No serán las élites pensantes, ni los líderes autoproclamados quienes frenen al fascismo
No creo que sea posible construir una sociedad socialista, una sociedad de verdadera justicia social, basada en el buen hacer de una supuesta élite pensante, del mismo modo que no se puede empezar una casa por el tejado, desde la izquierda sistémica nos llegan ecos de las catacumbas del pensamiento que repiten sin ruborizarse las consignas de la revolución francesa y nos devuelve a aquella revolución burguesa de 1789, mientras hablan de la lucha de clases y la explotación como algo del pasado, hipócritas.
Utilizan un nuevo viejo lenguaje donde todo vale, un día se definen como ni de izquierdas ni de derechas, progresistas, demócratas, y al día siguiente cuando necesitan los votos hacen un llamamiento a la unidad de la izquierda, y yo me pregunto, ¿se puede ser de izquierdas y no ser antisistema?, y me respondo un rotundo NO SE PUEDE.
Una parte importante de la juventud que vota a la ultraderecha lo hace porque se cree el cuento de que es lo antisistema. No es difícil hacer creer a una juventud frustrada y poco politizada, a unos jóvenes que no ven un futuro y tienen un presente desesperanzador, que la lucha contra el sistema la hace la ultraderecha, el fascismo.
Cuando en realidad son lo más sistémico que existe porque son alimentadas, creadas y financiadas por quienes realmente controlan el sistema, por los poderes económicos que tienen a la ultraderecha como su perro de guerra cuando deciden ir a por todas y a por todos los pocos derechos que le quedan a la clase trabajadora.
De cualquier modo la derecha de frente y sin la ayuda de traidores dentro de las filas de la clase trabajadora tendría esta guerra perdida. El problema viene del desastre en el campo de la izquierda, que ha sido destruida desde dentro.
Todos ellos, fascismo, liberales, ultraderecha, derecha, socialdemocracia están a las órdenes de las mismas oligarquías que ponen el dinero, mueven los hilos y temen a una clase trabajadora organizada y con conciencia de clase.
Es esa falsa izquierda la que ha abierto una vez más las puertas a la ultraderecha. La historia se repite, no aprendemos. El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla.
«Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica». Lo dijo Salvador Allende, por entonces presidente de la República de Chile. Los jóvenes y los no tan jóvenes no tienen referencia en la supuesta «izquierda» institucional, no ven alternativa al capitalismo que los condena a la explotación y a la pobreza, no tienen conciencia de ser clase trabajadora y consideran la socialdemocracia forma parte del sistema, y en esto tienen toda la razón.
El ridículo llamamiento a la unidad de la izquierda que hacen los oportunistas: los que quieran que me sigan, eso sí, que me sigan a mí, con mis condiciones, si no me sigues, significa que no queréis la unidad, porque la izquierda soy yo, y quien no acepta mis condiciones le esta abriendo las puestos al fascismo. «O yo o el caos».
Y en esto se basan los proyectos personalistas disfrazados de unidad de la izquierda, en vender el miedo al fascismo como la derecha vende otros miedos, pero el miedo es un argumento endeble y con fecha de caducidad si no va acompañado de ejemplo práctico, de acciones, de hechos, de ideología y proyecto.
