Las últimas palabras de Gandhi, polémica política sobre su veracidad

No corren buenos tiempos en la consideración de la figura de Gandhi. No, al menos, en el país en el que puso todos sus esfuerzos para lograr la independencia. De hecho, la urna con sus cenizas fueron robadas y su imagen grafiteada con la expresión de “traidor”, al celebrarse el 150 aniversario de su nacimiento en 2019 en la ciudad de Rewa, en el estado de Madhya Pradesh, en uno de los memoriales en los que están depositadas parte de ellas. Su Partido del Congreso (PCI), tras 50 años de gobierno casi ininterrumpido desde la independencia en 1947, es ahora un partido que tiene que coaligarse para no hundirse en la marginalidad, eclipsado por el Bharatiya Janata (BJP), el partido de los supremacistas hindúes, cuyo primer ministro indio, Narendra Modi, ha revalidado su tercer mandato con una mayoría simple esta vez en 2024. Modi cita frecuentemente como mentor ideológico a Vinaiak Dámodar Savarkar, acusado de ser el autor intelectual del asesinato de Gandhi en 1948, aunque quedó libre por falta de pruebas. Un hecho simbólico de esta situación ha sido la colocación de un retrato de
Savarkar en el Lock Sabha, la cámara baja del Parlamento. A lo largo y ancho de la India se erigen estatuas, templos y memoriales a Nathuram Vinayak Godse, ejecutor material de la muerte de Gandhi, miembro de la organización de la que surgió́ el actual partido gobernante, e incluso su cumpleaños, el 19 de mayo, es celebrado por grupos hinduistas como una especie de día sagrado.
Esta caída en desgracia no se reduce a la India, en 2015, en Sudáfrica, donde Mohandas Karamchand Gandhi vivió́ de 1893 a 1914, una estatua suya fue destrozada por manifestantes. Al año siguiente, la Universidad de Ghana acordó́ retirar la estatua de Gandhi de su campus, después de una campaña que le acusaba de racismo contra los zulúes. A ello se han sumado publicaciones de reconocidos periodistas e historiadores documentando los comentarios racistas de sus escritos, su correspondencia homoerótica con el arquitecto alemán Herman Kallenbach y sus comportamientos íntimos de alcoba en los últimos años de su vida.
Bajo la gobernabilidad ultranacionalista india actual se han cuestionado también sus últimas palabras. Si bien es cierto que lo expresado por una persona, considerada líder de un movimiento nacionalista, revolucionario o religioso, antes de su deceso, alcanza un significado especial, y ello sirve para hacer memoria de lo que supuso su personalidad; en algunos casos, sin embargo, la autenticidad histórica podría ser dudosa. Las última palabras de Gandhi, si las llegó pronunciar, han sido motivo de controversia, dada la importancia política y religiosa de las mismas, queriendo dañar el vínculo profundo de su personalidad con esas dos dimensiones.
La tarde del 30 de enero de 1948, alrededor de las cinco y diez, Gandhi salió del interior de la residencia de G.D.Birla, un empresario nacionalista que le ofrecía hospedaje durante sus estancias en Nueva Delhi. Allí había
acabado de tener una tensa reunión con Sardar Patel, para ayudar a aliviar la mala relación existente entre este y Jawāharlāl Nehru, los nuevos dirigentes de la India independiente. El periodista estadounidense Vincent Sheehan, que estuvo presente en Birla House esa tarde relató que él y Bob Stimson, el corresponsal de la BBC en Delhi, habían llegado al lugar desde poco antes de las cinco, Stimson había mirado el reloj en un momento dado, y marcaba las cinco y diez, a lo que Stimson dijo: “Bueno, esto es extraño. Gandhi llega tarde. Prácticamente nunca llega tarde”. Según sus biógrafos más destacados la vida de Gandhi estuvo regida por el reloj de forma meticulosa. El Mahatma comenzó a caminar hacia el jardín, donde venía celebrando convocatorias ecuménicas de oración todas las tardes. En el trayecto, apoyado en “sus bastones”, los hombros de Manu, a la derecha, su sobrina nieta, cronista de la vida de Gandhi, y Abha, a la izquierda, la esposa de Kanu, su sobrino nieto y su fotógrafo de cabecera. Abha le recordó en broma: “Bāpu”, -padrecito en gujarati-, “tu reloj debe sentirse muy desatendido. Ni siquiera lo has mirado”, a lo que Gandhi contestó: “¿Para qué iba a mirarlo si vosotras sois mis cronómetros”. Minutos después, un hombre corpulento, vestido con uniforme caqui, Nathuram, se acercó y disparó a bocajarro tres disparos sobre el cuerpo de Gandhi. Los biógrafos y testigos de aquellos momentos han insistido que cuando las balas alcanzaron a Gandhi, éste cayó al suelo pronunciando la frase en hindi “Hey Rama”, (“Oh Señor”). Es una afirmación aceptada y confirmada también por los relatos de una de sus seguidoras, Madeleine Slade, por su secretario Pyarelal Nayar y por los estudios del bisnieto de Gandhi, Tushar Gandhi, citando a uno de los testigos de cargo, Sardar Gurbachan Singh, que estaba allí en el jardín, y que había confesado en el juicio que Bāpu había cruzado las manos, pronunciando dicha expresión. En estas fechas en Delhi se hacen ofrendas florales en el memorial del Raj Ghat, (“Patio real”), que contiene una parte de sus cenizas, y donde destaca la inscripción Hey Rama.
En contraposición, con un claro interés de desprestigio por parte de Gopal Vinayak Godse, hermano de Nathuram, miembro también del grupo de los ocho confabulados en matar a Gandhi, aunque liberado de la condena en 1964, llegaría a escribir en la introducción de la publicación del discurso de Nathuram (1979), que había pronunciado en el juicio de 1949, y censurado durante años por orden gubernamental, que su hermano le confesó, antes de ser ahorcado, que Gandhi simplemente pronunció un “ah” débil mientras el aliento dejaba su cuerpo. Ya octogenario se reafirmó en una entrevista publicada en Times (Asia Edition) el 14 febrero de 2000, cuya difusión se intentó impedir de nuevo desde instancias gubernamentales. En ella decía que “el gobierno sabía que él [Gandhi] era un enemigo de los hindúes, pero querían demostrar que era un hindú acérrimo. Así que el primer acto que hicieron fue poner Hey Rama en la boca muerta de Gandhi”. La actualidad de la polémica se debe a que, también desde parte amiga, uno de los asistentes de Gandhi, Venkita Klyanam, dijo estar allí, en el momento que disparó Nathuram, y declaró en una conferencia de prensa, reseñada en el The Economic Times, el 31 de enero de 2006, “Gandhi no dijo Hey Rama. De hecho, no pronunció ninguna palabra cuando las balas disparadas por la pistola de Nathuram Godse le perforaron el pecho”. Kalyanam sostuvo que estaba justo detrás del Mahatma cuando le dispararon. En su opinión, fue una recreación imaginativa posterior. Kalyanam admitió, no obstante, que Gandhi a menudo decía que deseaba morir con el nombre de Rama en sus labios. Ahora bien, Kalyanam no podía haber estado tan cerca de Gandhi como lo estuvieron Manu y Abha. Es más, en los días posteriores a su último ayuno, la voz de Gandhi era muy débil. Es importante constatar, pese a que se describa a sí mismo como su ayudante y presente en ese trayecto del jardín, que no es mencionado en ninguna de las biografías gandhianas. Doce años después de haber conmocionado al país con sus afirmaciones, fallecerá en 2021, Kalyanan con 96 años declaró, “no pude oír nada debido a la
conmoción que siguió al incidente…Todo el mundo gritaba cuando dispararon al Mahatma…No lo sé. Es posible que haya dicho HeyRama.No lo sé”, así lo publicaba The Times of India el 30 de enero de 2018.
En verdad se debería admitir que nunca sabremos cuáles fueron sus últimas palabras, estas debieron ser inaudibles. Sin embargo, valdría la pena seguir asociando a Gandhi como una personalidad inmensa en su crecimiento político, espiritual y colectivo en favor de la tolerancia y de la convivencia de las comunidades, tanto para la sociedad india como para los demás que hemos intentado conocer su trayectoria vital, imperfecto como todos los seres humanos, pero ejemplar inspirador sin duda en la resolución de complejos conflictos por medios pacíficos.
*Por Jesús Ojeda Guerrero, investigador en Ciencias Sociales.