Haití. La dificultad de implementar la democracia

Hace ya casi treinta y cinco años terminaba la experiencia de gobierno quizás más nefasta de toda la historia de nuestro país. Las desapariciones en los campos de exterminio, las ejecuciones a cara descubierta, las decenas de miles de exiliados, todo eso en un contexto de total subdesarrollo y de atraso del nivel de vida cada vez más pronunciado. Sin embargo el “después de Duvalier” no cumplió con las promesas de cambio que había cargado. Claro cada tanto se realizan elecciones, los espacios institucionales de poder están ocupados por personajes cubiertos del manto del estado, realizan actividades casi siempre con fines personales. Todo eso conllevó una inestabilidad política casi permanente y una degradación de la calidad de vida de lo haitianos a un punto tal que más de la mitad de la población vive bajo el nivel de pobreza cifra que llega hasta los setenta por ciento en los medios rurales. Como explicar tanta dificultad para implementar la democracia? Porque el haitiano parece incapaz de adoptar políticas públicas que le permita arrancar un proceso de desarrollo económico para que salga definitivamente de esa situación infrahumana en la que yace.
Antes de iniciar este intento de análisis, cabe recordar que durante veintinueve años la dictadura de Duvalier, benefició de todo el apoyo de parte de los sucesivos gobiernos norteamericanos de la época, sea denunciando los intentos de derrocamiento, sea bloqueándolos directamente. Supuestamente porque el régimen representaba el baluarte más seguro contra el comunismo por cierto, así también contra todo movimiento patriótico que podría poner en peligro los intereses del imperio. Sin embargo apenas se dieron cuenta que flaqueaba el poder, lo soltaron para poder quedar en control, junto con los sectores conservadores, de lo que sería la transición y los futuros gobiernos del después de Duvalier.
La inestabilidad ha constituido una característica fundamental de la historia política reciente de nuestro país. Sin embargo no se debería caer en la trampa del sentido común a saber atribuirle un significado puramente subjetivo. A medida que las fuerzas democráticas avanzaban con sus reivindicaciones también se radicalizaban las posiciones. Así se puede decir que la crónica de la era post Duvalier es la de una pugna constante entre, por un lado, la oligarquía y los neo duvalieristas (que no son los mismos pero son iguales) que quieren mantener sus privilegios y del otro, el pueblo y las fuerzas democráticas.
Non obstante, algo inesperado para las clases dominantes, pero claramente explicable por el contexto global de auge popular que se estaba viviendo, fue el advenimiento del Padre Jean Bertrand Aristide en el escenario político. Lavalas representó un enorme desarrollo en la participación de las masas en el sistema político. Tal vez le faltó un marco ideológico más sólido. Uno se imagina también que podría haber tenido formas más democráticas, pero fue la que históricamente resultó posible en su momento.
Después del cruento golpe de estado cívico militar de 1991 y el retorno al poder de Aristide con los marines norteamericanos tres años después, la oligarquía local y sus aliados comprendieron que el pueblo haitiano había alcanzado un nivel de consciencia y de combatividad que haría difícil un gobierno de la derecha tradicional ni siquiera en su versión seudo democrática.
Desgraciadamente tanto el gobierno democrático en el exilio ni la vanguardia Lavalas (el movimiento del Presidente Aristide) tuvo la suficiente clarividencia ni tampoco la combatividad para resistir el golpe fascista con las banderas populares. El pueblo si, estuvo presente y fue quien pagó el mayor tributo de la represión militar. Después de tres años el Presidente pudo volver al poder en las valijas del Imperio y ya, totalmente sumiso a los desideratas yanquis, sobretodo, en lo que hace a las medidas económicas neoliberales.
Así, se fue desconstruyendo la utopía popular. Primero quitándole toda sustancia rebelde a la erigía que representaba el Presidente Aristide, segundo imponiendo más tarde un Presidente Lavalas “light” en la persona de René Préval. El camino hacia el retorno del duvalierismoo de un gobierno de la oligarquía estaba prácticamente allanado. Solo le faltaba el personaje capaz de adormecer al pueblo sin interpelar la consciencia de sus necesidades. Lo tuvieron en el músico de entretenimiento Michel Martelly.
Así se pudo concretizar el proyecto de las clases dominantes de tomar el control de los magros recursos del país, y el del imperio de frenar toda veleidad de poder a carácter popular.
Sin embargo el estruendoso fracaso del gobierno de Martelly, caracterizado por una profundización de la miseria ya imperante, el deterioro del clima social con la proliferación de los grupos armados y de la inseguridad en general, la publicación de los escándalos de corrupción particularmente el de Petro Caribe con todo el daño que representa para el pueblo, provocó un desplazamiento del cursor de las relaciones de fuerzas.
En efecto desde el 6 de Julio del año pasado se vive una situación prácticamente insurreccional en todo el país. Sin embargo, rodeado de una guardia de mercenarios uniformados o no y asegurado del apoyo incondicional de los norteamericanos y del, más tímido de la oligarquía haitiana, el Sr Jovenel Moïse, sucesor de Michel Martelly, se aferra a un poder que no tiene ni bases ni objetivos. Se encuentra en una disyuntiva insostenible. No quiere renunciar pero no puede dirigir.
*Dr Jean Hénold Buteau, Portavoz de Alternative Socialiste (ASO).