Poetas y mundos

Nuestro poeta Juan Gelman recibe en 2007 el Premio Cervantes y en el discurso de agradecimiento recuerda, entre otras cuestiones de vida y muerte, una reflexión de la poeta rusa Marina Tsvetaeva, aniquilada por el estalinismo: «El poeta no vive para escribir, escribe para vivir».
Y también cita a Rilke, allí, entre reyes y presidentes: «Lo que finalmente nos resguarda, es nuestra desprotección».
Jorge Luis Borges nos dijo: «Deje que otros se enorgullezcan de cuántas páginas han escrito; prefiero jactarme de las que he leído»
El poeta Juan L Ortíz, desgrana sus pensares ante la mirada inquieta y juvenil del poeta y periodista Paco Urondo.
Habla del río y sus sonidos, de la música y del silencio de los pescadores. Y también dice: «El sueño tiene orillas, la muerte no tiene orillas; el sueño es un pedazo de muerte». «Yo creo -dice Ortiz- que cada poeta que nace en el mundo crea, si es fiel a sí mismo, una forma nueva de poesía».

Julio Cortázar escribe en hojas cuyo destino será un cajón olvidado y que alguien rescatará con el nombre de «Papeles inesperados» después de su muerte. «Un escritor de verdad es aquel que tiende el arco a fondo mientras escribe y después lo cuelga de un clavo y se va a tomar vino con los amigos.
La flecha ya anda por el aire, y se clavará o no se clavará en el blanco; sólo los imbéciles pueden pretender modificar su trayectoria o correr tras ella para darle empujoncitos suplementarios con vistas a la eternidad y a las ediciones internacionales»
Juan Goytisolo le dice a Francisco Urondo: «El carácter del pueblo español se ha modificado profundamente y sus primitivas virtudes tienden a extinguirse.
Nuestro heroísmo del 36 es algo muerto y bien muerto.
Los intelectuales hemos sido los últimos en darnos cuenta.
Hemos seguido con Unamuno, Machado, García Lorca y la Guerra Civil mientras a nuestro alrededor el país acampaba en el presente y comprendía muy bien su lenta pero segura evolución hacia una sociedad de consumo»

«Contempla el mundo», sugiere el poeta y periodista Raúl González Tuñón a un jovencito músico Tata Cedrón que lo entrevista y evoca aquello que el filósofo inglés Roger Bacon había escrito varios siglos antes. Y aunque detestaba las teorías absolutistas le recuerda: «Lo importante es que un poeta, un músico, un pintor lo sean en la obra y en la vida. Cuando se da eso, ponele la firma que es el perfecto equilibrio»
Si el arte no es un acto de sinceramiento con uno mismo, pienso, no le sirve a nadie; uno podría decir que es una herramienta del cielo concedida para crujir, para ser alma y gramilla, para poder lidiar con las propias guerras y también con las ajenas. Con el ruido sinuoso del espanto y la ausencia.
¿Seremos capaces de contemplar con la misma pasión un campo de naranjales que un televisor de 65 pulgadas o un auto?
¿Podremos salir de las vitrinas con que nos seduce la tecnología?
¿Podremos tender puentes o solo nos ocupa nuestro ombligo?
¿Sabremos mirarnos a los ojos otra vez?