Rafael Fenoy Rico •  Opinión •  11/05/2021

… y del mucho leer nuevos Quijotes surgieron

La obra de Miguel de Cervantes sigue vigente. Esta es una característica de la genialidad, de suerte, que es posible afirmar que la creatividad nunca pasa de moda. Cervantes viene a describir todo un proceso psicológico por el que una persona “normal”, si es que eso existe, se transforma poco a poco, casi imperceptiblemente en otra muy distinta. Tanto que quienes le rodean acaban concluyendo “que vino a perder el juicio”. Cervantes inicia el relato presentando al protagonista, ni siquiera el lugar tiene relevancia, de ahí ese “en un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme”. Porque lo importante es lo que hace y le acontece al protagonista, por sobre nombre “Quijana”. Antecediendo en varios siglos a Carlos Marx, Cervantes refleja como las condiciones materiales condicionan el pensamiento. Y la principal circunstancia que dispara la trama, y que debe saberse sólo iniciar el relato, es que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso —que eran los más del año—, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la administración de su hacienda”.

¿Quién no conoce a alguna persona que casi obsesionada con un tema lo reitera, lo repite, lo invoca constantemente, a la menor ocasión que se presenta? Que entabla confrontación en cuanto sospecha que sus interlocutores no acaban convenciéndose de sus argumentaciones. Adalides de sus verdades, que de forma “generosa” quieren no solo compartir, sino inocular la verdad, la suya, en las mentes de sus convecinos. Y todo ello por el bien de sus (de ellos) “entendederas”, la mejora de su salud, de la felicidad de sus vidas e incluso la salvación de sus “almas”. Devotos de “Dulcinea del Toboso”. a la que invocan cual nueva diosa del olimpo y,  con una sana intención de compartir su credo, discuten y discuten, aportando infinidad de referencias de escritos y escritores, de entrevistas video-grabadas, de declaraciones a las cámaras, de manifiestos que circulan por todas las redes del mundo. En esto de comprender como se forman estos nuevos Quijotes (o Quijotas, valla Vd. a saber) Cervantes ayuda, ya que dice que se enfrascan tanto en sus lecturas que se les pasan “las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio, y así, del poco dormir y del mucho leer” se les seca el cerebro, de manera que vienen “a perder el juicio”.

Porque cualquier persona que ejercita su mente tan monográficamente acaba por llenarla de “la fantasía de todo aquello que leía en los libros,… , y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo”. Y nadie puede negar que a Quijote le anima la justicia y las buenas obras, pero igualmente hay que convenir que quiere hacerlas posible a toda costa y eso lleva a la imposición de sus verdades a quienes acaba despreciando como “ignorantes”.

Conviene sin embargo advertir, para ser ecuánimes, que no todo lo que se lee, se escucha o se visiona, tiene por qué ser fantasioso. Es muy probable que entre col y col alguna lechuga haya. Y esto es predicable no sólo para estos nuevos Quijotes, sino para el común, que está expuesto a mucha desinformación mal intencionada, incluso provenientes de medios muy prestigiosos, pero que se limitan a amplificar enormes mentiras. ¿Se acuerda Vd. de las armas de destrucción masiva? -Si, esas que nunca se encontraron en Irak, pero cuya mentira dio pie a la invasión por EEUU, causando muerte, dolor y sufrimiento a millones de seres humanos en todo el oriente medio.

Sólo al final de esta genial obra Cervantes hace entrar la duda en Quijote y esa duda sobre sus “convicciones” le hace parecer más cuerdo. Una paradoja que cada día se repite. Dominar la mente siempre inquieta y juguetona, asentando la prudencia en el juicio, evitando prejuicios, no es mala receta, aunque ello no resuelva nuestras dudas.


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