Redacción •  Memoria Histórica •  10/12/2025

La Constitución española de 1931, la carta magna más avanzada de su tiempo

  • Manuel Azaña dijo de esta Constitución, que debía afirmar la supremacía del poder civil y garantizar la modernización del Estado, mientras que Largo Caballero la consideró un paso necesario, aunque insuficiente para una transformación social más radical.
La Constitución española de 1931, la carta magna más avanzada de su tiempo

La Constitución de 1931, aprobada un 9 de diciembre en el primer año de la Segunda República Española vino de la mano de una profunda transformación social y política en nuestro país que, a comienzos del siglo XX, convivía con enormes desigualdades económicas, una débil estructura democrática y tensiones territoriales acumuladas durante décadas. Su aprobación representó uno de los intentos más ambiciosos de modernización democrática en la historia del país y un referente internacional por su alcance progresista.

Contexto político y social que condujo a su aprobación

La proclamación de la República en abril de 1931 no surgió de un estallido espontáneo, sino de un lento desgaste del sistema monárquico. La crisis del régimen de Alfonso XIII, con la pérdida del prestigio tras el desastre de Annual, la impopular dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923–1930) y la incapacidad de restaurar una monarquía parlamentaria funcional, desembocaron en un colapso político.

A ello se sumó un clima social convulso:

  • Amplio movimiento obrero, influido por el sindicalismo socialista y anarquista.
  • Creciente demanda de laicidad, especialmente en educación.
  • Reivindicaciones de autogobierno en regiones como Cataluña y el País Vasco.
  • Presión intelectual por modernizar el país, liderada por generaciones de pensadores, escritores y profesores universitarios.

Las elecciones municipales de abril de 1931 funcionaron de hecho como un plebiscito: las candidaturas republicanas triunfaron ampliamente en las ciudades, precipitando la salida del rey y la proclamación de la República. Desde el primer momento se consideró urgente redactar una nueva constitución que consolidara el nuevo régimen e impulsara reformas estructurales.

Una Constitución ambiciosa, moderna y radicalmente democrática

La Constitución de 1931 fue, sin exagerar, una de las más avanzadas de su época en Europa. Se inspiraba en un modelo democrático, social y laico, muy en la línea de la alemana de Weimar (1919), pero en varios aspectos iba más allá.

Principales rasgos que la hicieron pionera

  • Soberanía popular plena y un parlamentarismo robusto.
  • Sufragio universal, incluyendo el voto femenino —un logro histórico impulsado por figuras como la diputada Clara Campoamor.
  • Estado laico: separación total Iglesia-Estado, secularización del matrimonio y del registro civil.
  • Derechos sociales inéditos: protección del trabajo, derecho a la educación, impulso a la igualdad y al bienestar.
  • Reconocimiento de autonomías regionales mediante estatutos propios.
  • Limitación del poder económico y político de élites tradicionales.
  • Defensa de la paz internacional, renunciando explícitamente a la guerra como herramienta política.

Algunos de sus artículos más innovadores

Aparte de la célebre renuncia a la guerra, recogida en su Artículo 6, la constitución incluía otros preceptos sorprendentes para su época:

Artículo 1 — Definición del Estado y soberanía popular

“España es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia.”

Artículo 7 — Derecho Internacional

«El Estado español acatará las normas universales del Derecho internacional, incorporándolas a su derecho positivo».

Artículo 6 — Renuncia a la guerra

España declaraba que “renuncia a la guerra como instrumento de política nacional”, alineándose con corrientes pacifistas internacionales, reflejando un compromiso con el pacifismo (ya que España renunciaba a la guerra como instrumento de política nacional) y la integración en la comunidad internacional.

Artículo 25 — Igualdad ante la ley

Afirmaba que “todos los españoles son iguales ante la ley”, sin privilegios de nacimiento o clase.

Artículo 26 y 27 — Laicidad del Estado

Limitaban el poder político y económico de la Iglesia, que debía someterse a las mismas normas civiles que el resto de instituciones. Se establecía una clara separación entre Iglesia y Estado, una de las reformas más polémicas.

Artículo 36 — Sufragio femenino

Reconocía por primera vez el derecho al voto de las mujeres en igualdad total con los hombres, un hito que situó a España entre las democracias más igualitarias del momento.

Artículo 44 — Derecho al trabajo y políticas sociales

El Estado se comprometía a garantizar condiciones dignas de trabajo, promover la legislación laboral y proteger a obreros y campesinos.

Artículo 48 — Educación pública, obligatoria y laica

Se declaraba la enseñanza primaria gratuita, laica y obligatoria, con un fuerte impulso a la construcción de escuelas y a la formación del profesorado.

Alcance y limitaciones

La Constitución de 1931 fue recibida como un manifiesto de modernidad y justicia social. Sin embargo, su aplicación fue extremadamente difícil por varios motivos:

  • Profunda polarización política entre conservadores y progresistas.
  • Resistencia de poderes tradicionales, especialmente sectores militares y eclesiásticos.
  • Crisis económica internacional, tras el crack de 1929.
  • Conflictos sociales, huelgas y contradicciones internas del propio republicanismo.
  • Escasa cultura democrática tras décadas de caciquismo y autoritarismo.

A pesar de ello, la constitución constituye hoy un testimonio del deseo colectivo de transformar España en un país más libre, justo y moderno.

Una constitución poco difundida

Resulta llamativo que, a diferencia de otros textos fundamentales, la Constitución de 1931 es poco conocida por el gran público español. A menudo, su estudio ha sido superficial o marginal, tanto en programas educativos como en la divulgación histórica general.

Diversos factores han contribuido: décadas de dictadura posterior, falta de interés en promover la memoria republicana y, en algunos casos, la escasa voluntad de ciertos medios de comunicación por difundir un legado que cuestiona estructuras tradicionales de poder. Como consecuencia, muchos de sus artículos más revolucionarios apenas son mencionados, y el avance democrático que representó permanece subestimado.

La Constitución de 1931 no fue simplemente una norma jurídica: fue un proyecto de país. Representó la aspiración de construir una España laica, democrática, igualitaria y pacifista, adelantada a su tiempo y comparable a las legislaciones más modernas de Europa.

Aunque las circunstancias históricas impidieron su consolidación, su espíritu sigue siendo un referente para quienes defienden que el progreso social y la justicia son pilares esenciales de cualquier democracia.


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