Luces y sombras
Todos los años por estas fechas, intento hacer una reflexión sobre ellas, puede que me repita, una y otra vez porque no cambia nada de un año para otro al respecto de la parafernalia que se pone en marcha para obnubilar a los ingenuos humanos que como ingenuos peces muerden el anzuelo, claro que los segundos muerden el anzuelo por otras razones que no vamos a esgrimir aquí, de momento nos quedaremos con los ingenuos humanos, por no llamarlos “estúpidos humanos”, que eso creo que ya lo dijo alguien en el pasado, puede que no dijera exactamente “estúpidos humanos”, más bien dijo que la estupidez humana no tenía límites…, y ya saben quién fue el que acuñó esa máxima, como aquella de que los libros curan la peor de las enfermedades humanas: la ignorancia. Otra gran verdad, y si de verdades se trata, yo me pregunto: ¿De qué verdad tratan estas fiestas de navidad? Puede que sea la celebración de la llegada del invierno que nos invita al recogimiento y a la reflexión, o al menos nos “obliga” en muchos casos a recogernos en casa por las inclemencias con las que suele obsequiarnos esta fría estación sin la que no tampoco existiría la siguiente y por supuesto la siguiente y la siguiente y vuelta a empezar porque son cíclicas. ¿Estamos inmersos en un gran círculo donde todo vuelve a ocurrir?
Sí, el gran círculo del consumismo que en estas fechas llamadas navideñas todos, o casi todos ponen en práctica: consume, consume y tendrás la sensación de que existes. He visitado centros comerciales, supermercados, y centros de ciudades en los que se ponen al alcance de la mano todo tipo de cosas para consumir en esta “extraordinarias fiestas”, miles de seres humanos que como peces muerden el anzuelo y compran, compran, compran como si la navidad fuera el último día del mundo, como si la noche vieja fuera la última no solo del año que termina, sino de todos los años que nos preceden y que como raza humana hemos vivido.
Pero la parafernalia comienza con la decoración de plazas y calles, escaparates, luces, millones de luces, que ya lo dije una vez, con el gasto de energía que supone iluminar todas las ciudades y pueblos de este país, y no digo ya del resto del mundo, podríamos acabar con la pobreza en el mundo. Pero ¿quién se acuerda de ello cuando en nuestras mesas la comida sobra, y se tira como si nada?
La verdad es que tuve una cena discreta y humilde con mi hijo y la familia de mi hermano, algo coherente y prudente, nada de excesos, también en noche vieja tuve una cena frugal, y compartí un rato con una pareja que se hospedaba en mi casa, luego, no lo niego, salí con un amigo para tomar algo, y para poder seguir comprobando que el mundo está loco, que la gente ha pasado la línea de la estupidez, y que muy pocos escapan a este gran hermano, porque hasta la televisión programa películas en las que los sucesos ocurren en navidad, los programas son patéticos, por no decir horribles, las series, todo cuanto emana de la caja tonta está estudiado, nada escapa a la improvisación, todo manipulado y orquestado para decirle a esos ingenuos seres humanos cómo han de vestir, cómo han de comportarse, cómo han de comer, y cómo deben pasar las entrañables fiestas en las que se celebra, si no recuerdo mal, el nacimiento de un niño, que precisamente no nació el 25 de diciembre.
¡En fin!
¡SALV-A-E LOS QUE VAN MORIR NO TE SALUDAN!