Lois Pérez Leira •  Opinión •  08/07/2025

La sopa de letras de la izquierda española: entre el fantasma de Carrillo y la necesidad de una izquierda con rumbo

La sopa de letras de la izquierda española: entre el fantasma de Carrillo y la necesidad de una izquierda con rumbo

España asiste, con creciente perplejidad, al espectáculo caleidoscópico de una izquierda que, más que avanzar, parece reproducirse en un juego de espejos: Izquierda Unida, Sumar, el Partido Comunista de España, y una constelación de siglas satélite que orbitan sin rumbo definido. Lo que para la ciudadanía parece una “ensalada política”, es en realidad la expresión de una profunda crisis de identidad y proyecto.

Sumar, la marca más reciente, nace como intento de reorganización tras el desgaste de Podemos. Pero lejos de ofrecer claridad, lo que ha logrado es ahondar en la confusión. Izquierda Unida sigue existiendo, pero su voz es casi imperceptible, subsumida en una alianza que a menudo parece más una cohabitación forzada que una unidad programática real. El PCE, por su parte, continúa reivindicando su historia, pero sin un papel político independiente ni un análisis marxista claro sobre el momento actual.

Todo es lo mismo pero distinto. Se emplea un lenguaje progresista, se habla de derechos sociales, feminismo, transición ecológica… pero se evita, como si quemara, nombrar la lucha de clases, el conflicto capital-trabajo, o incluso un cuestionamiento de fondo al sistema económico. Detrás de las sonrisas, las listas de unidades impuestas y los pactos de aparato, tarde aún el fantasma de Santiago Carrillo y el eurocomunismo reformista. Una herencia que, en lugar de superar al franquismo, terminó adaptándose al régimen del 78 y convirtiéndose en la izquierda del consenso.

Sin embargo, la historia no está cerrada. Frente a una derecha desacomplejada y una socialdemocracia atrapada en la gestión tecnocrática del capitalismo, la necesidad histórica de una fuerza comunista real en España se hace evidente. Una fuerza que no se limita a pedir reformas suaves ni a participar en gobiernos sin poder real, sino que articule una alternativa desde abajo, anclada en la lucha de clases y que reconozca, también, el derecho de autodeterminación de los pueblos del Estado español.

El federalismo vacío y simbólico no basta. Hace falta una izquierda que combine el internacionalismo con el respeto efectivo por los derechos nacionales de Catalunya, Euskadi, Galicia y otros territorios. Que recupera la tradición del marxismo revolucionario, pero sin caer en el dogmatismo estéril. Que construye organización de base, militancia consciente y proyecto a largo plazo.

En resumen, lo que hay ahora es un mosaico de marcas que compiten por cuotas de poder institucional, sin una estrategia común ni una visión transformadora real. La izquierda necesita dejar de mirarse el ombligo, superar la lógica del marketing político y recuperar su razón de ser: cambiar la sociedad desde sus cimientos.

Mientras eso no ocurre, la sopa de letras seguirá siendo solo eso: un plato tibio, confuso y sin futuro.


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