José López •  Opinión •  09/06/2023

El misterio del voto popular

¿Por qué el pueblo vota a sus verdugos? 

La contundente derrota de la izquierda el pasado 28 de mayo en las elecciones autonómicas y municipales españolas ha reabierto el debate (en la prensa alternativa, este debate nunca se verá en los grandes medios de comunicación) para intentar explicar este misterio de por qué mucha gente vota precisamente a los partidos políticos que más atentan contra sus propios intereses. Y es que lo verdaderamente chocante es que incluso en barrios populares gane el partido que más desmantela la sanidad pública, que más recortes sociales practica, que más atenta contra los derechos laborales, que más conculca el derecho a la vivienda, que más corrompido está (aunque esto no es tan extraño en una sociedad corrupta hasta la médula),… No es nada misterioso que la derecha arrase en las zonas más ricas del país, pero sí lo es que también gane en las más humildes.  

No es intención de quien escribe estas líneas proclamar a bombo y platillo unas cuantas verdades irrefutables (nunca lo es, siempre incito a cuestionar todo lo dicho por mí), sino simplemente contribuir a dicho debate. Veremos si el adelanto de las elecciones generales (muy arriesgado, polémico e inédito que se convoquen en plenas vacaciones estivales) va a posibilitar o no una remontada de la izquierda, pero creo que es necesario profundizar en dicho debate e intentar dar con las causas, no sólo las más inmediatas, sino que también las más profundas, que expliquen dicho misterio. Mientras no demos con dichas causas, por lo menos con las principales, no podremos combatir la progresiva derechización de la sociedad (que no sólo ocurre en nuestro país, sino que es un fenómeno internacional). 

Es muy difícil conocer con exactitud todas las causas de por qué la gente vota lo que vota. Se necesitan estudios estadísticos rigurosos y objetivos para intentar saber lo que va a votar la gente, así como se necesitarían también estudios estadísticos rigurosos y objetivos para intentar explicar por qué la gente ha votado lo que ha votado. Ni siquiera muchas encuestas aciertan (sin contar con que muchas veces están manipuladas, pues buscan condicionar a la opinión pública, más que informar sobre lo que piensa). Mucha gente no contesta, o contesta algo que realmente no piensa, o luego cambia de opinión, hay muchos intereses ocultos de quienes financian los estudios que se hacen actualmente,… No sé francamente si alguna vez habrá algún estudio serio en el que basarse para contestar a la pregunta objeto de este artículo. Por consiguiente, por ahora, sólo podemos especular, en base a lo que observamos en nuestra sociedad cada uno de nosotros, tanto en nuestro entorno más cercano, como un poco más allá de nuestro alrededor. Por consiguiente, creo que nadie puede afirmar nada sobre este asunto sin que sea muy cuestionable. Dicho lo cual, voy a especular un poco sobre las causas por las que yo creo que la gente vota lo que vota. 

Nada sucede en general por una única causa. Siempre hay varias causas que explican cualquier acontecimiento, las cuales muchas veces están interrelacionadas entre sí. Hay causas más inmediatas (más cercanas en el tiempo) y también hay causas más profundas (no tan cercanas en el tiempo, pero que también influyen, y mucho). Voy a intentar esbozar a grandes rasgos las principales causas, tanto las más superficiales como las más profundas, que podrían explicar el voto de la gente. 

Algunas de las causas de la clara derrota de la izquierda en estas pasadas elecciones son achacables a la propia izquierda, y es importante identificarlas y corregirlas cuanto antes. En su día intenté analizar los principales errores históricos y profundos de la izquierda en general, los cuales no son sólo achacables a un solo país ni a una situación concreta. Y muchos de ellos se siguen produciendo en la actualidad. Sin duda, el fracaso de las experiencias históricas que han intentado superar el capitalismo en el pasado siglo influye mucho. Sobre todo la desaparición de la URSS, la cual analizo en profundidad en uno de mis libros, ¿Reforma o Revolución? Democracia. Las palabras “socialismo”, “comunismo” o “anarquismo” suenan mal a la mayor parte de las personas de nuestra sociedad actual, aunque casi nadie sepa realmente qué significan. Y, por supuesto, la derecha (con todos sus medios, como los grandes medios de comunicación financiados por capitalistas) explota continuamente esos fracasos históricos para impregnar bien en las mentes de las personas los prejuicios necesarios para que el orden capitalista no se cuestione ni se ponga en peligro, para que el capitalismo sea el fin de la historia, para que casi todo el mundo piense que es el único sistema posible, que no hay alternativas. Se ha impuesto el pensamiento único. Tanto por los errores de la izquierda, como por la labor continua de la derecha, que nunca se duerme en los laureles, que hace “campaña” todos los días del año, todos los años, de manera machacona a través de los grandes medios de desinformación masiva. La dictadura capitalista ha alcanzado tal grado de sofisticación, de eficacia, que ha logrado que la “democracia” afiance el capitalismo en lugar de ponerlo en peligro. Cuando en verdad, la democracia, sin comillas, la real, es la que lo puede poner en peligro de extinción. Por no extenderme demasiado remito a varios de mis escritos (todos ellos publicados en mi blog para su libre descarga y distribución) para profundizar en dichas causas, como por ejemplo: Los errores de la izquierda y El fracaso del «socialismo real».  

En este artículo voy a centrarme sobre todo en los errores cometidos recientemente en España por la izquierda. Aunque al batacazo de la izquierda, obviamente, también ha contribuido mucho el acoso y derribo (sobre todo mediático, e incluso de las cloacas del Estado) que ha sufrido Podemos desde que nació. Como la derecha seguirá haciendo lo que mejor sabe hacer, es decir, manipular a las masas y usar todos sus resortes para que el pueblo siga votando a sus verdugos, tenemos que centrarnos en lo que puede hacer la izquierda para corregir sus errores y contrarrestar las acciones de la derecha. La izquierda real, la que pretende transformar este sistema llamado capitalismo, lo tiene mucho más difícil que la derecha, que quienes defienden (o se conforman con) el orden establecido. Pero tiene a su favor la Razón, la ética, la lógica, incluso las propias contradicciones del capitalismo que aparecen recurrentemente en escena (y que lo harán cada vez más frecuentemente y con más intensidad) abriendo ventanas de oportunidad para intentar cambios sustanciales. Para lo cual la izquierda transformadora debe estar bien preparada, debe prepararse mucho antes de que aparezcan dichas ventanas y no sólo cuando surgen. La izquierda tiene que trabajar día a día, año tras año, y no sólo ponerse las pilas cuando el Sistema entra en crisis (mejor dicho, se agudiza su crisis continua), debe estar preparada para la próxima crisis y seguir trabajando, tiene mucho más trabajo que la derecha. Mientras la derecha trabaje más que la izquierda, para mantener el estado actual de las cosas, las cosas seguirán igual o incluso peor. 

A mi parecer, entre dichos errores cometidos recientemente en nuestro país están principalmente los siguientes:  

1) El penoso espectáculo que está dando la izquierda del PSOE de desunión (traiciones, escisiones, sectarismos, personalismos, un proceso de construcción de Sumar que no acaba de arrancar y que ahora tendrá que hacerse a toda velocidad,…). Es imprescindible una seria y duradera unidad de la izquierda real. No hay más que ver la cantidad de organizaciones, que supuestamente y en lo esencial tienen el mismo proyecto político, que hay a lo largo y ancho de nuestro país, lo cual se pone todavía más en evidencia en unas elecciones locales. A diferencia de la derecha, oficial y no oficial, que tiene las mismas “marcas” electorales en todo el territorio español y en todas las elecciones. Dicha amalgama de siglas evidencia muy gráficamente la desunión de la izquierda. 

2) La falta de ejemplaridad y de continuidad. Creo que ha hecho mucho daño, que ha provocado bastante decepción en amplias capas populares, que ciertos líderes de Podemos acaben viviendo en chalés en barrios de clases altas o se retiren prematuramente de la escena política. Era muy previsible que fuesen atacados, como mínimo dichos líderes han pecado de ingenuos. Es obvio que no es nada fácil soportar la enorme presión que han soportado, y que muy previsiblemente iban a soportar, pero eso tenían que haberlo tenido muy en cuenta antes de dar el paso para liderar dicho proyecto político. 

3) Liderazgos recientes más débiles. Es obvio que quienes han liderado en los últimos tiempos el partido morado no tienen la fuerza ni la elocuencia que tenían los líderes fundadores, y esto creo que también ha influido notablemente en la continua pérdida de apoyo popular en las elecciones de los últimos años. 

4) El desgaste de haber gobernado junto al PSOE también puede estar pasando factura. Para contrarrestar este desgaste habrá que explicar a la ciudadanía los logros, reconocer los errores y lo que no se ha podido conseguir por no tener la suficiente presencia en las instituciones. Habrá que explicar también las discrepancias que ha habido con el PSOE para desmarcarse de él, en la medida de lo posible, explicar que en un gobierno de coalición no hay más remedio que ceder en algunas cuestiones, que si se tiene más presencia en el gobierno podrán conseguirse más avances sociales,… Habrá que hacer una intensa labor propagandística para desmontar la engañosa y populista propaganda de la derecha, su charlatanería vacía de contenido, explicando a la ciudadanía sus contradicciones (entre lo que dice y lo que hace), concretando lo que propone, recordando lo que hace al gobernar, lo que perjudica a la gran mayoría, de tal manera que el eje central de los debates con la derecha de cara a las próximas elecciones generales sea sobre todo lo económico, lo social. También habrá que recordarle a la ciudadanía que peligró más la unidad de España con gobiernos de derechas que con el actual gobierno de coalición. La derecha española, como siempre, usa engañosamente la cuestión nacionalista (ETA, Bildu, ERC,…) para desviar la atención y recabar votos de las clases populares, apelando a los sentimientos, y no a la razón ni a lo concreto. La izquierda debe apelar también a los sentimientos (para combatir las falacias de la derecha), pero, al contrario que la derecha, sin descuidar la razón ni lo concreto, procurando que la gente piense, razone y no se deje llevar por sentimientos ciegos, procurando que tenga en cuenta los hechos más que las palabras. 

5) El excesivo protagonismo de la causa feminista en el proyecto político de la izquierda del PSOE, sobre todo en los últimos años. Esto no quiere decir que no haya que luchar por la igualdad entre hombres y mujeres y contra la lacra de la violencia machista, pero debe ser una de las cuestiones más a tener en cuenta en el proyecto político, y no casi protagonizarlo. Lo cual creo que ha contribuido a que muchos ciudadanos de las clases populares se hayan desvinculado de dicho proyecto por verlo como simplemente una causa feminista, como algo más banal y de menor trascendencia. Aunque yo creo, insisto, que no es nada banal y que es de gran importancia, hay que luchar contra todo tipo de desigualdad, incluida la de género. Pero pienso que hay que hacer mucho más hincapié en las cuestiones económicas (trabajo, sanidad, vivienda, educación,…), que es lo que más le importa a la mayor parte de la gente. Obviamente, todo lo ocurrido con la ley del “sólo sí es sí” también ha influido. El mismo error se cometería si se pasara del feminismo al ecologismo como protagonista del proyecto político de la izquierda. Ambas causas, entre otras muchas, tienen que estar, son imprescindibles, pero ninguna de ellas debe ser la protagonista. 

6) La excesiva juventud e inexperiencia de los líderes de Podemos se ha notado. Es imprescindible formar equipos con gente con más experiencia. Creo que Podemos es percibido por amplias capas populares como unos cuantos jóvenes sin experiencia ni capacidad para gobernar. Y algunos errores cometidos en la práctica del gobierno, debido a dicha inexperiencia y juventud, han reforzado esa impresión en mucha gente, que piensa que van a gestionar mejor los partidos tradicionales. Lo que no se da cuenta la gente que piensa así es que van a gestionar mejor los intereses de quienes les oprimen. El caso es que la izquierda debe transmitir más seriedad y capacidad de gobierno, para lo cual es necesario que haya también personas más mayores entre sus caras más visibles, tiene que haber cierto equilibrio entre gente joven y gente con más experiencia. No basta sólo con una Yolanda Díaz, quien se ha convertido casi en la única esperanza, lo cual demuestra la actual debilidad de la izquierda. El peligro de los excesivos personalismos aumenta, en vez de disminuir. Y más ahora que probablemente no habrá tiempo de hacer unas primarias para elegir ni siquiera a los líderes de Sumar (no digamos ya el programa político). Esto es lo que pasa cuando se marea tanto la perdiz y no se trabaja suficientemente a tiempo. 

7) La timidez de la izquierda, la falta de conciencia de que la política en la sociedad de clases actual es fundamentalmente una lucha clasista, una guerra ideológica. Este error está íntimamente relacionado con la “desnudez” ideológica que tiene en la actualidad la izquierda mundial debido al fracaso del “socialismo real”, debido a que sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria o ésta es errática. Es necesario un rearme ideológico, un marxismo del siglo XXI. Mientras la derecha tiene muy claro que la política es una guerra clasista y ataca con todos sus medios (que no son pocos) y con contundencia, incluso de manera agresiva, la izquierda apenas se defiende, e incluso pierde la iniciativa. Mientras las clases opulentas tienen muy claro quienes defienden sus intereses, a quienes votar (de ahí su fidelidad de voto), mientras la derecha les representa fielmente, teniendo bien claro a qué intereses sirve, las clases populares (y la izquierda que pretende representarlas) siguen despistadas, con su conciencia de clase desaparecida en combate. 

Difícilmente puede ganarse una guerra si no se es suficientemente consciente de que se está en una guerra. En una guerra gana quien tiene la iniciativa, quien tiene más coraje, quien tiene más claras las ideas, quien tiene más medios. Y quien tiene todo esto tiene asegurado el triunfo. Y en estos momentos la derecha gana por goleada en todos esos puntos. En los medios la izquierda (real) siempre estará en gran desventaja (el Estado, el cuarto poder, el poder judicial, el ejército y la policía,…, están todos ellos del lado de las élites capitalistas), razón por la cual la izquierda siempre tiene que tener mucha más iniciativa, las ideas mucho más claras y mucho más coraje. Además, la izquierda defiende los intereses de la inmensa mayoría (aunque ésta no lo perciba), defiende cosas de sentido común (aunque en nuestra sociedad sea, cada vez más, el menos común de los sentidos),… Pero en la guerra ideológica no basta con tener la razón, como los hechos están demostrando. 

Cuando el pueblo está alienado, desinformado, inconsciente, cuando la gente tiene su mente nublada de prejuicios, se precisa mucho más que exponer públicamente argumentos elocuentes. Se necesitan también acciones concretas, se necesita mucha coherencia, mucha ejemplaridad y ética (la derecha no las necesita, pero la izquierda sí), mucha persistencia, mucha paciencia, mucha iniciativa, estrategias inteligentes, acordes con los tiempos actuales,… En fin, una labor titánica, pero no imposible. Una labor que no puede estar en pocas manos, que debe distribuirse todo lo posible. Cansa muchísimo más nadar contracorriente, luchar contra el poder establecido que servirlo. Por esto es imprescindible que la izquierda real se dote de liderazgos colectivos (todo lo posible), por esto necesita también la presión y el aliento continuo de las bases, de la ciudadanía, las cuales deben tener el control en todo momento, a través de la democracia más radical y directa posible, por esto se precisa el apoyo sostenido de la calle, la movilización constante (o por lo menos frecuente) de los ciudadanos, sobre todo en los momentos más difíciles, cuando el Sistema contraataca más,… Sólo será posible luchar contra el poder en la sombra y todos sus tentáculos, contra enemigos muy poderosos y con amplia experiencia en el control de las masas, colectivamente, cuanto más mejor. 

Además de los errores recientes y concretos de la izquierda actual en España, y además de los errores históricos y genéricos de la izquierda (que no sólo afectan a la situación concreta actual de España), existen una serie de causas más profundas, más ajenas a las actuaciones de la izquierda, que explican por qué muchos ciudadanos castigan a la izquierda en las urnas, a los únicos que hacen algo (aunque aún sea poco) por mejorar sus vidas, castigándose a sí mismos, cual masoquistas, votando a quienes les van a perjudicar más. No puede explicarse el voto popular a la derecha simplemente, exclusivamente, por errores tácticos, estratégicos o de cualquier otra índole de la izquierda (lo cual no significa que no contribuyan al fracaso, que no haya que intentar identificarlos y corregirlos).  

No se me ocurre peor forma de castigar a la izquierda gobernante (y mejor manera de perjudicarse a uno mismo) que votando a la derecha. Lo lógico sería abstenerse o apoyar a otras organizaciones a su izquierda. Si alguien quiere castigar al gobierno de izquierdas por ser poco de izquierdas no parece muy inteligente votar a otro partido que seguro aplicará políticas todavía menos progresistas (como lo ha demostrado ya con creces cuando ejerce el poder), más agresivas contra la mayoría social. No parece la mejor forma de castigar a la izquierda votar a su derecha. Así no se fomenta que la izquierda que ha gobernado sea más izquierda, que la próxima vez que gobierne aplique políticas más progresistas, sino más bien todo lo contrario. El mensaje que puede interpretar la izquierda que ha gobernado es que el pueblo quiere que sea más derecha, y no más izquierda. Pero sobre todo, si se quiere castigar a un partido que ha gobernado por no haber hecho políticas que le beneficien a uno más que otros gobiernos, lo que no tiene mucho sentido es votar a quienes van a perjudicarle a uno todavía más. Si me decepciona cierta izquierda, si la voté y me ha defraudado, no tiene sentido votar a quienes tengo la seguridad de que me van a decepcionar todavía más, a quienes ya me han demostrado sobradamente cuando gobiernan que no defienden mis intereses, que me van progresivamente quitando derechos. Todo este razonamiento que nos parece tan obvio, parece obvio que muchos de nuestros conciudadanos no lo practican. Reconozco que a mí me cuesta mucho entender lo que se le pasa por la cabeza a muchos de mis conciudadanos a la hora de votar. No estamos hablando de que personas discrepen de mis opiniones, lo cual siempre es legítimo y respetable, sino de que personas voten sistemáticamente a partidos que sistemáticamente practican políticas que les perjudican. Ni, por supuesto, estamos hablando de aquellas personas, de las clases más acomodadas, que votan a la derecha porque defiende sus intereses. 

Si admitimos que los votantes tradicionales de la derecha siempre votan a la derecha (no se abstienen y siempre votan a partidos de la derecha), haga lo que haga ésta, si ha habido prácticamente la misma participación que en las anteriores elecciones autonómicas y municipales, no nos queda más remedio que sospechar que ha habido un trasvase de votos de la izquierda a la derecha. Aunque esto no podemos asegurarlo. Pero lo que sí es seguro es que últimamente la derecha está ganando en barrios populares donde antes no ganaba. Los datos de los resultados electorales están ahí y son bien claros. Lo que sí es evidente es el auge de la ultraderecha. Si admitimos que las clases más desfavorecidas son mayoría y las clases opulentas son minoría, ¿cómo se explica que los partidos más votados sean precisamente los que defienden los intereses de las minorías? No queda más remedio que concluir que amplias capas populares, de las clases menos opulentas, apoyan a la derecha en las urnas. Y no queda más remedio que deducir que hay causas más profundas que los simples errores cometidos por la izquierda para explicar este extraño comportamiento de muchos ciudadanos. 

No hay nada más contradictorio que un obrero de derechas. Y en la actualidad muchos trabajadores votan a la derecha, ya sea al lobo vestido de oveja (PSOE) como incluso al propio lobo sin disfraz (PP). Basta con hablar con compañeros de trabajo de nuestro entorno para comprobar esto y cómo piensan. Esto es algo que no es reciente ni propio de nuestro país, pero sí que se está intensificando en los últimos tiempos. La derecha es cada vez más hegemónica, incluso vuelve el fascismo, aunque bajo las formas del siglo XXI. Ya Marx hablaba, allá por el siglo XIX, de la falsa conciencia de clase, de que el pensamiento de la clase dominante es el pensamiento hegemónico, de que el sistema capitalista no precisa de individuos cultivados, sólo de personas formadas en un terreno ultraespecífico que se ciñan al esquema productivo sin cuestionarlo,… Todo lo cual sigue muy vigente, cada vez más vigente. La mayor parte de las cosas que dijeron Marx y Engels siguen siendo muy vigentes, pues el capitalismo sigue siendo muy vigente, e incluso aparentemente en los últimos tiempos más afianzado que nunca. Aparentemente porque en verdad es un castillo de naipes que puede desmoronarse por cualquier lado y en cualquier momento. Está en clara decadencia aunque todavía no haya una izquierda preparada para intentar de nuevo superarlo. Porque el capitalismo no caerá por sí solo. Y si cae por sí solo arrastrará consigo a la humanidad y su hábitat. Por ahora el principal enemigo del capitalismo sigue siendo el propio capitalismo, sus irresolubles y cada vez más profundas contradicciones. De esto son muy conscientes los capitalistas y sus lacayos, pero aun así trabajan continuamente para afianzar su dictadura casi perfecta

Y ese trabajo se nota. La derecha seguirá trabajando para mantener este (des)orden establecido, para que la falsa conciencia de clase siga siendo la gran pandemia de nuestros tiempos, una enfermedad contagiosa que nubla las mentes de las personas hasta el punto de que votan mayoritariamente a sus verdugos, de que emplean mal el poco poder que se les otorga, depositando una papeleta en una urna cada cierto tiempo que les condena a una vida cada vez peor. De lo que se trata es de conocer bien al enemigo y trabajar más y mejor que él. Sólo así podrá ganarse esta guerra de clases llamada política. Sólo así, en un futuro, esperemos que no demasiado lejano, la política pasará de ser fundamentalmente una guerra ideológica, social, a ser una simple administración de las cosas, a ser sólo la gestión de lo público. 

2 de junio de 2023 

José López https://joselopezsanchez.wordpress.com/


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