Ramón Pedregal Casanova •  Opinión •  10/07/2025

Feria presente del futuro

9 de abril de 2025, Trump, tras poner aranceles a todos los países, declara: “Ya me están besando el culo”.

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El párrafo siguiente forma parte del relato que se llama “Interminable espera”, perteneciente al libro titulado “La tierra será un paraíso”, y con los libros “Largo noviembre en Madrid” y “Capital de la gloria” completa la “Trilogía de la guerra civil”, cuyo autor es el gran escritor Juan Eduardo Zúñiga:

“… es una manera de dar paso a todo lo que sentía el que estaba en el quiosco de bebidas, y seguía leyendo el periódico y tenía ante él la segunda taza de café: una necesidad de dar golpes, preciso descargarla en alguien y el día en que yo pueda enfrentarme con mis enemigos, los que explotan a los débiles, los que compran a los jueces, los que medran con el engaño, los que encarcelan y golpean a los vencidos, ese día, cuando mi fantasía sean hombres de carne y hueso, usaré un hacha, una pala, una barra de hierro y así les vengaré a todos y la historia nos hará justicia y seré comprendido alguna vez pues si hoy nadie nos conoce, más tarde se sabrá de nuestro esfuerzo.”

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En verano, bajo una tormenta de sol que hace hervir el asfalto y temblar el aire, no hay pueblo ni barrio de ciudad cuyos proletas no se sientan libres cuando acuden a la feria que esa mañana se abre con quioscos que aguantan para ser fritos con el aire, te venden chocolate con churros, o te hacen la oferta de ropa y calzado bueno, bonito y barato, de “segundo cuerpo o segundo pie”, bayetas fibrosas y cacharrería, uno del lugar sin pelo y demasiado desgaste de piernas y brazos mira los cuchillos y compara con los más afilados los cortes que hace y precios y medidas con el vendedor, “¿para qué los quieres?”, “¿paqué?, pamatá”, “mira que melocotón, señora, caballero, cojan ustedes la fruta, la que quieran, pruebe, pruebe, y si no sale buena que no me entere que mañana no vengo” … melones, sandías, verdura, miel, aceitunas aliñadas, “pruebe, pruebe”, sillas, “tiro al blanco”, “se rifa, se rifa,” y el aire caliente huele a fritanga de pollo con romero, y la gente compra un número por si le toca la muñeca o el jamón, y por el altavoz se anuncia al barrio con voz nasal, ñañaña, que ha llegado un ungüento para aliviar dolores de rodilla o de cadera y “tengo plantillas pa los talones”, y un cantor de flamenco y su palmero ofrecen su voz aguardentosa quebrada, su pataleo y al claclacla le sigue el golpear rítmico de los dedos en un cajón flamenco en el que se lee Rumbas, Sevillanas, Bulerías, y acaba el cantor para que el socio pase el sombrero cordobés a los asistentes y paseantes, y sin importar el calor la gente pregunta precios, pide kilos, quiere menos y más, … y tal y como es el largo recorrido de la vida, encuentro el teatrillo de muñecos donde unos trabajadores con boina de la fábrica de zapatos, vestidos de mono y llevando sus herramientas en mano, discuten sus diferencias con el capitalista de turno, que luce cara afeitada y brillante, traje de franela, gran reloj de oro en muñeca, puro habano entre los dedos de la mano del reloj y sombrero de copa, y la diferencia termina superada con los obreros arreándole el trasero con grandes zapatos duros, deformes, que hacen callos en esos obreros calzados. El público del mercadillo ríe y da palmas mientras grita “¡Así me gusta!”, “¡Dale una de mi parte!”, “Otra al culo gordo”, …

Va corriendo el reloj y el disco solar tira rayos de fuego todos de una vez, rayo rayo, castigo directo, por lo que he tenido que meterme en una sombra del tendido que ofrece el puesto de refrescos, un alivio, una solución momentánea, una vida nueva, y observo que la gente se despreocupa para recuperarse con bebidas del país servidas acompañadas de gritos en la barra. La temperatura corporal se acomoda al refresco que uno tras otro fluye por las gargantas. El paisanaje de ahí fuera va gustosa envuelta en la llama solar, jóvenes que no calculan o no sienten todavía la quemazón por las camisetas y gorras, como otros, los nuevos pieles rojas, que entran y salen de la sombra tras ahogar el sopor con la pasión de las bebidas frías, esas frescuras dan la medida de la aspiración a vivir en la ganancia, pues tómate otra helada.

Pero, después del primer vaso, apagadas las llamas de los ojos ya veo. Antes era arder dentro del cuerpo y la mente, una herida en cada parte, abiertas las dos al fuego como en aceite que deshace mantequilla. Ahora que se nota la caída de grados y me salva el refresco, veo que a pocos metros hay una cremallera de gente que se mantiene a pie firme mientras ríe y da vivas y aplausos, el buen espíritu eleva el aguante público, voceando “¡dale!”, y es por lo que sigo la cremallera hasta el principio, y mira cual es el motivo que descubro con sorpresa: Hay instalado un globo dividido a la mitad como dos siameses, y admiro la composición que consigue figurar como culo humano de color zanahoria, sobre el que hay dibujados unos labios besándolo. Subiendo la mirada por lo que asemeja una chaqueta de caballero alcanzó lo más alto de la figura, grande, alta, robusta, con la cara del dueño ¡ay!, mofletón color, también, zanahoria, arriba pintado de pelo rubio, con dos globos colgantes por ojos azules, mientras sigue en la posición de agache con los pantalones bajados. ¿Por qué vuelve la cara pintada del color de la hortaliza y por qué le cuelgan los ojos con expresión de sorpresa y rabia a los que tiene a su espalda?, parece preguntarse: “¿¡pero qué hacen los de ahí abajo!?”

Y es que ahí abajo se ha formado una cremallera de gente que se disuelve como las gotas de sudor popular tras beber un reconfortante vaso de algo frío, y así, pero con el espíritu caliente, el primero arrea una gran patada al culo y lo deja bamboleando en su sitio para el siguiente que lanza su chute como si fuese un figura del balón al gran globo de quien ha dicho “Me van a besar el culo”, y qué equivocado estaba. Ahí le llega otro patadón que lo deja temblando, y el lanzador recibe un estruendo de vivas, aplausos, gritos que se dirían de selva, ¡¡¡auuu!!!, ¡¡¡auuu!!!, y no paran los ¡¡¡bieeennn!!! En ocasiones casi se arranca una avalancha, una berranquera, un tiroteo de patadas con cargas explosivas de tantas ganas, pero la masa se contiene y un pie tras otro ensaya su disparo con orgullo de Patria, ¡uno!, ¡dos!, hasta los infantes se animan, ¡dale!, ¡dale!, y el griterío salta en coro, en hola, en marea que sube y llena el espacio aéreo ¡¡¡bieeennn!!! , y el cantaor flamenco resalta con su voz como una piedra rompiendo el cristal de una Casa Blanca, ¡¡¡cabróóónnn!!!

¿Que el gringo pone el culo y se lo besan sus príncipes y gobernadores?, pues tu cálzate el mejor zapato para la ocasión. Después en la ventanilla que está a dos metros, unas manos te dan el certificado y fotografía de la patada, magnífica, de punta, de lado, de empeine, … y los globos, los siameses, los globos de abajo y los de la cara de arriba se bambolean, ¡pin! ¡pan! Desde la ventanilla donde entregan los títulos, por un altavoz se anima “¡Dele con ganas!”, “¡Todo depende de nosotros!”, “¡Dele!”, “¡Dele más fuerte!”, y así era y así es, y por la boca, bajo los ojos saltones y rabiosos, el culiendro suelta gritos llorosos “¡Ayyy!”, “¡Ayyy!”, nada flamencos, que esos son gritos de pueblo duro que se calza sus zapatos. Los lamentos del culo gordo después de cada patada me recuerdan los escuchados hoy a los sionazis rogando a los iraníes mil veces “¡No más por favor! ¡¡¡No sigan bombardeándonos!!!”, y la patada se hincaba en el culo hamburguesero del amo gritando “¡Nooo!”, “¡¡¡Por favor!!!”, “¡¡¡No sigan!!!” Y una, cien, y cien mil veces un chute maestro, y por cada patada en el trasero un certificado constando el nombre del autor de un fenomenal puntapié al imperio. No había que pagar, había que ¡¡¡PEGAAARRR!!!

“¡¡¡Ayyy!!!”, “¡Nooo!”, “¡¡¡Por favor!!!”

Entonces el globo culero de TerrorTrump comenzó a hacer un ruido de oscuridad truenosa, que amenaza con una ventosidad que romperá la vida en la naturaleza más próxima, y la patada de la fila se detuvo retrocediendo un tanto expectante. Todos miramos en un instante suspendido. Nadie decía una palabra. Entonces se abrió una ranura entre los globos siameses y empezó a asomar un bulto oscuro, no hacía falta la imaginación, se veía salir…algo de color marrón con brillo teniendo en medio lo propio, … se veía despedido por un apretón de los siameses, y sin quitarle los ojos de encima acabamos adivinando por su forma, poco a poco, el brioche con eso que los gringos le ponen, plantación de kepchup y víctima picada puesta en barbacoa o en plancha: rebotó como pelota en el suelo. Y allí se fue la fila, se lanzó en masa como batallón en el combate a sacudir un zapatazo, dos, tres, mil, hasta echar la mierda sobrevenida al lado contrario de la ventanilla en la que se repartía su certificado por derecho a la masa participante. En la sombra las risas se ayudaban con refrescos y se daban voces de ánimo a la fila y jaleo total, por eso una ola de gritos clamaba: “¡¡¡mierda de hamburguesa!!! ¡¡¡al culo de TerrorTrump es lo que le pesa!!!, “¡¡¡mierda de hamburguesa al culo de TerrorTrump es lo que le pesa!!!, y entonces la multitud rompió filas lanzándose sin guardar la vez a dar su puntapié a las nalgas que volvían a cerrarse, los globos de trasero tomaban forma nuevamente. Pero, amigo, con la multitudinaria descarga de patadas vimos cómo se tambaleaba el muñeco medio desnudo y en cuclillas, que volvía su pelota por cabeza color zanahoria y esos globos azules colgantes que asemejan ojos fuera de sus huecos como si fuesen a explotar a causa de la sorpresa. Y el sol cayendo como un grandísimo carbón encendido. Pero ni eso detenía las patadas, patadas, y más patadas, hasta que flojeó el globo de los siameses en un desinfle primero con ruido de pito … y al poco apuntando a una torrrrrrmenta escalando decibelios que afloja conforme decae el plástico, deja salir aire, aire, aireee flojo, … y vemos que se rompe en tiras, como si desde dentro le diese una crisis y se rajase, y allí lo vio la feria entera arremolinada, por sus rotos salió un torrente de papel de periódico, y la gente estalló en gritos de ¡¡¡mierda!!!, y se corrió la voz, yo decía para mi “¡posverdad!”, y el globo entero, desde la cabeza hasta los pantalones bajados, se ha desplomado. Algún inocente cercano a mí pregunta ¿qué es?, y continúan saliendo montones de papel en chorro, del culo de TerrorTrump sale propaganda, por dentro no era más que una fábrica de papel que dejó caer uno último, y el primero de la masa leyó a gritos para el resto: “Mentimos, robamos y engañamos. En cuanto podemos matamos”

De las patadas pasamos a mayores, la alegría de la multitud hizo jirones el imperante muñecote, y terminó el calor. El camión de la basura abrió su compuerta para deshacer totalmente a Trump. La multitud ayudo a tirarlo al infierno.

Al día siguiente no hubo gigante en la feria, los alumnos de un colegio de infantes habían anunciado la representación teatral de Don Quijote de La Mancha. La temperatura se anunciaba muy adecuada para acompañar al protagonista y llenarse de emoción justa.

Se acabó la mierda imperial. Los gobiernos que besaban el culo al imperio se habían ido con su amo a la fosa séptica.


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