Ramón Pedregal Casanova •  Opinión •  09/06/2025

¿Dónde nos llevan los designios celestiales del imperio?

Del libro El lenguaje del imperio. Léxico de la ideología americana. Capítulo “III Antiamericanismo”, apartado” VI. Misión imperial y fundamentalismo cristiano en la historia de EEU”. Autor: Doménico Losurdo. Editorial Escolar y Mayo.

“En cuanto termine la guerra podremos someterlos a nuestro modo de pensar, entre otras cosas porque estarán financieramente en nuestras manos”. Presidente de EEUU William Wilson en carta al coronel House ante la Primera Guerra Mundial.

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Toda la historia de EEUU cabe en una gota de petróleo, en un dólar, en una bala, y la de su clase dirigente para hacer lo que hace, cabe en una sola mentira, la continua remisión de sus quehaceres a su designio divino como raza. No es un asunto menor, no es una casualidad, es el propósito elaborado a partir de una práctica que da como consecuencia una filosofía, un sistema de pensamiento fruto de una guerra permanente que busca “la solución final”.

En la guerra contra España, Doménico Losurdo explica cómo la dirigencia estadounidense reclamaba la libertad y la independencia de la isla de Cuba aduciendo que es que es “tan vecina a nuestras fronteras”, y de paso acusaba al viejo imperio de emplear medidas que son una “desgracia para la civilización cristiana”, mezclando de es manera la idea de pertenencia a EEUU en una llamada atribuyéndose la “democracia, la moral y la religión” apartando o condenando a el viejo imperio español de todo ello por más católico que éste se hiciese llamar. De semejante modo el imperio naciente se daba la autorización sagrada de intervención.

El autor se detiene en McKinley cuando toma la decisión de anexionarse Filipinas declarando que ha tenido un encargo de “Dios Todopoderoso”, pues había rezado para que le iluminase y fue eso lo que hizo que el designio le liberase de toda tribulación, ni siquiera de la posibilidad de permitir que se encargase de la tarea “a Francia o a Alemania, nuestros rivales comerciales en Oriente”, y continua diciendo el autor del ensayo que los filipinos no podían tampoco hacerse cargo porque eran “ineptos para el autogobierno”, y se hundirían en la “anarquía y (el) mal gobierno” peor que lo que hacía el imperio español:

“No nos quedaba más remedio que conservar Filipinas, educar a los filipinos elevándolos, civilizándolos y cristianizándolos, y -con ayuda de Dios- hacer lo mejor para ellos, como nuestros hermanos, para los que también murió Cristo. Y entonces me fui a la cama, me amodorré y dormí profundamente.”

Ha quedado en la historia la destrucción sembrada por el ejército estadounidense, la matanza de la población, la hambruna y las enfermedades causadas de manera general, el encierro de la población en campos de concentración, “y hasta recurriendo en determinados casos al asesinato de todos los varones mayores de diez años.”

El imperio experimenta un gusto por la guerra mezclando robo con encargo divino, la verticalidad de las cuentas y la vara religiosa, y con ese espíritu acomete la primera Guerra Mundial. Entrando en ella es cuando el presidente Wilson, ese que parecía tan “demócrata”, escribe a su coronel House sobre sus “aliados”: “En cuanto termine la guerra podremos someterlos a nuestro modo de pensar, entre otras cosas porque estarán financieramente en nuestras manos”. La grandeza imperial se funda en la degradación de sus mismos aliados, y reforzará semejante “grandeza” con el encargo celestial elaborando la mística con la que educa a los suyos en el afán de conquista sin dar pie a cuestionarse lo hecho mientras anulan los 5 sentidos de la población embutiendo en su ideario las palabras paz, democracia, valores humanos, todo tan manoseado que desaparece el significado.

A partir de aquí Losurdo presenta declaraciones de los presidentes del imperio, todas como se verá insistiendo en la misma elaboración fundamentalista economica-política-religiosa con la que desentenderse de la responsabilidad que cae sobre ellos como clase y aparato de sojuzgamiento mundial. En la Guerra fría Eisenhower, en 1953, declara: “La libertad está en lucha contra la esclavitud; la luz contra las tinieblas”. En otra ocasión ordena a sus oyentes que inclinen la cabeza ante “Dios todopoderoso” y como si se dirigiese a ese su Dios dice: “Que todo se desarrolle para el bien de nuestro amado país y para Tu gloria. Amén”.

Foster Dulles -·un puritano riguroso”, según Churchill-, declara con orgullo: “en el Departamento de Estado nadie conoce la Biblia mejor que yo”. (Éste es el que declaraba que a la juventud había que introducirla en el mundo de la drogadicción, la música sin sentido, y todas las perversiones para controlarla mejor, ese era su “lado práctico”). Aseguraba: “Estamos convencidos de que es necesario hacer que nuestro pensamiento y nuestras prácticas políticas reflejen del modo más fiel posible la fe religiosa según la cual el hombre tiene en Dios su origen y su destino”. Mientras Dulles sostiene que los que se niegan a ponerse de su parte contra la Unión Soviética viven bajo “pecado”, los EEUU dirigen la cruzada como “pueblo moral” que son.

Ronald Reagan, desde 1983 será el conductor moral añadiendo que su “pueblo” es el más fiel a Dios, haciendo de cartel para lanzar la lucha contra “el enemigo ateo” y combatiendo” el pecado y el mal” como manda la “Escritura” y “Nuestro Señor Jesús”.

Clinton comenzó su mandato con las siguientes palabras: “Hoy celebramos el misterio de la resurrección americana”, para luego traer a colación “el pacto de nuestros padres fundadores y el Todopoderoso”. Y añadió: “Nuestra misión es intemporal”. Terminó declarando: “Desde esta cumbre de la celebración escuchamos una llamada de auxilio en el valle. Hemos oído las trompetas, hemos realizado el cambio de guardia. Y ahora, cada uno a su modo y con la ayuda de Dios, debemos responder a la llamada. Gracias y que Dios os bendiga a todos”. Cuando fue reelegido dio “gracias a Dios por haberle hecho nacer americano”.

George W.Bush hizo su campaña electoral con el dogma: “Nuestra nación ha sido elegida por Dios y tiene la misión histórica de ser un modelo para el mundo”.

Todo indica que los imperialistas toman la religión bajo sus intereses expansionistas y exterminadores como medio para dominar a los pueblos y hacer de ellos esclavos.

Para terminar Doménico Losurdo escribe: “Incluso la aniquilación atómica de Hiroshima es ocasión para ensalzar al Todopoderoso, que ha reafirmado clara y justamente su confianza en el pueblo elegido, garantizándole en exclusiva la nueva y terrible arma de destrucción masiva. Así es como argumenta el presidente Truman: “Damos gracias a Dios por haberla puesto a nuestra disposición y no en manos de nuestros enemigos, y le rogamos para que nos enseñe a usarla según Sus disposiciones y Sus designios”. Como se ve, la legitimación y la asistencia divina están garantizadas también para las nuevas Hiroshima Después han figurado como presidentes otros tantos, son figurones que cambian porque el gran capital culebrea para agrupar fuerzas en dirección del objetivo que define a la clase imperial. En situaciones de crisis sistémica como es la que sufre hoy, comprobamos diariamente que su apoyo en ese mandato divino que se atribuyen se infla junto a su mal estado, y busca la Tercera Guerra Mundial, ¿nuclear?, con “aspiraciones de conquista y designio celestial”, en el Norte, en el Sur, en el Este y en el Oeste.

En la actualidad tenemos como emprendedor mercenario de la tarea imperial, con los mismos presupuestos de exterminio, de genocidio, de “Solución final”, bajo el manto bíblico y toda la fraseología “democrática y celestial”, al ente colonial que cuida y arma EEUU. El último escándalo “civilizatorio divino” fue hace dos días en la ONU votando contra un acuerdo de paz en Gaza.

Toda la historia de EEUU cabe en una gota de petróleo, en un dólar, en una bala, y la de su clase dirigente para hacer lo que hace, cabe en una sola mentira, la continua remisión de sus quehaceres a su designio divino como raza.

Ramón Pedregal Casanova es autor de los libros: Gaza 51 días; Palestina. Crónicas de vida y Resistencia; Dietario de Crisis; Belver Yin en la perspectiva de género y Jesús Ferrero; y, Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios. Colaborador del canal Antiimperialistas.com, de la Red en Defensa de la Humanidad.


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