La Industria del Holocausto (Animal): 500 Euros por Cadáver de Cerdo. En torno a la Peste Porcina y los Crímenes de los Estados
El rebrote en Cataluña de la temida Peste Porcina Africana, tras 30 años de su desaparición en el Estado Español, está inundando prensa y telediarios de alarmas y de cifras expuestas con una mezcla de cínica frialdad y de orgullo: 8.800 millones de negocio de exportación anual con 1.800.000 toneladas en exportaciones solo en 8 meses, y cifras de negocio récord en 2024 con 25.000 millones…
¿Pero exportaciones, toneladas y negocio de qué? Si nos dejamos de eufemismos habría que decir: de cadáveres de seres tan sintientes como tu familia perruna o gatuna, o incluso que tú mism*, lector*. Los cadáveres de esos seres que se muestran en los telediarios hacinados en granjas industriales, presentados como carne de matadero, aunque evitando mostrar las condiciones de insalubridad radical en las que viven (especialmente en las industriales, aunque tambien en las extensivas).
El cerdo es, junto al ave de corral, el animal no humano con más porcentaje sometido a ganadería industrial e intensiva; en el Estado Español, en torno a un 80%. Cada año mueren, solamente en los mataderos industriales patrios, cerca de 50 millones de cerdos, con un total que supera los 56 millones contando los animales procedentes de la ganadería extensiva. O sea, que el negocio sale a 500 euros por cadáver, aproximadamente.
Pero lo peor es cómo viven: hacinados en condiciones que son inimaginables incluso para un campo de concentración nazi, medicados masivamente con antibióticos que están generando la mayor parte de la actual resistencia antimicrobiana, mutilados sin anestesia, mientras la cerdas reproductoras pasan su vida entera en una jaula, siendo violadas (inseminadas) sistemáticamente para secuestrarles sus hijos después, antes de ser llevadas a un matadero en el que les espera la más espantosa muerte (el mismo matadero y las mismas condiciones que esperan, dicho sea de paso, a los animales provenientes de la ganadería extensiva, familiar, de precisión, regenerativa o cualquier otro eufemismo con el que se quiera disfrazar la explotación y muerte de individuos que experimentan dolor, estrés y miedo), sin contar el 20% que muere prematuramente por las espeluznantes condiciones de las granjas.
A nivel mundial se estima en 1.400 millones los individuos que así viven, y mueren en el matadero cada año, solamente de la especie Sus scrofa domestica (cerdo), sin contar muertes prematuras, e incluyendo los de ganadería extensiva. El total de ganadería y avicultura suman más de 100.000 millones. Si sumamos acuicultura hay que multiplicar esto por 15 y por 40 para la pesca. En total más de 4 billones por año, y más de 10.000 millones por día, o sea más de una humanidad entera exterminada cada día.
Todo ello es en si mismo el mayor crimen de la historia. Pero por si fuera poco el total de la ganadería y avicultura son la actividad más dañina, junto con la pesca y acuicultura, contra la emergencia climática y de biodiversidad y la contaminación mundial (siendo la ganadería extensiva aún peor que la intensiva a estos efectos y por lo tanto, indefendible como solución). Son, en consecuencia, la principal causa de la mayor crisis de la historia, que nos lleva a una probable extinción durante este siglo.
Representan, además, la principal fuente histórica y presente de problemas de salud y desigualdad humana. Por todo ello, la ciencia es clara: aún más urgente que abandonar los combustibles fósiles es dejar de comer animales y todos sus derivados (como leche y huevos). No obstante lo cual todos los gobiernos del mundo, incluidos los pocos que quedan de supuesta izquierda, como el del Estado Español, no tienen otro afán más que aumentar esta industria y su negocio, bailando al son del lobby ganadero-avícula-acuicola-pesquero.
Esto ha de denunciarse y combatirse como lo que es: crímenes, no solo contra la humanidad, sino contra el total de lo viviente. Hay argumentos serios para sustanciar esta reivindicación y fueron esgrimidos en una demanda contra 46 Estados entre el TEDH en 2023, siguiendo a la pionera demanda de 6 niñes portugueses contra 33 estados por inacción climática. Pero dicho tribunal decidió dar un portazo al futuro cerrando la puerta a este tipo de pleitos contra múltiples gobiernos.
Respecto al término «holocausto» usado en este contexto, somos conscientes de los reparos que le generan a mucha gente y de las pasadas polémicas al respecto, sin embargo consideramos que dicho rechazo tiene un trasfondo especista: que no se puede aplicar a l*s no human*s lo que se aplica a l*s human*s. Por otro lado Charles Patterson expone en su libro Eternal Treblinka, traducido como «¿Por qué maltratamos tanto a los animales?», el vínculo histórico es claro, pues el nazismo se inspiró en las técnicas de la ganadería industrial estadounidense. El titulo inglés hace referencia al segundo más grande campo nazi de exterminio después de Auschwitz, y se hace eco de una frase del escritor judío, premio nobel de 1968, Isaac Bashevis Singer: «En relación con ellos todo el mundo es un nazi. Para los animales la vida es un eterno Treblinka». Podemos decir, pues que la humanidad actual, salvo una serie de comunidades minoritarias, es nazi en su conjunto, y por ello mismo psicótica, embriagada de un supremacismo humano suicida. Consideramos por ello, inaceptable silenciar con eufemismos la realidad de la explotación de animales no humanos, si bien se puede hablar también de zoocidio, genocidio, ecocidio y holocidio.
Hace pocos días publicábamos un artículo sobre la gripe aviar y sobre cómo la casi totalidad de pandemias y panzootias se originan en la explotación animal. Aquí tenemos otro flagrante ejemplo: un embutido, procedente con seguridad de la ganadería europea, ha infectado a jabalíes salvajes, que ahora se están exterminando para evitar que el brote prolifere dada la amenaza que representa al mercado de cadáveres. Así pues, el brote parece deberse a un bocadillo olvidado que contenía carne contaminada y que ha sido devorado por unos jabalíes. Una vez más, el ser humano provoca la dispersión de una enfermedad que los demás animales, en este caso, cerdos y jabalíes, pagarán con sus vidas, incluyendo exterminios masivos probables, como ya se hacen en paises como Polonia o Italia, y como ya ha sentenciado la Generalitat de Catalunya. Una vez más, asistimos a cómo una infección que circula sin graves consecuencias entre animales silvestres deviene en brote letal cuando llega a una granja, dispersando la muerte entre los propios animales domesticados y los silvestres, al igual que ha ocurrido con la gripe aviar. En el caso de la peste porcina africana cabe señalar que el primer brote documentado se describió en una granja de Kenia, en 1921, en unos cerdos importados, mucho antes de la existencia de las explotaciones industriales. Que salgan tan cerca unas de otras la gripe aviar y la peste porcina no debe extrañarnos en pleno auge de unas industrias que habría que haber eliminado hace mucho tiempo, y solo cabe esperar más.
Coincide también el brote con la semana de lucha de la nueva red Stop Factory Farming Europe, de la que forma parte la red española Stop Ganadería Industrial, una red que comete el error de reivindicar la ganadería extensiva y silenciar la más importante medida: la transición a dietas vegetales. Esto lo hacen al son de un ecologismo que, liderado por entidades como Greenpeace o EEAA, practica continuamente la desinformación sobre las falsas bondades de la ganadería extensiva y el negacionismo de la principal medida ante la mayor crisis de la historia.
Urge denunciar los crímenes de los Estados y de la Unión Europea, que financian masivamente estas industrias, con decenas de millones de euros al año de ayudas de la PAC para el «sector porcino», y a sus infames coordinadoras, como Interporc. Unos gobiernos que sólo se preocupan porque se amenaza el negocio de cadáveres del holocausto y su ecocidio y genocidio asociados, que amenazan a la humanidad también. Unos gobiernos de «izquierdas» que actúan igual que la ultraderecha cuando de alimentación se trata y que están dispuestos a llevarnos al abismo con tal de defender el delirio cortoplacista del beneficio para las élites: una historia que solo ha ido in crescendo desde el Neolítico. Urge denunciar también la publicidad engañosa con que dichas industrias maquillan la imagen de la más devastadora actividad en la tierra, y la complicidad de los medios de comunicación.
Y urge poner en marcha entre todas un cambio sistémico que solo puede empezar por cambiar lo que comemos, sin esperar a que ningún Estado criminal, ecocida, zoocida, genocida y holocida lo haga por nosotres. Ese es el mayor boicot que podemos hacer a estas industrias y a quienes las apoyan. Pero ante todo urge romper el muro de negacionismo y desinformación que impera en el propio activismo ecosocial. Desde Rebeldes Indignadas hacemos un llamamiento al activismo ecosocial a abandonar esta vía sin salida, a uniros a nuestra Carta Abierta, y a la campaña «No escojáis la Extinción«, para un futuro vivible.
Fuente: Rebeldes Indignadas
