Libardo García Gallego •  Opinión •  14/07/2016

Contra el caos, la indiferencia

En otras ocasiones me he referido a un “país excremental” e “inviable”. Y me   respondieron enojados: “¿Cómo que inviable cuando todos los colombianos vivimos felices y el gobierno no tiene problemas para manejar el Estado?

Un paro de la mafia empresarial del transporte de carga por carretera completa hoy 38 días; se mueren los pacientes (niños, mujeres, ancianos) sin atención médica porque las EPS no pagan las deudas; los refrigerios de los niños o están podridos o no los hay; las becas del ICETEX son para la élite; los delincuentes de cuello blanco que roban miles de millones al erario son premiados con casa por cárcel; es normal agredir y matar a otro porque viste la camiseta de un equipo que no le gustó al intolerante; el padre de la delincuencia durante 8 años recorre a sus anchas el país, escoltado por cientos de guardaespaldas, clamando porque la guerra continúe; los menores de edad consumen licor y sustancias psicoactivas en los prostíbulos; el sicariato y el microtráfico de estupefacientes son nuevas profesiones, sobre todo para jóvenes ágiles; los millones de motociclistas, sin ley y sin control, cual cohetes terrestres arrasan y matan peatones  y nadie corrige la situación; se le entrega el territorio a las multinacionales mineras para que lo contaminen y destruyan; los parlamentarios ganan más de 40 veces un salario mínimo y muchos de ellos han sido elegidos por paramilitares; se le permite a Estados Unidos la instalación de bases militares donde lo deseen; se le abren las puertas a las multinacionales para que inunden el país con sus mercaderías y quiebren a nuestros productores y comerciantes; el sector financiero abusa como le da la gana de sus clientes; en las Altas Cortes de la Justicia tienen curul reconocidos delincuentes; los órganos de la justicia no estudian las demandas porque los afanes por ascender no les deja tiempo para ello; todo contrato debe contemplar las mordidas en el rubro de imprevistos; quienes defienden los derechos humanos o lideran organizaciones sindicales viven siempre en peligro de muerte; los terratenientes han desplazado y arrebatado las tierras a los auténticos campesinos y ahora salen con el cuento que fueron “compradores de buena fe”; se les ofrece trabajo a los desocupados y luego aparecen asesinados portando uniformes y armas de guerrilleros.

Por el momento me acuerdo de estos pocos ejemplos, aunque la lista de muertes, violaciones, atracos, desmanes, injusticias, robos, masacres, es interminable. Sin embargo, aquí no pasa nada, todo funciona normalmente. Nos hemos acostumbrado a tolerar todo tipo de crímenes y a convivir en el estercolero. Se impuso aquello de que “medio mundo vive del otro medio”. La honestidad, la ética, la moralidad, son valores en desuso, practicados sólo por los pendejos, por los que no se comen la papaya que las Instituciones y los corruptos les ofrecen. Los medios de comunicación se nutren de esta casuística delincuencial y nos engañan, a través de la alharaca deportiva y artística y de algunas hazañas individuales, de que habitamos en el mejor de los mundos posibles.

Es tal la ignorancia, complacencia e indiferencia de los sectores populares que a nadie se le ocurre montar una insurrección nacional contra la corrupción, contra el sistema capitalista neoliberal, contra los culpables del caos social reinante en Colombia. Los partidos y movimientos de izquierda, los sindicatos y las organizaciones de los de abajo cada vez están más divididos y la unidad popular más lejana. Las iglesias y el sistema educativo en vez de desalienar embrutecen.

Confiemos en el fin del conflicto armado y tratemos de elevarnos a la categoría de una democracia igualitaria, donde el Estado garantice el goce de los derechos humanos a todas las personas, sin excepciones ni privilegios.

Armenia, Julio 14 de 2016

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