La Jornada •  Opinión •  22/12/2022

Starbucks y el nuevo movimiento sindical

Cabe desear que la sociedad estadounidense cobre cuenta de lo que está en juego: nada menos que la esperanza de revertir la precarización laboral y poner los cimientos de un modelo económico en el cual no se sacrifique a la inmensa mayoría para que unos cuantos amasen riquezas fabulosas.

Starbucks y el nuevo movimiento sindical

Alrededor de mil empleados en unos 100 locales de la cadena de cafeterías Starbucks en Estados Unidos efectuaron una huelga del viernes al domingo como parte de su campaña para formar un sindicado que vele por los derechos de todos los trabajadores de la mayor empresa del sector.

Se trata del segundo paro en un mes y del más prolongado en el año que lleva el esfuerzo de sindicalización.

Se trata de un movimiento incipiente, en el que apenas 260 de las 9 mil sucursales con que cuenta Starbucks en territorio estadunidense votaron a favor de agremiarse. Sin embargo, reviste importancia tanto histórica como simbólica por representar la irrupción de la lucha por los derechos laborales en una compañía que encarna el denominado american way of life.

Para entender la significación del fenómeno, es necesario echar la vista atrás. El ascenso de la ideología neoliberal en los 70 trajo consigo el violento desmantelamiento de los logros obtenidos por los trabajadores en siglo y medio de batallas por sus derechos, así como la promoción de un sentido común, según el cual el empleo es una gracia concedida por los empresarios que los empleados deben recibir con gratitud, sin exigir otra cosa que el menguante salario que se les entrega. Una de las principales características del neoliberalismo en los países avanzados, el traslado de la industria a regiones con bajos salarios con el consiguiente desplazamiento de la clase obrera tradicional por los empleados de servicios, tuvo como correlato una embestida frontal contra los sindicatos y la desarticulación del trabajo organizado. Insertos los trabajadores en la lógica individualista y despojados de los instrumentos de protección de sus derechos, fue fácil imponer condiciones laborales cada vez más precarias, disfrazadas con eufemismos como la flexibilización o el “trabajo independiente ( freelance)”.

Ante esta historia, el todavía modesto movimiento de los trabajadores de Starbucks muestra la recuperación de una conciencia obrera que muchos observadores daban por extinta debido a la lejanía de los jóvenes con respecto a las luchas colectivas de los siglos XIX y XX. Comienza a verse cómo, enfrentadas a ingresos insuficientes y a abusos patronales, las jóvenes generaciones rescatan el saber de que sólo unidos pueden plantar cara a los grandes problemas de su propia época.

Los desafíos que enfrentan los trabajadores son formidables. Starbucks, como otras compañías que han visto crecer la exigencia de reconocimiento de derechos laborales en los años recientes (entre ellas, McDonald’s, Amazon o Uber), dispone de un enorme poder para influir en las decisiones judiciales, la clase política y la opinión pública, gran parte de la cual muestra absoluta fidelidad a las marcas sin discernir los daños sociales, ambientales y económicos de la concentración de la riqueza y de las formas extremas de explotación en que basan su éxito dichas empresas.

La respuesta de la cadena de cafeterías a las justas exigencias de sus empleados ha ido desde sabotear las negociaciones del contrato colectivo hasta despedir a los organizadores sindicales y cerrar las tiendas que optaron por agremiarse, por lo que el futuro de la iniciativa resulta incierto. En este escenario, cabe desear que la sociedad estadounidense cobre cuenta de lo que está en juego: nada menos que la esperanza de revertir la precarización laboral y poner los cimientos de un modelo económico en el cual no se sacrifique a la inmensa mayoría para que unos cuantos amasen riquezas fabulosas.

Fuente: La Jornada


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