¿Un Nazi-Libertario escribiendo un libro sobre Nazi-Comunismo?

A propósito del lanzamiento del último libro de Axel Kaiser, titulado Nazi-Comunismo, es imposible no mencionar su fanatismo extremo, su burda simplificación ideológica y su falta de rigor intelectual, que lo llevan a afirmar que el comunismo y el nazismo son prácticamente lo mismo, desconociendo aspectos básicos que los diferencian.
Pero más allá de aquellas diferencias evidentes entre comunismo y nazismo, podríamos seguir su misma lógica simplificadora y preguntarnos: ¿por qué no hablamos de un «nazi-libertario» que refiera a la mezcla entre el darwinismo social extremo del nazismo y el individualismo radical que Kaiser defiende como una religión?
Al fin y al cabo, la estupidez de equiparar nazismo con comunismo es la misma que la de vincularlo con el libertarianismo: ambas reducciones convierten realidades históricas complejas en etiquetas binarias, ignorando contextos y matices solo para empujar una agenda política.
Recordemos que el nazismo, más allá de su retórica nacionalista y su racismo esotérico, incorporaba un capitalismo disfrazado de «economía dirigida», donde el Estado intervenía para favorecer a las élites industriales y eliminar a los «débiles» —judíos, discapacitados, disidentes— en nombre de la pureza racial y la eficiencia económica. El propio Hitler admiraba el modelo fordista de Estados Unidos y veía en el individualismo competitivo una herramienta para la supremacía aria.
Traslademos ahora eso al libertarianismo de Kaiser: una ideología que pone la «libertad» individual por encima de todo, promoviendo la eliminación de regulaciones estatales, la privatización total y la supervivencia del más apto en un mercado sin frenos. ¿No es esto una versión moderna de darwinismo social donde los «parásitos» —como los llama Kaiser en su libro anterior Parásitos mentales— son los pobres, los migrantes o quienes dependen del Estado, condenados a desaparecer en nombre de la eficiencia?
Kaiser denuncia el totalitarismo comunista, pero convenientemente olvida cómo el libertarianismo extremo ha coqueteado con autoritarismos de derecha a lo largo de la historia. Basta pensar en el pinochetismo chileno, que Kaiser ha defendido de manera implícita al minimizar sus atrocidades en favor del supuesto «milagro económico». Pinochet, con su mezcla de represión estatal y neoliberalismo desatado, encarna a la perfección ese «nazi-libertario»: un Estado mínimo para los ricos y máximo para aplastar a los disidentes, todo envuelto en una retórica de libertad que solo beneficia a una élite.
Sin embargo, aquí hay un matiz clave que Kaiser ignora a propósito: la existencia de una izquierda libertaria que le quita el monopolio sobre el concepto de «libertad». Esta tradición, anclada en el anarquismo de figuras como Piotr Kropotkin, Emma Goldman o Murray Bookchin, combina la crítica al Estado opresor con el rechazo al capitalismo explotador, impulsando sociedades basadas en la cooperación voluntaria, la mutualidad y la autogestión.
A diferencia del libertarianismo de derecha de Kaiser —que defiende la propiedad privada absoluta y el mercado como juez supremo—, la izquierda libertaria entiende la libertad como un bien colectivo, imposible sin igualdad social y económica. Ejemplos actuales como el zapatismo en Chiapas o Rojava en Kurdistán muestran que el libertarianismo no tiene por qué ser sinónimo de individualismo egoísta, sino que puede servir para la emancipación colectiva, anticapitalista y antipatriarcal.
Al omitir esta izquierda libertaria, Kaiser no solo distorsiona el mapa ideológico, sino que deja al descubierto su agenda: equiparar cualquier colectivismo con totalitarismo para justificar un libertarianismo elitista que perpetúa desigualdades. La verdad es que estas equiparaciones —ya sea «nazi-comunismo» o «nazi-libertario»— son ejercicios intelectuales vacíos hechos para polarizar y no para comprender.
Tanto el nazismo como el comunismo fueron totalitarios, pero surgieron de contextos distintos: el nazismo como reacción fascista a un capitalismo en crisis; el comunismo como respuesta a la explotación industrial. El libertarianismo de derecha, en cambio, es una utopía individualista que en la práctica ha justificado desigualdades extremas y alianzas con regímenes autoritarios. Mientras tanto, la izquierda libertaria nos recuerda que la verdadera libertad florece en comunidades solidarias, no en mercados darwinianos.
Finalmente, libros como el de Axel Kaiser no buscan diálogo, sino reforzar fanatismos doctrinarios. Nos hacen ver que la idiotez ideológica no elige bandos: queda donde mismo, en la incapacidad de reconocer la complejidad del mundo y en la tentación de reducir al otro a un parásito mental o social.
