Juanlu González •  Opinión •  03/12/2021

La crisis fronteriza entra Polonia y Bielorrusia, sin anestesia

Cualquier fenómeno geopolítico es, por naturaleza, complejo y está lleno de facetas, aristas y derivas colaterales, tanto previsibles como imprevisibles. Por eso, analizar todas las variables y prever los derroteros por los que pueden discurrir crisis internacionales actuales se hace muy complicado. No obstante, aunque ni nuestros políticos, ni nuestros medios de comunicación de masas suelan hacerlo de manera habitual, no es porque les sea especialmente difícil contextualizar correctamente una situación, sino porque no les interesa que las claves que explican los conflictos estén en manos de la opinión pública, del vulgo, de la chusma como nosotros y nosotras.

Obviamente, Europa esconde su propia responsabilidad en la generación de los inmigrantes que ahora llaman a sus puertas. No es casual que esta enésima oleada tenga como procedencia Irak, Irán, Yemen y Afganistán. Todos son países donde Occidente (EEUU, UE, OTAN) ha metido sus zarpas y ha comenzado guerras para robarles los recursos a sus poblaciones y para privar del acceso a ellos a sus competidores o enemigos. También obvian toda la normativa internacional que Europa está incumpliendo deliberadamente en cuanto al acogimiento de refugiados. Desde la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Convención de Ginebra, el Convenio Europeo de Derechos Humanos, pasando por varios protocolos, cartas y tratados que protegen a las personas en caso de persecución, cuya vida o libertad están en peligro por actos y amenazas de las autoridades de otros estados y les otorgan el derecho a buscar asilo.

También se huye de hablar de las raíces profundas de la inmigración por motivos económicos, un síntoma  más del fracaso del capitalismo globalmente considerado, por la desigualdad que provoca allá donde se aplica. No nos equivocamos cuando afirmamos que el bienestar del primer mundo se basa en el saqueo y en el mantenimiento de la pobreza del sur, del mal llamado Tercer Mundo. El colonialismo no es algo del pasado. Aunque ya no haya invasiones directas hay muchas otras formas de controlar y saquear países. En ese contexto, la inmigración es puro reequilibrio: o se dispone de los recursos para proporcionar una calidad vida digna para las poblaciones del sur, o bien estas emigrarán masivamente hacia donde puedan conseguirla, hacia el lugar en el que están sus riquezas robadas. Cualquier valla, muro o concertina que se coloque para impedirlo solo retrasará lo inevitable. Es como tratar de contener una masa de agua a presión, si se tapa una salida, encontrará otra por dónde escapar.

Así que, una vez más, estamos tratando de atacar los síntomas sin curar la enfermedad. Vivimos en la eterna chapuza, en la actualización postmoderna del mito de Sísifo. Como natural del Campo de Gibraltar, la frontera mas desigual del mundo según el FMI, conozco de sobra las dinámicas de la inmigración. Cuando se cierra una ruta, inmediatamente se abre otra, por lo general más larga, costosa y peligrosa. Y no, no es culpa de las mafias. Ellas son sólo el instrumento para conseguir un fin. La culpa, repito, es de la desigualdad, de las guerras, de la explotación.

No cabe duda de que en la confrontación que enfrenta a Bielorrusia con la Unión Europea, el pequeño país socialista tenía todas las de perder. La guerra híbrida que Bruselas mantiene contra Minsk es tan asimétrica, que pudiera parecer que no hay posibilidad alguna de salir airoso para un estado de menos de 10 millones de habitantes. Sin embargo, a pesar de que la UE no reconoce las elecciones presidenciales en las que salió reelegido Alexander Lukashenko por una mayoría sustancial de los votantes, nada más y nada menos que Angela Merkel lo ha legitimado al mantener conversaciones directas con el presidente para tratar de poner coto a la crisis migratoria, algo que ha molestado especialmente a Varsovia.

Al otro lado, tenemos a Polonia. El país que se encontraba hasta hace pocas semanas en una complicada situación política, cuando sus tribunales y su gobierno desconocieron el carácter preceptivo de la legislación europea, que podría haber acabado finalmente con su expulsión de la Unión —Polexit—. La polémica, que antaño acaparaba todos los titulares continentales, hoy parece haberse olvidado por completo y el país está siendo mimado hasta lo indecible por la UE, a pesar de su vergonzoso e inhumano comportamiento con los inmigrantes que tratan de llegar a Alemania atravesando su territorio y a pesar de los límites impuestos a la libertad de prensa, más propios de dictaduras que de democracias occidentales al uso.

Se nos insiste en que esta crisis está fabricada porque supuestamente, para el establishment, las anteriores han sido espontáneas. ¿Cómo pueden tener tanta desfachatez? ¿Acaso la de Marruecos de la pasada primavera fue espontánea? ¿lo son las de Erdogan cuando abre y cierra el grifo a voluntad para conseguir más dinero europeo?

Acusan a Alexander Lukashenko de lanzar una guerra hibrida contra Europa, cuando Bielorrusia es la víctima de una guerra híbrida europea cocinada para fabricar una revolución de color que lo apee de poder por medio de un golpe suave. Las sanciones económicas, la formación, financiación y protección de líderes contrarrevolucionarios, la presión diplomática y militar, los ataques mediáticos son parte de la estrategia de la UE y EEUU contra Minsk. Sin embargo, cuando el gobierno bielorruso decide no jugar a ser el policía fronterizo de Bruselas, es él —acusan—quien está declarando una guerra que ya vienen sufriendo desde hace muchos años. El primer ministro polaco Morawiecki afirma que la avalancha de ilegales en la frontera con Bielorrusia es «el mayor intento de desestabilizar Europa en 30 años». No se puede ser más falsario. Otra cosa bien distinta es que a un gobierno racista y filonazi le pueda molestar sobremanera la llegada de árabes y musulmanes a su país, pero de ahí a que unos pocos miles de personas pacíficas que vienen a trabajar a la UE van a desestabilizar todo un continente, va un abismo. Máxime cuando cálculos oficiales cifra que la Vieja y envejecida Europa necesita de hasta 60 millones de inmigrantes para sobrevivir.

No podemos negar que en la ceguera por atacar a Bielorrusia, la UE está protegiendo a regímenes indeseables como el polaco, que atacan con perros, militares, gas pimienta a gentes indefensas ateridas de frío, que vienen en busca de una oportunidad para sí mismos y sus familias. Incluso el Consejo Europa ha pedido no devolver a los inmigrantes a Bielorrusia y acusa a Polonia de imponer un clima de odio, miedo y de vulneración de los derechos humanos. De hecho, desde Septiembre impera un estado de emergencia en la frontera que impide que periodistas y ONGs de ayuda humanitaria puedan ejercer su labor porque, simplemente, se les ha expulsado de la zona. El apagón informativo es total y ofrece al régimen polaco la impunidad para cometer sus crímenes contra los migrantes. Ahora, una reforma legal recientemente aprobada posibilita esas mismas restricciones sin tener declarado el estado de emergencia. El Consejo de Europa ha denunciado esta situación y ha pedido el acceso a la zona fronteriza en cuestión, advirtiendo a Polonia que la situación no la absuelve de proteger los derechos humanos de los migrantes.

Por contra, el malo de la película, Lukashenko, ha puesto en manos de la Cruz Roja la atención a los migrantes, les ha proporcionado refugio en naves industriales ante las bajas temperaturas y ha permitido a una misión de la Organización Mundial de la Salud que visite la zona y que monitorice sus medidas humanitarias con total transparencia. Pero todavía quieren hacernos creer que los inmigrantes son obligados a migrar ante la brutalidad bielorrusa, cuando ese es su único deseo y el motivo por el que se encuentran en el país. Al mismo tiempo, también denuncian que se le presta ayuda para que lo hagan. La misma manipulación de siempre…

Es Polonia quien los devuelve ilegalmente, es Polonia quien usa a perros contra los inmigrantes, es Polonia quien ha decretado un apagón informativo para poder actuar con impunidad, es Polonia quien les impide el paso, es Polonia  quien ha provocado la muerte de al menos once personas por hambre y frío, es Polonia quien ha militarizado las fronteras. Pero nada, aquí seguiremos repitiendo como papagayos las consignas oficiales manipuladas que, no nos olvidemos, tienen por objetivo final acabar con Rusia. Mientras, por si aún no sabemos qué está en juego dentro de Europa, Polonia comenzará en días la construcción de un muro al puro estilo Trump en la frontera entre Polonia y Bielorrusia, ahora también patrullada por voluntarios ultras racistas. Todo muy edificante.

La crisis fronteriza entra Polonia y Bielorrusia, sin anestesia


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