cierto que ahora casi todos tenemos más problemas para resolver que antes, sin embargo, mientras lo hacemos, no debemos olvidar de los que siempre han necesitado nuestro apoyo y cuyas luchas a veces solemos subestimar.

Los menores deben tener la niñez y la adolescencia llenas de paz y felicidad, no de abusos, y no importa si es durante una pandemia o no.

Fuente: Sputnik


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