Manuel García Fonseca •  Opinión •  15/11/2016

Los medios de comunicación y la democracia

Hace unos días el  diario “El País” dedicaba otra de sus editoriales al máximo dirigente político del partido con más historia y todavía segundo partido de España, acusándole nada menos que de antidemócrata por las críticas que había vertido Pedro Sanchez a ese periódico y al grupo empresarial del que depende.

No es de extrañar que los partidos políticos, incluso los que se consideran antisistema, no se atrevan, al menos en periodo electoral, a hacer críticas a los medios de comunicación; pero resulta mucho más importante y lamentable la ausencia en sus programas de cual sería su política con relación la función en una sociedad democrática de estos poderes fácticos y a su control por parte de la ciudadanía.

Los partidos clásicos y los nuevos pasan sobre el tema como sobre ascuas. Sin embargo no hay democracia real si no se democratizan los poderes mediáticos. Valga  una referencia a Ignacio Ramonet, sobre la importancia de este poder, que debiera ser considerada, y sin embargo está ausente, en el debate político.

A la hora de la globalización los principales poderes son el poder económico y el poder mediático. El poder político llega en tercer lugar. Y el poder económico cuando se alía al poder mediático constituye una enorme palanca capaz de hacer temblar a cualquier poder político. Esta es una de las grandes realidades de hoy, aunque a veces sigan presentándonos la realidad de manera diferente. Y eso es democráticamente escandaloso, porque el poder político es elegido en las urnas, pero el poder mediático y el poder económico no lo son, y no tienen legitimidad democrática. Además el poder económico domina cada vez más al poder mediático, porque lo controla, lo compra, lo concentra. Y nos hallamos en una situación orwelliana en la que los dueños de la producción industrial son a la vez los amos de los sistemas de manipulación de las mentes.

Esto no se expresa políticamente, y sin embargo somos cada vez más los ciudadanos que nos indignamos por las manipulaciones, desinformaciones y bajísima calidad de los medios de comunicación en España. Muchos ya hemos dejado de comprarlos y de tomarlos en serio. Pero su influencia masiva sigue siendo enorme y negativa. ¿Cómo  se puede justificar que no sean uno de los aspectos políticos para una exigencia democrática?.

Termino con un texto de la primera mitad del siglo pasado, que hoy  resultaría sorprendente cuando no irrazonable, de la filósofa judía francesa, Simone Weil, a quién puso de moda en su época Albert Camus:

“Para los órganos de información debiera poder juzgarse no solo las informaciones erróneas sino también las omisiones voluntarias y tendenciosas.

La corrección de los medios de comunicación debería estar asegurada por la vigilancia de los tribunales, que podrían suprimir un órgano en caso de alteración demasiado frecuente de la verdad. Pero sus redactores podrían hacerle reaparecer con otro nombre. En todo ello no habría el menor atentado contra las libertades públicas. Por el contrario, daría satisfacción a la necesidad más sagrada del espíritu humano, la necesidad de protección contra la sugestión y el error”.

Manuel García Fonseca
“Pole”, es sociólogo, profesor de filosofía y ex diputado nacional y autonómico de IU por Asturias, así como co-fundador del Comité de solidaridad con la causa árabe (CSCA).

Fuente:

www.sinpermiso.info, 12 de noviembre 2016

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