Contra la hipocresía imperialista, contra toda forma de dictadura: Solidaridad con América Latina

En las últimas semanas asistimos atónitos a una serie de acontecimientos bélicos y asesinatos extrajudiciales que tienen que ver con Venezuela y Colombia. La administración de Donald Trump ha decidido volver a la senda conocida de la injerencia política y las agresiones militares al más puro estilo del siglo pasado, cuando su interferencia cortocircuitó los procesos de transformación en muchos países de América Latina. Entonces, a través de la siniestra mano de la CIA y la Escuela de las Américas ejecutó a líderes de izquierda e indígenas, intervino en procesos de liberación y auspició una política de intervención que fue de la mano del narcotráfico, el militarismo y las ejecuciones sumarias. La lista de víctimas es larga: Guatemala, El Salvador, Granada, Paraguay, Chile, Argentina… Si entonces la excusa era la “amenaza comunista” hoy es “el narcoterrorismo”. En ese ejercicio de hipocresía sin caretas, el Gobierno de Estados Unidos en estos días ha liberado al expresidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, que estaba en la cárcel acusado de “narcotráfico patrocinado por el Estado” con una pila de pruebas que le incriminaban a él y buena parte de su familia. Un presidente que recordemos, auspició el asesinato contra la líder ambientalista Berta Cáceres. Ahora, gracias a la intervención de Trump la ultraderecha corrupta regresa al poder en el pequeño país centroamericano.
Trump ha decidido empezar por Venezuela y Colombia su nueva estrategia de dominio en el “hemisferio”. En su estilo de rico desalmado se ha vanagloriado incluso de los asesinatos que comete sin ninguna base legal, sin atender al derecho internacional más básico. Es evidente que la situación en Venezuela es dramática, con millones de personas migrantes repartidas por todo el mundo y un gobierno de Nicolás Maduro corrupto y autoritario. Una deriva de lo que se llamó el “socialismo del siglo XXI” que se ha convertido en una caricatura de lo que un día dijo representar. Con los movimientos sociales de base totalmente machacados, lo que allí ha quedado es una oligarquía “bolivariana” cuya única voluntad es perpetuarse en el poder, que además tampoco ha modificado la correlación de fuerzas del capitalismo. En Venezuela los que peor están hoy en día son los sectores populares y la diezmada clase trabajadora. Pero esa crítica no elude que la situación a la que ahora nos enfrentamos es una agresión imperialista intolerable. Un ejercicio de soberbia criminal que debemos denunciar porque marca una senda de intervención militar en un mundo cargado de testosterona bélica y líderes machoalfa como Trump, Putin, Netanyahu, Erdogan y compañía. No cabe ninguna duda que hay que parar el negocio del narco, detrás del cual está esta por cierto el asesinato de activistas populares, el feminicidio, la trata de personas, el blanqueo de capitales, el exterminio de poblaciones originarias… Un negocio que además va de la mano de la venta de armas, de la corrupción política, de la evangelización como recurso de dominación social. Pero no nos dejemos engañar, el indulto al expresidente y narcotraficante hondureño Juan Orlando Hernández pone en claro cuál es el propósito de estas agresiones: dominar el negocio en primera persona, eliminar los liderazgos políticos hostiles y volver a someter a América Latina para ser el patio trasero del imperialismo criminal de Estados Unidos.
Por la libertad de los pueblos: solidaridad con América Latina.
No a la intervención imperialista en Colombia y Venezuela.
