Oscar Ranzani •  Opinión •  10/03/2020

Coronavirus: cómo los medios fomentan la paranoia

Coronavirus: cómo los medios fomentan la paranoia

El psicoanalista Santiago Levín analiza el impacto social del tratamiento informativo sobre la enfermedad.
«Hay una relación directa entre la producción de los medios de comunicación y la reacción de la sociedad», explica el presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos. Las consecuencias en la subjetividad de la sobrecarga informativa.

El coronavirus es, en estos momentos, motivo de charlas en las familias, amigos, vecinos y compañeros de escuelas y de trabajo. Si bien hay un riesgo real, los medios de comunicación –audiovisuales, sobre todo– están generando una sobrecarga de información que provoca el efecto nocivo de la desinformación de buena parte de la sociedad, ya que no logra tramitar todo lo que ve en pantalla: desde el video del primer infectado que pide sushi en su cama de internación hasta los mapas interactivos que van llenando casilleros, como en el TEG, de los países que va “ocupando” el coronavirus. ¿Es tiempo de preocuparse o más bien de ocuparse (entendiendo por esto último el acceso a una información veraz)? ¿Qué impactos tienen los medios en los miedos de la sociedad? “Hay una relación directa entre la producción de los medios de comunicación y la reacción de la sociedad”, explica el prestigioso médico psiquiatra Santiago Levín, también presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA) y psicoanalista. “Hoy en día, la comunicación es instantánea, pero también la repetición es instantánea. La saturación de imágenes de gente con barbijo, de cruceros en cuarentena, de ciudades con las calles desiertas produce pánico cuando no viene acompañada de una orientación editorial adecuada. Se tira en crudo sin ayudar a comprender ni a procesar y queda del lado del público qué hacer con eso”, analiza Levín. “En estos días, hemos escuchado a empleados de farmacia muy preocupados porque va gente del barrio a hacer largas colas y se desespera si no encuentra barbijos o alcohol en gel, cuando debería informarse a la población que ninguna de las dos medidas son necesarias ni recomendadas. Entonces, esa falta de una línea editorial destinada a la información produce también ganancias comerciales en distintos sectores y no sólo pánico en la sociedad”, cuestiona Levín.

–No es sólo provocar miedo sino incentivar la ganancia de algunos sectores involucrados en el tema…

–Hay una página excelente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que tiene más de veinte preguntas y respuestas que explican muy bien qué es el coronavirus, cómo se pasó de animales a humanos o la posible repercusión en el futuro como una nueva enfermedad respiratoria, qué medidas hay que tomar. 

-–¿Los medios audiovisuales pueden generan paranoia colectiva?

–Absolutamente, lo cual no significa menospreciar al virus en sí mismo y la potencialidad patógena. Este pertenece a una familia de virus que ya conocíamos: los coronavirus, que producen en los seres humanos infecciones respiratorias. Algunas son graves, otras no. Este virus en particular, el virus chino, no parece producir una enfermedad muy grave. Hasta el momento, lo que se observa es que produce una mortalidad muy baja, inferior al virus de la influenza que produce la gripe común. Gripe común que produce miles y miles de muertes todos los años alrededor del mundo, y de la cual prácticamente no se habla, que existe una vacuna, etcétera. En el escenario menos preocupante, este virus va a quedar incorporado al pool de virus que producen enfermedades respiratorias estacionales, se incluirá en un plan de vacunación y sobrecargará un poco al sistema hospitalario porque con un virus más, seguramente va a haber más requisitos de internaciones de pacientes debilitados que, al pescarse este virus, pueden hacer una enfermedad un poco más seria. Pero hasta el momento, no hay motivos para generar el pánico que se ha generado. Otro tema es el problema de estas zoonosis, estas enfermedades que afectan a los animales y que se transmiten al ser humano. Hay una relación entre la zoonosis y la depredación criminal que se está haciendo de la naturaleza. Hay muchos estudios que demuestran que cuando se arrasa con selvas vírgenes y con especies salvajes y silvestres se produce un desequilibrio, desaparecen especies animales y vegetales. Muchas de esas especies animales conviven sin enfermarse con distintas clases de patógenos que, al llegar al ser humano, producen enfermedades. Entonces, también hay acá una responsabilidad a escala mundial en relación a qué estamos haciendo los seres humanos con el planeta.

–Si bien el dengue en estos momentos está haciendo más estragos que el coronavirus en la Argentina, la sensación es que la gente está más preocupada por el segundo. ¿Esto también se debe a la desinformación de los medios?

–Los medios de comunicación no son los responsables de lo que está pasando pero tienen una función social importante que no está en este momento suficientemente discutida ni regulada. No me refiero a regulaciones estatales sino a regulaciones éticas. Lo que uno le pediría a un buen medio de comunicación es que entregue información chequeada, pero que también entregue herramientas para el análisis de esa información; es decir, que promueva el pensamiento crítico, que ofrezca fuentes, posibilidades de ampliación de la noticia, más que tener al espectador enganchado con “Ahora volvemos después de estos anuncios”, sin poder moverse de allí. Uno le pediría a un medio de comunicación lógico y democrático que informe pero que también eduque para que la población sepa qué puede hacer. Por ejemplo, en nuestro país venimos de unos años en los que el presupuesto en Salud disminuyó, el Ministerio de Salud desapareció y muchas campañas de prevención se dieron de baja. Como resultado de eso, tenemos un brote de sarampión inédito en la provincia de Buenos Aires y tenemos el dengue aquí. Yo vivo en la Comuna 10 y hace unos días el Hospital Vélez Sarsfield, que es cabecera de la Comuna 10, informó en 48 horas entre cuarenta y cincuenta nuevos casos de dengue, incluso en alguna calle en particular del barrio de Floresta. Es decir, que los medios de comunicación deberían estar informando de medidas para evitar la reproducción del mosquito que transmite el dengue, el uso de repelentes en aerosol, el descacharramiento, el aviso de cuando se ve a simple vista un mosquito que se parece al que debería estar mostrándose para que las autoridades sanitarias hagan algo. Esto queda de lado. Lo mismo con enfermedades que también son infecciosas y endémicas en el país como el Chagas. Son enfermedades infecciosas relacionadas con la pobreza. O la tuberculosis. Entonces, esto del coronavirus es un problema real, pero está reproducido tantas veces por minuto en todos los medios de comunicación que ahora se ha sumado a los tópicos de los noticieros. Tenemos la final de la Superliga, algunas noticias del paro en contra dela retenciones a la soja, las noticias de espectáculos y el coronavirus.

–Desde el otro lado de la pantalla, ¿la emoción colectiva le cambia, a su vez, a la gente la forma de entender la información? ¿Una cosa es lo que está pasando y otra cómo se lo toman las personas?

–Sí, ahí habría que hacer un análisis de cómo es nuestra sociedad. Habría que decir que vivimos –y no hablo solamente de Argentina sino en general– en esta etapa del sistema capitalista mundial. Vivimos en un mundo muy fragmentado socialmente, con un estímulo de las actividades individuales, grupales y sociales, en donde predomina el “Sálvese quien pueda”. En general, la gente no está pensando qué le va a pasar al vecino de enfrente sino “si me pude proveer de alcohol en gel para mí y para los míos”. Esta degradación de la noción colectiva, de la noción de que “estamos todos juntos en el mismo barco”, de la noción de solidaridad, es un caldo de cultivo para las sensaciones generalizadas de caos. Distinto sería si el tejido social estuviese organizado sobre la base de una idea de solidaridad, de una ética de la ayuda. Estaríamos preocupándonos qué pasa con los viejos que están en el geriátrico en la vereda de enfrente o el vecino de la casa de al lado que tiene una enfermedad crónica. En lugar de eso, estamos preocupados por nosotros mismos para que nadie nos tosa cerca, lo cual no es culpa de nadie en particular, pero sí es responsabilidad de todos. Y acá también entran los medios de comunicación. Si los medios de comunicación, que tienen un rol tan importante en la fabricación de subjetividad, en lugar de promover el pensamiento solidario promueven el “sálvese quien pueda”, un solo fósforo puede incendiar una sociedad.

–¿Cree que esos miedos colectivos también incrementan el nivel de discriminación en la sociedad? Por ejemplo, en Europa proliferaban hechos de violencia hacia personas asiáticas en espacios públicos antes de que el virus llegara a Italia.

–Ni hablar. En estos días, en las redes sociales, por ejemplo, nos hemos podido enterar de infinidad de casos, un poco como broma pesada y un poco como discriminación, contra ciudadanos de origen chino, a los que se los apoda “coronavirus”. Incluso, hubo casos de respuestas violentas de un ciudadano de origen chino cuando se lo bromeaba pesadamente de este modo. Vuelvo a insistir, porque me parece un dato fundamental: para que se genere mucha preocupación, mucho temor, caos informativo y conductas discriminatorias tiene que haber una base social porque esto no se daría en cualquier condición. Tienen que haber condiciones previas para que todo eso se dé. Por un lado, el accionar de los medios de comunicación, pero por el otro lado tiene que haber un tejido social lo suficientemente degradado, con enlaces muy débiles, con poco ejercicio de la solidaridad, de la ayuda y de la preocupación por el otro. Entonces, esto revela, de alguna forma, una sociedad fragmentada, donde ha triunfado el pensamiento individualista y muy necesitada de una política que vuelva a cohesionar ese tejido social, que vuelva a trabajar sobre esa subjetividad, de modo de volver a construir una sociedad que intente que todos nos salvemos, no solamente uno. Entonces, esa sociedad fragmentada, en donde cada cual intenta salvarse solo, es el caldo de cultivo para que este tipo de noticias produzca este tipo de reacciones.

–¿El incremento del miedo a lo desconocido tiene también que ver con que los seres humanos sienten una cercanía con la muerte, como un riesgo palpable de muerte, como le hacen sentir los medios?

–Sí. Para algunos teóricos, la muerte es el gran tema de los seres humanos. Somos los únicos animales mortales, en el sentido de que tenemos la noticia, la conciencia de que nos vamos a morir. Habría que ver bien de qué modo la muerte y lo mortífero desde el mensaje colaboran en esta reacción. Es importante aclarar esto: diferenciamos psiquismo de subjetividad. Esta es una diferenciación relativamente reciente en la teoría psicológica y psicoanalítica. En nuestro medio, una de las personas que más trabajó esto fue Silvia Bleichmar. Psiquismo es el modo de funcionamiento del aparato psíquico y más o menos consideramos que es muy similar en distintas etapas históricas y en distintas culturas. En cambio, la subjetividad son los modos de concebirse a sí mismo de cada época, en función de los valores que cada sociedad detenta. ¿De dónde provienen esos valores y esos modos de definición subjetiva? Provienen de los medios productores de subjetividad, que son la escuela, la enseñanza en general, los medios de comunicación en gran medida, la propia familia como reproductora de todo esto. Entonces, si desde los medios de comunicación se construye al receptor de esa información como un individuo frágil que, en cualquier momento, entra un virus por la ventana y lo mata, esto va a incorporarse en estos modos de subjetivación.

–La gente no deja de subirse a un avión o a un ascensor, a pesar de que hay aviones y ascensores que se caen. ¿Esto tiene que ver con que es un miedo naturalizado, algo que no está pasando con el coronavirus al que lo siente como un miedo no naturalizado?

–El miedo como reacción humana no eliminable de la ecuación. De hecho, ante catástrofes, ante situaciones descontroladas, la reacción de miedo es pertinente. Muchas veces, ese miedo cuando se hace colectivo empeora el desarrollo de una situación catastrófica. También el miedo es un factor muy utilizado para el control social. Desde las epidemias más antiguas y las pestes medievales, en adelante, sabemos que algunas palabras también son utilizadas como forma de control social. Entonces, también es importante distinguir, no en el caso del coronavirus en particular, pero sí en otros casos en donde se estimula el miedo para evitar justamente la organización de una sociedad mejor informada.

–¿Es solamente miedo a la muerte o también a cambiar el estilo de vida, a no tener el control de su vida propia o a las consecuencias que pueda tener en sus relaciones personales e incluso laborales?

–Eso es yendo más a la cuestión individual. Cada individuo tiene una constitución psíquica propia con sus fortalezas y sus debilidades, así que cada cual va a reaccionar de manera distinta, desde la negación del fenómeno hasta la dramatización de una situación que no merece ser dramatizada. En el medio, están todas las reacciones pertinentes de todas las personas. En este momento, están sonando más los celulares de todos los médicos del país, de todas las especialidades, a quienes se les pregunta: “¿Tengo que suspender el cumpleaños de mi hijo?”, “¿Tengo que mover mis vacaciones para más adelante?”, “¿Tengo que ir a la oficina o no?”. Esto muestra un poco, como su pregunta sugiere, el incremento del miedo a nivel individual. Pero también muestra que no estamos educados para dirigirnos a las fuentes principales de información. Cuando hay una enfermedad infecciosa sobre la cual existen dudas, la fuente principal de información tienen que ser el Ministerio de Salud de la Nación, la Organización Mundial de la Salud. En lugar de eso, estamos preguntándoles a los medios de comunicación o a los médicos individuales que, muchas veces, tampoco van a buscar la fuente original.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/251778-coronavirus-como-los-medios-fomentan-la-paranoia


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