André Abeledo Fernández •  Opinión •  01/08/2025

El suicidio es una epidemia silenciada

Cada año se suicidan más de 4000 personas en el Estado español, 11 personas mueren al día por suicidio

y la mayoría no quieren morir, estan enfermas y la vida se convierte en un infierno, estan enfermas y la salud mental sigue en pañales.

Es un crimen que el suicidio sea la primera causa de muerte y no sea una prioridad, que no se hable todos los días de esta problemática en el parlamento, que la silencien los medios de comunicación, que no se valore la salud mental y que no se cuestione una sociedad que sigue enfermando a mucha gente y matando a tantas personas.

Las palabras del filósofo Jiddu Krishnamurti resuenan con fuerza: «No es una buena medida de la salud estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma».

Según el Observatorio del Suicidio en España, esta es la primera causa de muerte no natural en nuestro país, con más de 4.000 fallecimientos al año, una media de 11 cada día. Una cifra que, en los últimos cuatro años, no ha parado de aumentar. Los últimos datos recogidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE), publicado a finales de 2023, revelan que, en 2021, el número de personas fallecidas por suicidio alcanzó los 4.227. Es la mayor cifra de suicidios registrada nunca en España, siendo el tercer año consecutivo en ser superada. Se registran también las mayores tasas de suicidio de la historia, tanto totales (8,85 muertes por 100.000 habitantes) como por sexos (13,34 en hombres y 4,52 en mujeres).

La realidad entre los más jóvenes es alarmante. El suicidio es la primera causa de muerte entre quienes tienen de 14 a 28 años, entre 2019 y 2021 se produjo un aumento del 32,35% en el número de suicidios en adolescentes (de 12 a 17 años), pasando de 34 a 45 fallecidos por esta causa. Detrás de estos números, muchos expertos apuntan al acoso escolar como una de las causas. El túnel del suicidio es multicausal y nunca puede atribuirse a una única razón, pero, en los menores, el acoso escolar se presenta como un importante riesgo. Según el último Estudio sobre Conducta Suicida y Salud Mental en la Infancia y la Adolescencia en España (2012-2022) de la Fundación ANAR, el 70% de los estudiantes con ideación suicida declaró haber sufrido maltrato en el colegio.

Solo en nuestro país, por cada suicidio, se producen 20 tentativas. Hay 80.000 personas al año que piensan en el suicidio.

La depresión es como caerse a un pozo profundo y oscuro, sin saber como ha podido pasar y que algunos piensen que es culpa tuya por caerte al pozo o que te acuse de que lo has hecho a propósito. Con la diferencia de que cuando alguien se cae a un pozo se ponen los medios para sacarlo y en el caso de las enfermedades mentales no se hace.

En España a nadie le importa la salud mental, con una sanidad pública degradada intencionalmente con afán privatizador, la salud mental siempre ha estado a la cola mientras los efectos de una sociedad cada vez con más presión psicológica iban destruyendo mentes y vidas.

Hay más muertes por suicidios que por accidentes de tráfico, pero es un dato que raramente se tiene en cuenta, las estadísticas de accidentes de circulación son comunes, pero los suicidios son un drama que esconder, tapar, a los que no se les busca ni explicación, ni una solución.

La Sanidad es cada día peor en general, un desastre que llega tarde para los enfermos y no se hace una verdadera labor de prevención.

La salud mental ha sido siempre la gran olvidada, un tabú también para los gobiernos, aún siendo una fuente de sufrimiento para cada día más enfermos y familias abandonadas a su suerte.

Vivir en una sociedad enferma, salvaje y sin empatía tampoco ayuda a la salud mental. 

Es una sociedad que no deja tiempo para vivir, con un alto nivel de estrés, competitiva, frustrante, donde los problemas laborales, económicos y familiares son reales llevando al limite a unas mentes cansadas. Estoy convencido de que el tratamiento no puede ser solo farmacológico.

No hay una generación de cristal, lo que pasa es que educamos a nuestros hijos para que sean seres humanos con empatía capaces de construir un mundo mejor, para que luego se encuentren con que vivimos en una sociedad inhumana, sin empatía, hipócrita, salvaje y sin valores donde solo cuenta el dinero.

Una sociedad injusta donde solo cuenta lo material, y la gente sobrevive hasta que se muere buscando el modo de ganar más dinero y sin tiempo para gastarlo con la familia y los amigos.

Los discursos de algunos de nuestros políticos son la muestra palpable de la terrible sociedad en la que vivimos.

A nivel humano cada día damos más pasos hacia atrás y la barbarie gana terreno al humanismo.

Cosas que el humanismo renacentista ya había superado, pero que esta sociedad de consumo, de tener cosas, pero no valores humanos, la sociedad de la información pero también de la desinformación y la ignorancia, donde sembrar odio y miedo vuelve a ser una estrategia política.

En esta sociedad es fácil caer en el pozo, no es difícil llegar al límite y estallar, nadie está a salvo por eso debería importarnos de verdad.

La depresión es una enfermedad difícil de entender incluso para quien la sufre durante años, además cuando se cronifica golpea sin avisar, en ocasiones sin ningún motivo evidente más allá de que está latente y cualquier cosa o ninguna puede ser el detonante de una nueva crisis.

Es un mal que se extiende junto con la ansiedad y el estrés fruto de una sociedad profundamente enferma donde para adaptarse bien uno debe renunciar lo más posible a su propia humanidad.

«No es un síntoma de salud estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma». Jiddu Krishnamurti.

No es nada fácil no ser capaz de entender lo que te pasa y no ayuda ser consciente de que la mayoría tampoco puede entenderte. Aunque creo que llega un momento en que lo que más daño hace es ver como esta silenciosa enfermedad acaba por aislarte, te deja sin objetivos, te acaba vaciando por dentro y sin saber como llenar ese vacío existencial.

La sociedad no busca personas sanas, solo personas obedientes y productivas, en el sistema capitalista cuando un trabajador se enferma, se estropea, se destruye o lo destruyen, hay más trabajadores que pueden sustituir la pieza rota, el ser humano dañado, somos prescindibles y reemplazables, la salud física importa poco a los amos del sistema, pero la mental parece no importarles nada.

Nunca se ha invertido lo suficiente en salud mental, nunca se le ha dado la importancia que tiene realmente, y ahora que intentan cargarse y desmantelar la sanidad pública, la salud mental sigue siendo el patito feo de una sanidad a la que pretenden convertir en un negocio para unos pocos, en vez de un servicio necesario y fundamental para la mayoría, o mejor dicho, para todos, para la sociedad.

Cuando te rompes una pierna sabes lo que te pasa, saben lo que te pasa, y nadie va a exigir que te pongas a correr con una pierna rota, por ahora por lo menos, pero con la salud mental es muy diferente, porque ponerse en el lugar del otro en una sociedad incapaz de empatizar con el sufrimiento ajeno y cada vez más individualista parece como pedir peras al olmo.

La depresión crónica no se cura, se trata, se intenta llevar lo mejor posible, se trata de salir del pozo negro, se pasa por momentos mejores, por momentos malos, muy malos y por momentos mucho peores, en ocasiones por etapas terribles, y se vuelve a empezar el ciclo.

Desgraciadamente la curación completa de una enfermedad crónica no es posible, por lo menos por ahora no existe desgraciadamente esa cura, esa píldora mágica soñada capaz de hacernos dejar de sufrir.

Existen medicamentos paliativos, terapias de ayuda, gente que trata de ayudar al enfermo, pero tender la mano a alguien con depresión no es fácil, también quema, cansa, y es un peso para la persona que se esfuerza en ayudar a quien por momentos no es capaz ni de ayudarse a si mismo y aún menos de ver con claridad en sus momentos más oscuros.

Hablamos de una enfermedad que puede afectar a cualquiera, a fuertes y débiles, a ricos y pobres, a jóvenes y viejos, a guapos y feos, a famosos y anónimos, una enfermedad que como todas no solo afecta al enfermo, también a su entorno, a su trabajo, a su familia, al día a día, a cada pequeña cosa, es una nube que gris capaz de tapar el sol del día más soleado.

Sé que no es fácil de entender, pero es necesario intentarlo, necesitamos una sanidad pública de calidad, universal y gratuita, una sanidad que también presente atención a la salud mental.

Construir una sociedad más sana, con menos estrés, menos abusos, mejor convivencia, donde romperse sea más difícil, una sociedad más sana será capaz de prevenir mejor todo tipo de enfermedades.


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