Gabriel Alberto Rosas Sánchez •  Opinión •  17/02/2023

Algunos aportes de Herman Daly

Un recorrido por el pensamiento del economista ambientalista Herman Daly y sus criticas a la noción de crecimiento economico infinito del capitalismo.

Algunos aportes de Herman Daly

Hacia la construcción de un desarrollo económico energéticamente sostenible y para el bien común

El pasado 28 de octubre del 2022 llegó a su fin la vida y obra de Herman Daly. El economista estadunidense, egresado de la Universidad de Vanderbilt en 1967, transcurrió su vida académica siendo profesor de la Universidad de Maryland, la Universidad Estatal de Luisiana y formó parte del departamento ambiental del Banco Mundial.

Quien fuera profesor emérito de la Universidad de Maryland perteneció a un grupo de economistas precursores de la Economía Ecológica. En 1989, junto a Laura Cornwall, Joan Matínez-Alier, Jacqueline McGlade, Robert Costanza, Allison Gilbert, Kenneth Boulding, entre otras y otros, fundaron la International Society for Ecological Economic (ISEE).

Acutualmente, “la ISEE es una asociación transdisciplinaria de académicos y activistas quienes, a través de la investigación, educación y acción social, buscan fomentar la transformación de una sociedad equitativa ecológicamente sostenible con respeto a los derechos de las personas y la naturaleza, la diversidad biológica y cultural” (ISEE, 2023). Su importancia a nivel internacional se ha consolidado gracias al establecimiento de capítulos regionales donde investigadores de Asia, África, América, Europa, Oceanía crean redes locales de colaboración a fin de sumarse a la discusión y enseñanza de la economía ecológica tomando en consideración sus experiencias locales.

Durante su formación, la influencia de economistas como Nicholas Georgescu-Roegen llevaron a Herman Daly al desarrollo crítico sobre la conceptualización de la economía y sus bases epistemológicas. A lo largo de su obra es notorio su malestar y oposición a la manera en que la economía, como disciplina, se desentendió de la importancia energética y material proveída por el medio ambiente. La rama dominante, la economía neoclásica, se convirtió en la disciplina cuyo análisis se centra en la asignación eficiente de los bienes escasos.

Como se ha mencionado en otros espacios (véase el texto de nuestra autoría Naturaleza y pensamiento económico: la necesidad de un reencuentro), la disciplina económica desde sus orígenes reconoció su dependencia y vínculo ecológico. Desde el siglo XVIII, la escuela fisiócrata estableció un criterio de valor concreto vinculado a los rendimientos de la tierra. En efecto, en sus reflexiones consideraron al sector agrícola como la clase productiva mientras el trabajo y la manufactura fueron relegadas a clases transformadores alejadas de la creación del valor.

Sin embargo, el transcurrir de la disciplina se desvinculó de la naturaleza como fuente creadora, desde Adam Smith para quien la división del trabajo aplicado a la industria es la fuente de la riqueza de las naciones y Karl Marx para quien el trabajo humano incorporado en las mercancías representa el valor social más importante. A pesar de centrarse en el trabajo como elemento fundamental creador del valor, el método utilizado por los economistas clásicos reconocía la interrelación de la esfera económica con el resto de las instituciones, el papel de las clases sociales y el contexto histórico que representó el inicio y desarrollo del capitalismo y la Revolución Industrial.

Con la llegada de la Escuela Marginalista encabezada por Carl Menger, Stanley Jevons y León Walras, el método económico sufrió un cambio radical. La influencia del cálculo en las matemáticas y la mecánica en la física condujeron a los teóricos marginalistas hacia analogías donde la economía estaba regida por reglas universales y era labor de la teoría explicar el mecanismo bajo el cual productores venden y compradores adquieren las mercancías deseadas.

La demostración de este mecanismo requiere abstraer el comportamiento social al mínimo estableciendo el individualismo metodológico. Es decir, basta con entender el comportamiento individual de un agente representativo y así explicar el comportamiento colectivo. El ser humano se concibió como un “agente” el cual dota de valor, partiendo de su percepción individual, a las mercancías. Por tanto, el valor de los bienes se trasladó al plano subjetivo. Volver operativo estas condiciones requirió de la formalización matemática. Debido a esta interpretación del “mundo económico” y del cambió del método, la economía se alejó profundamente de las consideraciones biológicas como fundamento elemental del valor en una sociedad.

Este preámbulo permitió a los economistas neoclásicos, herederos del pensamiento marginalista, establecer las condiciones con el propósito de demostrar la existencia matemática de este mecanismo. A pesar de sus inconsistencias matemáticas y sus implicaciones sociales -como suponer la existencia de una economía sin dinero y la ausencia de clases sociales-, la demostración del equilibrio general competitivo de Gerard Debreu y Kenneth Arrow en 1954 se consolidó como el principal instrumento analítico de la economía. La abstracción de este cuerpo teórico permitió a la disciplina consolidarse como una ciencia predictiva, convirtiéndose en un campo genérico y homogéneo para el análisis de la pobreza, la desigualdad, el crecimiento, entre otros temas. Este método distanció aún más a la economía del mundo ecológico.

Este preámbulo facilita el entendimiento sobre la crítica y los aportes de Herman. Daly. Desde sus primeros textos como On Economics as a Life Science (1968) se muestra una postura unificadora y holística de la economía con la biología, reconociendo la existencia de metáforas biológicas en la economía. En efecto, la economía implica flujos monetarios, energéticos y mercantiles, intercambios materiales, interdependencia sectorial, energética del entorno natural y evolución de las pautas de consumo y producción de acuerdo con el conocimiento y la disponibilidad energética. Si bien estas categorías son herencia de la biología, sirven a la economía, desde la perspectiva de Daly, para entenderse a sí-misma como una disciplina abierta, sistémico, dinámica y por supuesto reconociendo sus bases naturales más allá del dinero y mercancías.

Respecto a este último punto, el artículo referido señala la dependencia de los sectores económicos tal como la industria de los insumos materiales proveídos por la naturaleza, por ejemplo, los animales, plantas, el uso de la atmosfera, etcétera. Con base en estos argumentos y rompiendo con la postura dominante, muestra analógicamente el parecido del sistema económico y el metabolismo. Ambas entidades dependen de energía para su funcionamiento.

El metabolismo es diferenciado entre anabolismo y catabolismo. El primero se refiere al conjunto de procesos constructores a partir de moléculas pequeñas (el clásico ejemplo es la fotosíntesis usando energía solar), mientras el catabolismo se trata de procesos metabólicos degradadores de sustancias complejas en otras más simples (otro ejemplo frecuentemente citado es la digestión donde se transforman las proteínas en aminoácidos). En cuanto al sistema económico, Daly lleva esta analogía al comparar la producción y el consumo. En la primera se requiere energía en su forma pura y convertirla en mercancías (por ejemplo, madera para producir muebles) y la segunda, el consumo, es un proceso transformador de materia y energía en residuos (ejemplificando, un refresco cuyo embotellado se desecha). Esta visión rompe con el esquema cerrado de la economía dominante donde el ciclo productivo convierte la totalidad de la energía disponible en mercancías.

Reconocer la importancia de la energía y materia en la reproducción del ciclo económico produjo críticas severas por parte del economista estadunidense sobre la idea de crecimiento económico ilimitado a raíz del cambio tecnológico. En efecto, en su texto Steady State, Concepts, questions and definitions (1992) se presenta una crítica a los modelos enseñados en las aulas universitarias. En los modelos canónicos del crecimiento económico, el caso de Robert Solow (1954), la dinámica económica está limitada por la participación factorial del trabajo, capital y progreso tecnológico -comúnmente conocido como productividad-, cuyo freno viene dado por el crecimiento poblacional y la depreciación del capital. De esta forma, ante la ausencia de dimensiones naturales, el crecimiento puede superar el agotamiento factorial (capital y trabajo) y al crecimiento poblacional gracias al desarrollo del cambio tecnológico.

La sustitución de la tecnología por la importancia de la naturaleza radica, de acuerdo con Daly, por la construcción de una economía para un mundo vacío. Así, en su texto Economics for a Full World (2015), se denuncia la creación de un cuerpo teórico que sitúa a la economía como un sistema sin el potencial de generar perturbaciones al medio natural. Bajo esta lógica, la economía parecería estar diseñada en un contexto histórico donde la expansión del capital, trabajo y tecnología no alterarían al entorno biológico debido a su pequeña dimensión respecto al mundo real. No obstante, el desarrollo del capitalismo y la industrialización cambió el entorno de un “mundo vacío” a un “mundo lleno” donde esta visión económica simplemente no puede continuar por los límites energético.

El desarrollo y expansión de los sectores económicos, desde el punto de vista de Daly, no le ha dado el reconocimiento necesario al “capital natural”. En su clásico libro For the Common Good (para el bien común): Redirecting the Economy toward Community, the Environment, and a Substainable Future (1989), se declara sorprendido sobre la ausencia de la tierra y el entorno natural dentro del mundo económico, siendo aspecto clave para la reproducción. El capital natural es generador de flujos y servicios ambientales prioritarios en su cuidado. En cambio, la economía capitalista privilegia la acumulación de capital creado por el ser humano.

La postura del autor contra los costos del actual crecimiento económico es contundente. Desde su trabajo Economics, ecology, ethics. Essays toward a steady-state economy (1971) y pasando por sus textos previamente citados, destaca del papel del crecimiento sobre la sociedad. En efecto, en lugar de mejorar el bienestar social se ha convertido en daño a la población en términos de agotamiento y degradación del ambiente. Sobre la base de ello, reprueba el actual concepto de “desarrollo sustentable” al ser contraproducente.

Efectivamente, la compatibilidad entre crecimiento y desarrollo es una dualidad imposible bajo el enfoque ortodoxo. En el libro señalado (1989) se encuentra una de las mejores argumentaciones. El crecimiento, por un lado, es un aspecto estrictamente cuantitativo, la cantidad de mercancías producidas, mientras el desarrollo refiere a elementos cualitativos como el derecho a entorno limpio, el desarrollo personal, académico, entre varias cosas valiosas en cada sociedad. Por lo tanto, indicadores agregados dentro de la contabilidad nacional como el Producto Interno Bruto (PIB) no debe ser considerada una medida de bienestar social pues responden al nivel de producción y no de consumo. Pese a ello, las principales instituciones internacionales continúan utilizando el PIB como  medida clave del progreso.

El trabajo de Daly no recae únicamente en la crítica certera hacia la economía en su campo teórico y práctico, adicionalmente, el profesor estadunidense avanza en la propuesta de ciertas iniciativas relevantes con el propósito de construir un camino energéticamente sostenible. En primer lugar, pugna por orientar la economía hacia un “estado estacionario”. Este término hace referencia a la situación donde los factores productivos -capital y trabajo- y la población alcanzan un máximo, por tanto, el crecimiento económico toca un límite.

En coincidencia, el paso inicial hacia un esquema de desarrollo económico y cuidado ambiental es modificar las referencias de eficiencia económica. De acuerdo con Daly (1989), las medidas deben orientarse hacia el impulso de la economía estacionaria. En primer lugar, encontrar la escala óptima de producción maximizadora de los flujos del capital natural. En un trabajo con Robert Constanza (1992), la condición mínima para el desarrollo sostenible es preservar el capital natural. El medio para lograrlo es su valorización con el objetivo establecer los límites de aprovechamiento, extracción anual y cuantificar los servicios ambientales. La idea de la economía de estado estacionario es respetar los límites físicos y en su lugar optimizar los flujos de capital humano, natural y trabajo. El argumento es evitar extender la cantidad de producción más allá de la frontera técnica y ambiental sino limitarla.

El decálogo de acciones enlistadas por el economista en su texto del 2015 para lograr un desarrollo energéticamente sostenible es: I) Límites a la extracción y utilización de bienes naturales en función de la capacidad natural de recuperación en los ecosistemas. II). Impuestos a los procesos económicos contaminantes. III) Limitar la desigualdad a través de topes a los niveles máximo de ingreso. IV) Reformar al sector bancario con la finalidad de respaldar la deuda emitida. V) Regular el comercio internacional en apoyo a los productores nacionales. VI). Incrementar el bienestar de las personas con mayor tiempo libre. VII) Políticas de control natal. VIII) Evitar los costos adversos del crecimiento a partir del monitoreo y reformas a la contabilidad nacional. IX) Restaurar el empleo a partir del incremento de la productividad (menor cantidad de horas de trabajo y mayor tiempo destinado al ocio). X) Gobernanza mundial justa que visibilice y fortalezca los esfuerzos locales y comunitarios. Crear una comunidad de comunidades locales.

Finalmente, las iniciativas del profesor Herman Daly, apunta, deben acompañarse de un cambio profundo en la manera de pensar. Por ello, exhorta a las universidades tomar el liderazgo e incorporar la enseñanza materias que permitan visibilizar la crisis ecológica. Asimismo, la universidad deberá contar con un departamento propio para examinar su desempeño y vinculo con la sociedad. Las lecciones de Herman Daly superan su presencia física. El fin de su vida ha dejado un vacío en la reflexión acerca de la economía y naturaleza.

Las medidas propuestas representan una gran herencia para el diseño de la economía como disciplina y herramientas valiosas para los hacedores de políticas. Es imposible seguir pensando en una dinámica ilimitada en un mundo finito. Buscar estrategias vinculadas al cuidado de la naturaleza nos permitirá establecer criterios hacia un desarrollo económico energéticamente sostenible y no caer en el actual discurso políticos sin acción. La búsqueda de una economía hacia el bien común, como planteó Daly, son elementales para alcanzar estándares de bienestar adecuados, justicia social, económica y mitigar los efectos adversos de la crisis ambiental.

Fuente: https://www.alai.info/hacia-la-construccion-de-un-desarrollo-economico/


Opinión /