Juan Andrés Pérez Rodríguez •  Internacional •  07/09/2016

Elías Jaua, ex Vicepresidente de Venezuela: «El error fatal de la Revolución Bolicariana…»

Los mayores peligros que amenazan a la Revolución Bolivariana de Venezuela no provienen de Washington, ni de la fuerza de la contrarrevolucionaria burguesía vernácula, apoyada por la reacción internacional. Sus desafíos más perentorios nacen de las propias entrañas del proceso. Es decir, de fuerzas autodestructivas como el corrosivo fenómeno de la corrupción y la ilusoria idea, reformista, de que sería posible alcanzar la justicia social sin superar el sistema capitalista (...).

Elías Jaua, ex Vicepresidente de Venezuela: «El error fatal de la Revolución Bolicariana…»

   Los mayores peligros que amenazan a la Revolución Bolivariana de Venezuela no provienen de Washington, ni de la fuerza de la contrarrevolucionaria burguesía vernácula, apoyada por la reacción internacional

   Sus desafíos más perentorios nacen de las propias entrañas del proceso. Es decir, de fuerzas autodestructivas como el corrosivo fenómeno de la corrupción y la ilusoria idea, reformista, de que sería posible alcanzar la justicia social sin superar el sistema capitalista.

   A estos aspectos fundamentales para el futuro inmediato de cualquier proyecto emancipador, se refirió el pasado lunes el  diputado de la Asamblea Nacional por el Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) Elías Jaua.

   Jaua, ex vicepresidente de la nación con el Gobierno de Hugo Chávez,  negó  en la cadena latinoamericana TeleSur que la corrupción que tanto afecta a Venezuela se origine o  impulse desde el palacio de Miraflores.

   En el programa “Siete Preguntas”, de esta emisora, el diputado defendió que “tanto con el comandante Chávez, como con el presidente Maduro se han hecho grandes esfuerzos para combatir” esta lacra, al contrario de lo que sucedía durante la Cuarta República, «cuando sí se planificaba y ejecutaba la corrupción desde el Gobierno”.

   El también ex ministro y ex vicecanciller advirtió, no obstante, que «el Gobierno ha cometido un grave error, al permitir que, luego de 17 años de Revolución, la economía siga estando en manos de los monopolios capitalistas de distribución y producción”.

   Las declaraciones de Jaua se producen solo unos meses después de que, desde el propio Ejecutivo de Nicolás Maduro se cuestionaran  las medidas de carácter socializador implementadas durante el mandato de Hugo Chávez.

      Así lo hizo, el 27 de julio de este año, el ministro de Petróleo y presidente de la empresa estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa), Eulogio Delpino, quien calificó como “un error” las nacionalizaciones de empresas relacionadas con la extracción, distribución, transporte de crudo y otras actividades relacionadas  con esta industria, acometidas por Chávez en 2009.

   Delpino, llegó incluso a plantear la necesidad de devolver la propiedad y control de la mayor parte de esas actividades a los empresarios expropiados.

   “Debemos ir a un nuevo modelo con mayoría del sector privado y eso pasa por un reconocimiento de errores: creo que lo que se hizo en el Lago de Maracaibo tuvo muchos errores, debemos reconocerlo y hemos ido a un esquema en el cual a todos aquellos empresarios, que aún quieran continuar, vamos a devolverle sus actividades”, declaró.

   Por supuesto, las palabras del ministro fueron respondidas también desde las más altas instancias del Gobierno. El propio Nicolás Maduro y el ex presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, realizaron manifestaciones  en las que se negaba cualquier posibilidad de privatizar empresas nacionalizadas o devolverlas a sus dueños (1) (2). Sin embargo, las manifestacion del ministro responsable de gestionar la principal actividad económica del país no tuvo ninguna consecuencia conocida . Delpino, que continúa en su puesto, simplemente tuvo que afirmar en otra declaración pública, tras el revuelo provocado por sus palabras, que «no habría privatizaciones en PDVSA». 

   Lo cierto es, no obstante, que varios analistas comprometidos con el proceso bolivariano han advertido que este tipo de declaraciones  son el reflejo de una línea política y de concepcciones que comparten muchos de los que dirigen los  ministerios, empresas públicas e instituciones estatales.

   El señalamiento realizado por Elías Jagua no constituye, por tanto, ninguna novedad, si bien es significativo que éste proceda de alguien que ha desempeñado los más altos cargos de responsabilidad en varios Ejecutivos bolivarianos.  

  Desde hace años,  intelectuales y activistas como el escritor Luis Brito García o el historiador Vladimir Acosta han venido alertando, desde las filas del chavismo, sobre el error fatal que supone no atacar el monopolio de la producción, importación y distribución en manos de la burguesía venezolana que lleva adelante la guerra económica, llegando a proponer la creación de una empresa nacional para asumir estas actividades esenciales.

   Diecisiete años, en efecto, son un periodo de tiempo suficientemente largo para impulsar medidas esenciales para la transformación de Venezuela, que en varias fases del proceso pudieron implementarse con una correlación de fuerzas mucho más favorable que la actual. Oportunidades hubo para ello.

        En cualquier caso, el gobierno de Nicolás Maduro tiene hoy la responsabilidad de afrontarlas, al menos como guía fundamental de su planificación, en el caso de que aún se esté a tiempo de rectificar los problemas y tendencias regresivas que se han desarrollado durante esta etapa. Admitiendo que el Ejecutivo de Maduro debe desempeñarse en un contexto más complejo que el que tuvo que afrontar el propio Chávez en muchos momentos de su mandato, resulta imprescindible cuestionar si las políticas que se han venido aplicando contribuyen, realmente, a corregir la deriva indeseada. Medidas como el regalo de miles de automóviles y taxis, que potencian entre la población una conciencia individualista, en lugar de crear una empresa estatal que garantice este tipo de transporte; la entrega, en solo diez años, de 304.754 millones de dólares a las mismas empresas privadas que acaparan y esconden los productos para combatir el proceso bolivariano o la insistencia en tratar de llegar a pactos con  estos sectores de la oligarquía venezolana, solo pueden generar el efecto contrario. Tampoco parece coherente con el propósito declarado de construir el socialismo la designación como miembros del Gobierno de empresarios como Miguel Pérez Abad, hasta hace poco ministro de Industria y Comercio y Vicepresidente del Área Económica. Un ex presidente del lobby patronal FEDEINDUSTRIAS, que también llegó a proponer un plan de «devolución de empresas expropiadas» o en manos de los trabajadores. 

     Aunque el señalamiento de estas tendencias constituye una obligación para todo aquel que, honradamente, quiera expresar su solidaridad con la revolución bolivariana, a menudo la falta de cultura crítica confunde esta práctica necesaria con una forma de deslealtad u oportunismo. Y ello a pesar de que ya en el año 2006, alguien al que, seguramente, nadie se atrevería a acusar de “haber dado armas al enemigo”, el comandante Hugo Chávez, se refería abiertamente a estos mismos peligros:

   “La mayor amenaza para la revolución – manifestaba Chávezestá dentro. Hay una contrarrevolución permanente, burocrática. Por todos lados me azota el enemigo de una burocracia vieja y una nueva que se resiste a los cambios. Tanto, que uno tiene que estar pendiente de cuando se dé una instrucción para que no sea detenida, desviada o minimizada por esa contrarrevolución burocrática que está en el Estado”.

    Tres años después, Chávez alertaba también contra la tendencia reformista, o de socialdemocratización del proceso bolivariano, señalando la Revolución como el único camino posible para la emancipación de los pueblos.

CANARIAS-SEMANAL.ORG.


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