Gustavo Esteva •  Opinión •  04/07/2018

México. Rupturas y continuidades

México. Rupturas y continuidades

Ocurrió lo esperado, pero de manera sorpresiva y sorprendente.

Lo más sorprendente es que se instalaron casi todas las casillas y se realizó la votación en forma pacífica, en uno de los procesos electorales más violentos de la historia del país, en un país destrozado por la violencia y bajo amenazas de enorme brutalidad que se manifestaron hasta el 30 de junio.

Tardaremos en saber por qué. Es posible que sea una de las dimensiones de lo que parece un hecho: el hartazgo de amplias capas de la población se expresó yendo a votar y haciéndolo por AMLO. El mismo descontento generó gran participación ciudadana en la vigilancia y organización de las votaciones. El aparato oficial no logró los votos ni echar a perder la jornada. No quiso o no pudo.

No parecía previsto en el ritual que los candidatos perdedores aceptaran tan rápidamente su derrota. El espectáculo que ofrecieron el INE y el Presidente fueron largamente ensayados: era un guion establecido. El discurso de AMLO, sobrio y preciso, tenía los elementos que había pensado por décadas. Consolidaron así el ritual largamente preparado. Los rituales generan las creencias, no al revés.

Se generó una creencia muy general de que el procedimiento electoral funciona. No había confianza en él; la gente lo sabía amañado. Las infinitas trampas de esta ocasión confirmaban el prejuicio general. El ánimo de millones que vencieron sus reservas tendrá consecuencias.

Se generó una doble ilusión: que la mera agregación estadística de apuestas individuales puede formar una voluntad colectiva, y que este procedimiento puede producir el cambio que la gente quiere y necesita. Al mismo tiempo, se expresó un ánimo colectivo de rechazo al gobierno y a sus políticas que será una presión continua sobre el nuevo gobierno y puede manifestarse en otras formas de acción política.

Votaron alrededor de 56 millones de personas. Quienes lo hicieron por AMLO representan menos de la tercera parte de los electores, la quinta parte de los habitantes. No se trata de una anomalía, sino de la norma. Los presidentes estadunidenses son elegidos regularmente por no más de 25 a 30 por ciento de los electores. Esto es la democracia de representación: una minoría elige a los gobernantes y una minoría exigua toma todas las decisiones importantes.

El discurso de AMLO expresa bien los límites de lo ocurrido. Planteó con claridad el compromiso que le permitió llegar: la primera libertad que mencionó fue la empresarial. Ofreció claras garantías de que no tocaría los intereses del capital. Se propone un cambio profundo… pero sin modificar el carácter del régimen dominante.

Cunde la exageración: que triunfó un candidato de izquierda, que se abre en México la oportunidad de cambio más importante de los últimos 100 años… Cuando no se trata de optimismos desbordados, forman parte de las presiones que se ejercen para maniatar al gobierno. El presidente de la Coparmex declaró de inmediato su apoyo a AMLO en el combate a la corrupción y su plena oposición a cualquier cambio en las llamadas reformas estructurales, en particular la laboral, la energética y la educativa. No será fácil para AMLO cumplir las modestas promesas que hizo en este campo.

No es mero gatopardismo: que todo cambie para que todo siga igual. No cambiará todo y habrá, sin duda, cambios importantes. Habrá, por ejemplo, una recomposición de fuerzas políticas que abre oportunidades inesperadas. Desde 2000 el PRI se convirtió en una coalición inestable de mafias. Se ha roto la coalición y no podrá restablecerse. Las mafias han quedado sumamente debilitadas, porque carecerán de los respaldos federales y estatales que facilitaban su operación. Otros elementos de la correlación de fuerzas de han modificado. Iniciativas como la de El día después, anunciada por Diego Luna, muestra la madurez de amplios sectores de la sociedad civil, que saben que el cambio que la nación necesita no sucederá si no nos involucramos, si no participamos (Proceso, 24/6/18).

En este momento de peligro, a escalas nacional y mundial, los empeños que desde abajo se han realizado para reconstruir el país, especialmente por quienes no piensan que los cambios significativos y necesarios puedan venir de arriba, tendrán impacto decisivo. Una de sus tareas más importantes será enfrentar con buen juicio la peligrosa desmovilización que se producirá en quienes celebran hoy el triunfo de AMLO con la convicción ilusoria de que hicieron ya su tarea –votar por él– y ahora toca al líder resolver todos los problemas. Esa desmovilización se combinará con el desmantelamiento de organizaciones y movimientos cuyos dirigentes se incorporarán al gobierno, con la ilusión de impulsar ahí las causas que defienden. Son obstáculos muy serios, de muy graves repercusiones. Pero no son suficientes para detener el impulso de transformación que apareció a ras de tierra el primero de julio y va mucho más allá de esta fecha.


Por Víctor M. Toledo

Buenos días, país; buenos días, nación; buenos días, México. ¡Cincuenta años nos contemplan! Este salto que el país ha dado tiene su origen en 1968. Ni más ni menos. Lo que soñamos aquella generación de jóvenes en rebeldía por fin se alcanza. Quebrar más de dos siglos de una tradición despótica fincada en la opresión, el autoritarismo y la anti-democracia. La dictadura imperfecta ha llegado a su fin, y surge la posibilidad de construir una modernidad alternativa. Tardamos mucho, pero así son los procesos sociales: sus relojes caminan a un ritmo diferente a los nuestros. A diferencia de muchos patriotas que ya no lo vieron, hoy entono una canción oculta de agradecimiento a la vida. A las fuerzas que me permitieron presenciar este momento histórico. Aquella oscura noche que percibíamos durante nuestras rebeldías juveniles se fue haciendo más y más y más espesa, hasta llegar a este país devastado, que tuvo la prudencia y la paciencia de resguardar sus reservas naturales, sociales, culturales y civilizatorias. Esas sin las cuales la política digna se hace imposible. La resistencia valió la pena; una resistencia que tomó mil formas, pero que al final prendió y se expandió como un incendio venturoso. Treinta millones de votos lo certifican. ¿Cuántos mexicanos pusieron silenciosos su pequeña resistencia, sutil, cotidiana, imperceptible? Nunca lo sabremos. Pero conforme se iban apretando las condiciones terribles de estos 30 años recientes, y la de­vastadora máquina neoliberal iba dejando una estela de pobreza, destrucción, incomprensión, desesperanza y miedo, también se iban gestando los núcleos de la resistencia social. En México las batallas políticas se fueron transformando en elementales luchas por la supervivencia. La movilización que tuvo lugar hace unos días en decenas ciudades del país contra la privatización del agua es la más reciente expresión de ello.

El gran conductor de este amanecer luminoso es, por supuesto, AMLO. Su reciedumbre tropical, su sensibilidad de dirigente popular, y su fe inquebrantable han colocado al país de nuevo a la vanguardia del mundo. Atina AMLO en construir una nueva nación fun­dada en lo moral, no en la ideología, el negocio, el progreso, o la tecnología. De sus tantos mensajes enviados en estos meses me quedo con tres. Primero, su habilidad para construir un proyecto de nación a partir no de las teorías y tradiciones intelectuales de la izquierda, si­no de la lectura de las realidades concretas y particulares del país, de sus recorridos por su territorio, de sus encuentros con los múltiples actores de un México pluricultural y multiétnico y, por supuesto, del análisis y la interpretación de su propia historia. Como dijo un estratega estadunidense desde Washington, AMLO es AMLO. Lo segundo es su capacidad para combinar pragmatismo con intuición, es decir, su habilidad para ir seleccionando colaboradores que más allá de sus maneras de pensar, sus orígenes, su edad y sus trayectorias, son integrados por su entrega desinteresada, patriótica y noble. Hoy el nuevo gobierno dispone de casi una centena de cuadros dirigentes, mujeres y hombres, de altísima calidad moral y profesional. Finalmente, no puede ignorarse algo que pocos conocen. No obstante ser permanentemente acusado de autoritario por sus contrincantes políticos, AMLO se ha rodeado desde hace casi una década de un equipo de asesores, de creadores e intelectuales críticos con diferentes formaciones y diversas maneras de pensar, a los cuales ha escuchado y con los cuales ha dialogado. Su rol ha sido clave, por­que de alguna manera representan, a pequeña escala, la inteligencia del país. Esa que proviene de las universidades, tecnológicos y centros neurálgicos de creación, análisis y discusión. Para quien esto escribe ha sido una experiencia única y de un extraño valor formar parte de ese equipo.

No puede pasarse por alto, por último, que este amanecer ha tenido un elevado costo humano, porque procede de una noche ex­tremadamente trágica. La re­fundación del país tendrá que hacerse llevando como contexto a los 240 mil mexicanos asesinados y a los más de 30 mil desaparecidos. A los que ya no están, a los que dieron su vida por un ideal y a los que los exterminaron por causas diversas, los nuevos conductores del país deben jurar en su memoria honestidad, pulcritud, valores supremos y una entrega total por el bien común y el de la patria. La república amorosa tiene que ir dejando atrás tanta ignominia mediante la construcción de un país que requiere con urgencia atender a millones de mexicanos, especialmente jóvenes, que han quedado marginados por décadas. Todo está por hacerse. La luz de un nuevo sol se despliega lentamente y nos baña de esperanza. Que los destellos de este amanecer nos alcancen a tod@s.


AMLO, EN LA TRANSICIÓN

Editorial de La Jornada

Tras su abrumador triunfo en la elección presidencial del domingo anterior, Andrés Manuel López Obrador, postulado por la coalición Juntos Haremos Historia, integrada por los partidos Morena, del Trabajo (PT) y Encuentro Social (PES), se encamina, de manera sorprendentemente tersa, a ser declarado presidente electo y comienza desde hoy las tareas de una transición gubernamental delicada, por cuanto habrá de marcar el tránsito entre dos proyectos políticos y económicos sustancialmente distintos.

Desde el domingo en la noche, el político tabasqueño recibió una llamada de felicitación del presidente Enrique Peña Nieto y acordó con él un primer encuentro para ayer en Palacio Nacional a fin de definir las modalidades de la entrega del poder.

Tanto el candidato triunfador como el mandatario en funciones deberán mostrar mesura, prudencia y, sobre todo, un cabal entendimiento de sus respectivas posiciones a fin de evitar confrontaciones por aspectos de naturaleza polarizante que los han enfrentado desde finales de 2011, particularmente, las llamadas reformas estructurales.

Peña Nieto tiene la facultad de ejercer el poder presidencial hasta el último día de su periodo, pero deberá abstenerse de cualquier tentativa de acotar, mediante acciones postreras, las potestades de su sucesor; éste, en cambio, debe otorgar al jefe de Estado saliente el margen para que cierre su administración sin cortapisas y, al mismo tiempo, asegurarse de que la suya podrá arrancar libre de designios transexenales. Cabe esperar que ambos tengan la voluntad política de operar una transición fluida.

Llama la atención, por otra parte, la rapidez con la que se despejan algunos de los temores más acendrados que ha generado la victoria electoral de López Obrador, empezando por la estabilidad de los mercados financieros; lo cierto es que éstos han respondido con naturalidad al triunfo del ex jefe del Gobierno capitalino y han reaccionado de manera positiva a los mensajes tranquilizadores del morenista y de su equipo económico.

Un punto crítico en el que se entrelazan los aspectos político y económico, es la relación con Washington y, particularmente, la renegociación en curso del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la cual ha enfrentado escenarios inciertos tanto por la volubilidad y la prepotencia características del presidente estadunidense, Donald Trump, como por el cambio de gobierno en México.

Sin embargo, la tensión en este terreno cedió rápidamente, tras la conversación telefónica entre el huésped de la Casa Blanca y el político tabasqueño, tras la cual Trump ofreció que tendrá una muy buena relacióncon las nuevas autoridades mexicanas.

El asunto se distendió también por el anuncio de López Obrador de que respetará y apoyará al gobierno actual en la negociación para que pueda firmar el acuerdo y se logre una buena negociación en beneficio de México.

Por lo demás, los resultados de la elección del primero de julio tienen implicaciones tan amplias y trascendentes en tantos ámbitos que sería imposible explorarlas todas en este espacio. De seguro ocuparán la reflexión y el análisis en los días, semanas y meses próximos.

Fuente: La Jornada


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