Chevige González Marcó •  Opinión •  19/07/2017

Temer y sus socios van por el exterminio de los derechos de los trabajadores

En el año 1877, la historia de los mártires de Chicago, quienes luchaban por la reducción de la jornada laboral, conmovió y sirvió de ejemplo al mundo como un hito en la defensa de los derechos de los trabajadores. Los patrones imponían jornadas obligatorias de hasta 14 horas diarias.

Esa batalla de los obreros estadounidenses resultó tan significativa para el mundo, que en homenaje a ellos se conmemora el día 1 de mayo como Día Internacional de los Trabajadores. El pasado martes 11 de julio, el Senado brasileño, por iniciativa del régimen de facto de Michel Temer y sus socios, aprobó una reforma laboral que representa una burla a los mártires de Chicago y una gran tragedia para el pueblo brasileño.

En primer término, la reforma suprime las ocho horas diarias de jornada máxima de trabajo. Tal cual como en el siglo XIX, los patronos podrán establecer a su conveniencia jornadas laborales de hasta 12 horas diarias y hasta un límite de 60 horas semanales. No conformes con ello, reduce a media hora el tiempo de descanso por almuerzo y suprime el pago de horas extras. Brasil se pone al borde del esclavismo.

La reforma en el Senado fue aprobada por 50 votos a favor, 26 en contra y una abstención. Durante varias horas un grupo de senadoras del Partido de los Trabajadores y del Partido Comunista tomaron el presidium de la cámara para evitar que se efectuara la votación. La respuesta de la mayoría de derecha fue prohibir el acceso a la prensa, cortar el sonido e imponer sus objetivos.

Las asociaciones empresariales y la agrupación de los dueños de medios de comunicación aplaudieron y dieron todo su apoyo a la reforma.

¿CÓMO VULNERA LA REFORMA DIVERSAS REIVINDICACIONES Y DERECHOS DE LOS TRABAJADORES?

La reforma no solo plantea la supresión de las ocho horas de límite máximo por jornada laboral. Fieles al pensamiento neoliberal que exacerba la explotación de los trabajadores y deja al criterio del capital todas las reglas. Es por ello que la piedra angular del proyecto aprobado por el Senado es colocar las negociaciones particulares del contrato laboral entre el patrón y los trabajadores por encima de cualquier cosa contemplada en la ley. Pero van más allá, los acuerdos individuales pueden superponerse a los colectivos. De allí se deriva el resto de los derechos pisoteados.

Según la reforma, el salario ya no será pagado sobre una base mensual, sino a partir de las horas o días laborados. Además de ello, el patrono dispondrá informar al trabajador sobre cuál será el tiempo de su jornada laboral.

El proyecto de Temer también se “adapta” a los nuevos tiempos, instaurando la figura del trabajo desde el hogar, pero no para facilitar la vida de los empleados sino para que el patrón acuerde qué tipo de labores puede ejecutar este desde su hogar. Además suprime las obligaciones del patrón en cuánto a normas de seguridad e higiene laboral, bastará con hacer “inducciones” sobre la materia para dar por hecha su parte.

La reforma apunta a facilitar los despidos y a dejar a los trabajadores indefensos, ya que establece acuerdos mutuos de finalización de contratos. No conformes con ello, establecen una forma de amedrentamiento: si el empleado pierde un litigio laboral llevado ante los tribunales debe pagar los costos del juicio.

Antonio Augusto de Queiroz, consultor del Departamento Intersindical de Asesoría Parlamentaria fue preciso para conceptualizar la reforma laboral en marcha, señaló que se trata de “la completa captura del poder político por parte del poder económico”. Denuncia que lo que se está promoviendo es “un retroceso civilizatorio que suprime el mínimo de equilibrio entre capital y trabajo”, explica que en esa medida persiguen desmontar también el derecho al trabajo, fragiliza la justicia y también las organizaciones sindicales.

Queiroz argumenta que se trata también de un acto de complacencia de Temer con los reales dueños del poder para que ese sector impida cualquier posibilidad de que avance un juicio político en su contra en el Parlamento.

Por su parte, la expresidenta Dilma Rousseff afirmó que “Brasil está de luto, después de 74 años de conquistas, por 50 votos, el Senado impone la derrota de los trabajadores. La ley del trabajo está muerta”.

QUIEREN VOLVER A LA ESCLAVITUD

Sobre el proyecto de reforma laboral aprobado en el Senado, el expresidente Lula da Silva advirtió refiriéndose a la cúpula gobernante: “Esa gente quiere volver a los tiempos de la esclavitud, al tiempo anterior al Gobierno de Getúlio Vargas”.

Ayer en Sao Paulo y otras ciudades brasileñas hubo protestas contra el proyecto de Temer, que fueron invisibilizadas, una vez más, por los grandes medios. También se efctuaron movilizaciones en solidaridad con Lula.

DOBLE GOLPE

En un lapso de pocas horas el régimen de Temer y la élite de derecha trató de ejecutar golpes seguidos contra el pueblo brasileño. Casi en paralelo ocurrió la sanción de la reforma laboral en el Senado junto a la difusión de la sentencia que, en primera instancia, condena al expresidente Lula da Silva a una pena de nueve años por el delito de corrupción.

Durante los últimos días, el propio Mandatario de facto zozobraba entre acusaciones de corrupción. Era evidente la jugada para voltear el foco de la opinión pública. “El golpe no cierra si Lula puede ser candidato”, señaló el expresidente Da Silva en sus primeras declaraciones luego de conocida la sentencia del juez Sergio Moro.

El líder del Partido de los Trabajadores es el favorito en las encuestas para lograr nuevamente la Presidencia de Brasil en las elecciones previstas para 2019. Sin embargo, ante la posibilidad de que Temer salga antes de tiempo por sus vinculaciones con hechos ilícitos, la cúpula empresarial y política que secuestró al país decidió blindarse.

Lula ratificó que no hay ninguna prueba que sustente la condena en su contra. El exmandatario subrayó que “no es a Lula al que pretenden condenar sino a un proyecto de país. Están destruyendo los fundamentos de la democracia”. Precisamente la reforma laboral de ayer era una demostración más de lo afirmado por Da Silva. La intención real es eternizar la dictadura de los empresarios.

EL ZARPAZO DE LAS ÉLITES

El 31 de agosto de 2016, la élite de Brasil dio un zarpazo contra la democracia y comenzó el secuestro de Brasil. El objetivo no era solo sacar a Dilma Rousseff y al Partido de los Trabajadores (PT) del Gobierno, lo estratégico para las cúpulas políticas y económicas de la derecha era acabar con todos los avances y reivindicaciones logradas desde que el obrero metalúrgico Luiz Inácio Lula da Silva ganara la Presidencia del país en el año 2002, con un impresionante 61% de los votos.

Cincuenta millones de brasileños pudieron salir de la pobreza gracias a las políticas de los gobiernos del PT; entre 2008 y 2012, la tasa de desempleo se redujo en 30 por ciento. Según cifras de la FAO, entre 2003 y 2014, la pobreza extrema en Brasil se redujo en 75%. En el mismo informe se indicaba que la inversión social durante ese período era de 35 mil millones de dólares.

Además de los logros sociales y económico dentro de sus fronteras, el gigante suramericano comenzó a tener una política exterior propia y soberana, de cara a la integración regional. La Unasur y la Celac nacen con el impulso decidido del líder venezolano Hugo Chávez y de Lula da Silva. El Mercosur también había dejado de ser un conciliábulo de reparto de intereses económicos entre las burguesías de sus países miembros para adquirir una nueva dimensión social y política.

No se trataba de cualquier nación la que daba el vuelco que dio Brasil. Era la séptima economía mundial, el país más extenso de Latinoamérica, con un enorme peso y una gran posibilidad de liderazgo, un apoyo fundamental del eje de gobiernos progresistas que avanzaron en la región. Un peligro para las políticas de Washington y del imperialismo, que evidentemente no iban a permitir de brazos cruzados la completa rebelión en lo que consideran su “patio trasero”.

LA TRAICIÓN ASESTÓ LA PUÑALADA

Dentro del complejo ajedrez político brasileño, el PT y sus aliados de izquierda compartieron también espacios de gobierno con otras organizaciones y figuras de carácter conservador, pese a ello, lograban en el apretado juego sacar adelante los principales aspectos de sus objetivos para transformar al país.

Dilma Rousseff concurrió a las elecciones del año 2014 en fórmula con el vicepresidente que asestó la puñalada de la traición: Michel Temer. El segundo al mando fue tras bastidores quien hizo las maniobras del impeachment mediante el cual se ejecutó la ilegal destitución de la primera presidenta electa en la historia de Brasil.

Meses antes del golpe contra Dilma había circulado una nota de voz en la que se escuchaba a Temer ensayar su primer día como presidente. El fraude contra la democracia y el pueblo estaba montado en las mayorías de derecha que predominaban en las cámaras del Senado y en diputados. Consumado el derrocamiento de la legítima Presidenta, el régimen de facto de Temer no tuvo rubor para mostrar todas sus intenciones.

Se formó un gabinete machista, sin la presencia de mujeres, integrado por hombres de piel blanca, la mayoría de ellos relacionados con la esfera empresarial. De inmediato anunciaron también la ejecución de reformas que amarraran a Brasil a un pavoroso retroceso neoliberal. La flexibilización laboral era uno de sus objetivos fundamentales y este martes 11 de julio, el mismo Senado que selló el golpe contra Dilma aprobó la reforma de la Ley del Trabajo para colocarla a la medida de los empresarios.

Fuente: Correo del Orinoco


Opinión /