Argentina. “Ya no somos invisibles”

En 2018, pusieron el cuerpo a varias batallas adentro y afuera de la fábrica. Representan el 10% del total de trabajadorxs. Algunas son hasta tercera generación en la empresa, laburan en los talleres, se enfrentan al machismo de sus jefes y compañerxs. Pero, por sobre todo, defienden con pasión el Astillero. Cuatro de ellas compartieron sus historias con Cítrica.
El Astillero Río Santiago (ARS) de la ciudad de Ensenada es la empresa que tuvo más obrerxs desaparecidxs durante la última dictadura: 44. Paradas frente al monumento conmemorativo, Ivana, Paula, Alicia y Cecilia buscan entre las placas a la única mujer: la delegada gremial Matilde Itzigsohn, secuestrada el 16 de marzo de 1977. Con el pecho inflado de orgullo, las cuatro piden una foto también ahí.
Las trabajadoras son un poco más del 10% de la planta, un universo copado históricamente por hombres: 350 de 3.151 son mujeres. Su rol activo en el conflicto contra el vaciamiento que intentó el gobierno de Cambiemos trascendió la fábrica. En la represión a la protesta contra el Presupuesto de hambre 2019, fueron detenidxs dos mujeres y tres hombres del Astillero.
A partir del debate que generó el pañuelo que colgaron en un buque, el aborto dejó de ser un tema tabú en la fábrica.

Su hijo la acompañó a la entrevista y escucha. Así como su mamá acuerpó la resistencia de su abuelo, él está aprendiendo de estas mujeres que la lucha es una construcción colectiva, que es el camino, siempre.
La “ropa azul”, una conquista
La batalla contra el machismo es una más de las peleas que libran día a día las trabajadoras del Astillero. Es una constante el “tener que demostrar” que saben laburar para “ganarse el respeto”.

Alicia tiene 27 años. Es técnica electromecánica e ingeniera industrial. Entró a trabajar hace cuatro años al taller de estructura del Astillero y ya pasó por todos los espacios en los que se construye un buque. “Pude completar toda la cadena: taller, plato, grada y muelle”, detalla.“Me metí en recovecos, me rompí las canillas porque tenía que pasar por agujeros chicos y así me conocí todo un barco. Eso hizo que me ganará el respeto de mis compañeros, que digan ‘la vi a esta piba arrastrarse por todo el barco, no le hizo asco a nada’ y cuando me decían ‘no te metas acá porque te vas a ensuciar’, salía toda llena de óxido”, relata desafiante.

Punteo de luchas con “a”, “e” y “x”
El 8A, un grupo de trabajadoras colgó un pañuelo de doce metros a favor de la legalización del aborto de la proa de un buque. A los 10 minutos, el símbolo apareció destruido. “Hubo mucha gente indignada que decía que no representaba a todxs. El día anterior había ido el obispo de La Plata a dar una misa adentro del Astillero. A nosotras no nos representaba y nadie se quejó”, compara Alicia. A partir del debate que generó el pañuelo, el aborto dejó de ser un tema tabú en la fábrica.
Las alumnas de la ETARS fueron fundamentales este año en la formación del Centro de Estudiantxs. “Es muy notorio que hayan sido las que más pilas le pusieron; son un 10% del alumnado. Son chicas que van por las conquistas de las mujeres”, destaca Cecilia, preceptora del colegio.
De 76 delegadxs, sólo 5 son mujeres. “Necesitamos más representación. Nos encontramos exigiendo asambleas de mujeres para que las compañeras puedan expresarse libremente sin que las juzgue o la calle un compañero porque eso suele suceder”, asegura Paula.
En 2018, participaron por primera vez como trabajadoras de ARS del Encuentro Nacional de Mujeres. Escribieron un comunicado con lenguaje inclusivo para repartir en Trelew y le pidieron a su gremio (ATE) que lo imprima y respete. Así fue. “Sabemos que es un proceso y que no va a ser de un día para el otro. Lo importante es que ya no somos invisibles”, celebran.
Cecilia es preceptora de la ETARS Crédito: Nico Fredda.
Fuente: Revista Cítrica