Dr. Daniel Milano V. •  Cultura •  08/06/2020

Biblioclausto: los actos infames de quema de libros

Se narra sumariamente la trágica experiencia de quema de libros en tres escenarios: la Plaza de la Opera en Berlin durante el regimen nazi-fascista, Chile bajo la sangrienta dictadura de Pinochet y la Universidad de Oriente en Cumaná. Además del crimen contra las personas, existió y existe crimen contra la cultura, especialmente contra los libros.

Biblioclausto: los actos infames de quema de libros

“Cada vez que oigo la palabra cultura, me dan ganas de sacar la pistola”. Desafortunada expresión que hizo célebre a Goebbels, ministro de Propaganda del III Reich de Hitler. Odio coincidente con el grito falangista “Muera la inteligencia. Viva la muerte”, proferido por Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, delante del rector don Miguel de Unamuno, integrante de la “Generacion del 98” con Machado y Velle-Inclán. A lo que el autor de “Niebla” y “El sentimiento trágico de la vida”, respondió: “Vencereis, pero no convenceréis”.

Y es que los fascistas de todos los tiempos, han tenido una irrefrenable e indisimulada fobia hacia los libros, mostrada con especial vigor en ciertas coyunturas histórico-críticas. Bajo el régimen nazi-fascista de Hitler, los líderes escenificaron la quema pública de 25.000 libros en la Plaza de la Opera de Berlin, de autores identificados enemigos de los nazis, representados por socialistas, comunistas, pacifistas y escritores judíos, como Karl Marx, Bertolt Brecht, Bebel, Max Brod, Stefan Zweig y Heinrich Heine, quien estableció la famosa y lapidaria admonición: “Ahí donde se queman libros se acaban quemando también seres humanos”.

Durante la dictadura fascista de Pinochet se quemaron millones de libros de autores como García Márquez, Marx, Engels, Tolstói, Trotsky, Jack London, Galeano, Bayer, Cortázar, Saint-Exupery, Freud, Sartre, como parte del acto brutal designado con el eufemismo de “rituales purificadores”. ‘El Principito’, de Antoine de Saint-Exupèry, fue prohibido por las dictaduras del Cono Sur en vista de que era una lectura subversiva, que alentaba en los niños la ilusión, la fantasía y el vagabundeo. Y lo más absurdo de todo: el librito incitaba a los niños a despreciar el mundo de las personas adultas, actualizado en el propio sistema capitalista, al que el Principito no le encontraba ni pies ni cabezas.

La manía exterminadora de los “generalísimos”, trascendió los campos de concentración, los fusilamientos y las desapariciones forzadas, la censura de la literatura infantil, y se orientó a la cacería de la palabra. El título “La Revolución Francesa”, fue proscrito por el temor al significante “revolución”. La consagración de la estupidez “manu militari”, alcanzó límites tan insuperables que los libros de arte sobre el Cubismo, llegaron a prohibirse por creerse que provenían de o hacían alusión a la Cuba de Fidel, el Ché y el “castrocomunismo”.

Hoy a estos fascismos de abolengo, Hitler-Goering (Alemania), Castelo Branco (Brasil), García Meza (Bolivia), Pinochet (Chile), Stroessner (Paraguay), Bordaberry (Uruguay) y Videla (Argentina), le ha salido una competencia de quemadores de libros, que hasta ahora había permanecido entre el anonimato y la nocturnidad. Si aquéllos personajes lombrosianos cometieron un holocausto, estos han producido un bibliocausto. Se trata del nuevo accionar criminal, de los ilustres incendiarios del auditórium del Núcleo de Sucre de la Universidad de Oriente y de los saqueadores de la Librería Universitaria, que ahora han proseguido sus fechorías quemando la Biblioteca Central.

Lo más inédito de la sociedad del espectáculo y la seducción, impensable en las densas interpretaciones de Guy Debord y Gilles Lipovetski. Ha ocurrido no un holocausto, sino un bibliocausto. Lo que en el pasado fue sobre la gente, en la actualidad ha recaído sobre los libros: decenas de miles de libros ardiendo inmisericordemente, en medio de la ausencia involuntaria de la comunidad Udista, similar al personaje de la fábula griega que se había convertido en un fragmento de sí mismo. Ausente por el cierre, envuelta en lágrimas por la tragedia de la pandemia y de su universidad, pero resuelta a resistir. Dispuesta a reeditar las páginas de lucha, que hicieron levantar a la UDO como la primera universidad del oriente del país. Universidad, que no surgió de dádivas o concesiones otorgadas por gracia de alguna autoridad humana o divina. Universidad mestiza, surgida de la lucha y la resistencia, de universitarios que tratando de alcanzar la autonomía fueron asesinados. De estudiantes que con expedientes amañados fueron enjuiciados por el Tribunal Académico y desterrados de la casa más grande, encarcelados y torturados, forzados a dar con sus huesos al Teatro de Operaciones (TO4) de Cocollar o a encarnar la abominable figura del desaparecido, creada en los años estelares de la IV República. De universitarios todos: profesores, estudiantes, empleados y obreros, que como ayer vamos a reconstruir y lanzar nuevamente la universidad. Transformación de la universidad y no el alarde gatopardiano de “cambiar para que todo sea igual”. Suerte de “VIII Trabajo de Hércules”, limpieza de los Establos de Augías. Hazaña que implica desviar todos los ríos del mundo. Esfuerzo que demanda el más decidido apoyo del gobierno bolivariano.

* Dr. Daniel Milano V. Profesor titular de la universidad de oriente-nucleo de Sucre.


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