José Haro Hernández •  Opinión •  16/09/2023

La gorra de Sánchez y el elefante en la habitación

Una de las imágenes destacadas de un verano electoral que se ha prodigado en noticias de todo tipo ha sido, sin duda, la de Sánchez de vacaciones en Marrakech ataviado con una gorra con la que pretendía pasar desapercibido. Las especulaciones se desataron, puesto que resultaba extraño que el presidente del gobierno español estuviera protagonizando, tras asumir de manera vergonzante las tesis marroquíes sobre el Sahara, su enésimo acto de connivencia con la monarquía alauita. Los medios de derechas insistían: Sánchez es rehén de unos servicios secretos, los de Mohamed VI, que lo habrían chantajeado(espionaje telefónico mediante)para que abandonara a su suerte a los saharauis a cambio de no revelar informaciones comprometedoras sobre su persona. 

 Ignoro si esa extorsión es real o no, así como si, de existir, ha tenido algún peso en el cambio de la posición española. De lo que estoy absolutamente convencido es de que esta circunstancia está ligada a la adhesión incondicional de España a la estrategia norteamericana y anglosajona en el norte de África, que pasa por reforzar a Marruecos como gendarme en un espacio donde la influencia de los antiguos colonizadores, sobre todo franceses, se desmorona a ojos vista. En el continente africano se libra una batalla muy intensa, que aumenta exponencialmente al paso de los días, en la que el bloque occidental pretende frenar la creciente presencia rusa y china en esta codiciada zona del mundo, muy rica en materias primas. 

Así pues, el atlantismo es lo que subyace a este cambio histórico en relación a lo que ha sido un aspecto esencial y consensuado de nuestra política exterior. Y es también el atlantismo el responsable de que Europa se esté enfangando en un conflicto armado, el de Ucrania, que no puede depararle sino una quiebra tanto de su seguridad como de su economía. Nos venden, para justificar la matanza, un cuento cada vez más difícil de digerir, a saber, que en el Este estamos ayudando a un país atacado y, a la vez, defendiendo los valores europeos. Y nos ocultan que esa apuesta belicista está llevando a nuestro declive en ese mundo multipolar que emerge con fuerza.

Lo llamativo de este asunto es que una parte nada desdeñable de la izquierda(me refiero a la izquierda del PSOE)ha comprado este relato. Así, oímos a sus más conspicuos dirigentes hablar del ‘derecho de Ucrania a defenderse’ y de la ‘agresividad del imperialismo ruso’, como los elementos que definen el conflicto y justificarían nuestra implicación en el mismo. Este discurso no sólo inhabilita a la izquierda para sostener sus históricas propuestas de paz y neutralidad, así como de rechazo a la política de bloques militares, sino que le hace difícil llevar a cabo una oposición efectiva a las consecuencias que en la política interna(inflación, subidas de tipos de interés, aumento del gasto militar a expensas del social, etc)trae una guerra a la que nuestros dirigentes insuflan oxígeno a través del envío masivo de armas y dinero a Ucrania. 

Ocurre que este país, Un Estado corrupto y fallido, aporta la carne de cañón de un proyecto diseñado hace décadas, incluso más de un siglo(como sostiene en un reciente artículo Juan Luis Cebrián), en virtud del cual EEUU tendría como objetivo estratégico hacerse con Eurasia en tanto que corazón del planeta. Para ello es perentorio debilitar a Rusia y a Alemania, impidiendo cualquier alianza estratégica entre ambas naciones. Así, tras la caída del muro de Berlín, se emprende una política de expansión hacia las mismas fronteras rusas, no muy lejos de las cuales se colocan armas nucleares capaces de llegar a Moscú en unos minutos. En este contexto, Kiev asume el papel, tras el golpe del Maidán de 2014, de eslabón de la cadena que cierra el cerco sobre Rusia, país al que se provoca mediante el ataque político, cultural y militar a ese 35% de la población ucraniana que siente y habla en ruso. Se rompen de este modo los acuerdos de Minsk, bajo la mirada aquiescente de Francia y Alemania, como han reconocido antiguos dirigentes de estos dos países. Las hostilidades, pues, se iniciaron mucho antes de la invasión rusa de 2022.

En esta política de control de Eurasia, el componente anglosajón de la OTAN no repara en medios, hasta el punto de hacer pedazos los gasoductos Nord Stream, que a través del Báltico afianzaban los vínculos entre Alemania y Rusia. En suma, en nombre de la democracia y de la soberanía de las naciones, Europa se ha deslizado por una peligrosa pendiente de vasallaje hacia Washington que la arrastra hacia la guerra, la quiebra de su propia seguridad, la matanza de cientos de miles de jóvenes ucranianos, la consolidación de sistemas autocráticos(Ucrania, Polonia, Hungría,…)y la desindustrialización. 

Lo sorprendente del momento presente es que, a pesar del que resulta evidente que esto no tiene solución militar(se lo han dicho los servicios de inteligencia y los militares a los dirigentes europeos), los Borrell y compañía, asumiendo que la UE se ha erigido en el brazo financiero y político de la OTAN, siguen alimentando la picadora de carne en que se ha convertido el campo de batalla y rechazan con desdén las propuestas de paz que se plantean desde diversos ámbitos y personalidades.

La izquierda, en mi opinión, debe de reconocer de una vez por todas que hay un elefante en la habitación, procediendo a denunciar las consecuencias de esta política militarista y poniendo sobre la mesa una alternativa de paz que es, a la vez, de progreso. joseharohernandez@gmail.com


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