Un embargo de mentira
Los vínculos de Occidente con el sionismo impiden a los países europeos actuar coherentemente ante un genocidio.
Hace unas semanas, el cineasta y escritor Fernando León de Aranoa afirmaba, en un artículo periodístico, que ‘Europa carece de la autonomía necesaria para romper relaciones diplomáticas y comerciales con Israel’. Obviamente, se refería a la subordinación, que ha alcanzado tintes humillantes, de la UE respecto de los designios marcados por EEUU y la OTAN, que en realidad vienen a ser lo mismo por cuanto quienes mandan en la organización militar son, casi de manera exclusiva, el inquilino de la Casa Blanca y el Estado profundo que anida en Washington.
Lo hemos visto en la última cumbre de la OTAN celebrada en Junio, donde los dirigentes europeos, incluido Pedro Sánchez a pesar de las distancias que quiso aparentar, ‘besaron el culo a Trump’ firmando un incremento del gasto militar en todos los países del 5% del PIB. Lo volvimos a ver en Julio cuando Úrsula Von der Leyen se arrastró ante el yanqui anaranjado en su residencia privada de Escocia asegurándole que una parte de las riquezas de Europa, unos dos billones de euros en 4 años, emigrarían al otro lado del Atlántico a través de aranceles unilaterales, inversiones europeas y compras masivas de energía y armas americanas.
Así que unos vasallos europeos dispuestos a rendir tributo a su señor no podrían, en ningún caso, desairar a éste en lo que hace a sus planes imperiales, entre los que se incluye sostener el avance en el mundo del capital sionista, lo que en el ámbito de Oriente Medio supone dar un impulso a la construcción del Gran Israel a costa del genocidio del pueblo palestino y de la ocupación irreversible de territorios árabes. Pero hete aquí que esta política bárbara, que no tiene precedentes históricos en lo que a su emisión en vivo y en directo se refiere, ha removido las tripas y las conciencias de los pueblos europeos, que han empezado a movilizarse con contundencia porque no soportan lo que cada día les sirve el telediario.
Así que en un intento de conciliar su adhesión política a un proyecto criminal con la necesidad de garantizarse un consenso social para mantenerse en el poder, los dirigentes europeos se están viendo forzados a hacer gestos de repudio hacia lo que ocurre en Gaza, pero sin rebasar ciertas líneas rojas que vienen marcadas desde Washington. Porque, como decía Aznar dentro de esa sinceridad brutal que le caracteriza(‘si Israel pierde lo que está haciendo, Occidente se pondría al borde de la derrota total’), el imperio se la está jugando no sólo en Ucrania o en el Pacífico, sino de manera determinante en Oriente Medio, el lugar donde se concentran, y por donde pasan, buena parte de los recursos energéticos del planeta.
Y en esa escenificación teatral que busca conectar con la opinión pública a la par que mantenerse firmes ante las órdenes de Trump, destaca sobremanera nuestro gobierno. Reconoció prácticamente el primero al Estado palestino-algo inútil a estas alturas de la tragedia-, acaba de calificar de genocidio lo que ocurre en Gaza y ha protagonizado una serie de trifulcas diplomáticas con Tel Aviv. Pero mientras hacía esto, era el gobierno que más armas compraba a Israel a pesar de jurar sobre la biblia que aplicaba un embargo desde hace casi dos años.
Y hace unos días ha alumbrado un decreto sobre el embargo de armas al Estado hebreo que es tan falso como las monedas de 3 euros; vamos, que no contiene una prohibición real de compraventa de material militar a los genocidas. Primero, porque ese embargo contempla una excepción que puede suponer un auténtico coladero: se autorizarán las transferencias de material de defensa entre España e Israel por razones de ‘interés nacional’, el cual fijará arbitrariamente el gobierno de turno. Qué embargo más raro: se monta y desmonta a discreción de quien esté al mando. Pero hay más coladeros: los barcos en tránsito hacia Israel no podrán llevar ‘cierto’ tipo de combustible, pero no excluye el armamento. Y las bases americanas no tendrán inspección alguna sobre lo que llevan al escenario de la masacre o traen de allí. No se menciona la suerte de los contratos de compra de armamento a empresas sionistas de los dos últimos años. Posiblemente se incluyan dentro de los vinculados al ‘interés nacional’. En fin, el embargo comercial se limita a lo que exporten los colonos que ocupan ilegalmente Cisjordania: una ínfima parte de las exportaciones de la zona.
Por su parte, la UE también juega a las apariencias hasta el punto de caer en el ridículo, dada la endeblez extrema de las medidas que adopta. La cosa se limita a sancionar a dos ministros de Netanyahu y a imponer aranceles que supondrán unos 227 millones de euros para los exportadores de las colonias cisjordanas, el 0,15% del valor total de las ventas israelíes en los mercados europeos. Hemos de convenir en que Sánchez y su gobierno se lo han currado un poco más, desplegando una interpretación convincente que incluso ha llegado a cautivar a sectores progresistas.
En fin, tenemos que asumir que formamos parte de un imperio en decadencia, en un lugar subalterno del mismo, que quiere mantenerse a flote haciendo lo que el colonialismo y neocolonialismo han hecho durante siglos: exterminar a los pueblos y apoderarse de sus recursos. En este caso, el botín(Gaza)es un terreno sobre el que levantar un magnífico resort en el que Netanyahu y Trump harán negocio y donde disfrutarán invitando a sus vasallos europeos a pasar unas merecidas vacaciones. A modo de recompensa por los servicios prestados al sionismo internacional.
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