Juanlu González •  Opinión •  25/08/2020

El Tribunal Especial para Líbano debería investigar a Israel por el asesinato de Hariri

El 18 de agosto de 2020, alrededor de 15 años después del asesinato de Rafiq Hariri —primer ministro de Líbano desde 1992 a 1998 y desde 2000 a 2004— se ha hecho pública la esperada sentencia sobre el caso, dictada por un Tribunal Especial de Naciones Unidas. En realidad, debería haberse presentado el día 7, pero se decidió retrasarla, oficialmente, por respeto a las víctimas de la explosión del puerto de Beirut del día 4.

Oficiosamente, el retraso se relaciona con ganar tiempo para seguir explotando la autoría de Hezbollah o de Siria con objeto de continuar debilitando a la Resistencia y vincularla con ambos y luctuosos casos. De hecho, al poco de suceder la detonación, muchos medios occidentales, entre ellos la prensa pública nacional, especularon con la posibilidad de que se tratara de un aviso de Hezbollah al gobierno, por si se atrevía a tomar medidas contra ellos al conocerse el veredicto del Tribunal Especial para el Líbano (TEL). Una solemne estupidez que demuestra hasta qué punto esperaban la implicación de Hezbollah y/o de Siria en el magnicidio y cómo se les ha fastidiado la estrategia iniciada en 2005.

Lo han intentado de todas las maneras posibles. Y durante cierto tiempo incluso les habían dado sus buenos frutos, como la expulsión de las tropas de estabilización y protección sirias que estaban presentes en Líbano, por llamado de la Liga Árabe, al culpar oficialmente del asesinato a Ghazi Kanaan, jefe de los servicios secretos sirios en Líbano. Claro que el juicio fue una farsa. EEUU e Israel consiguieron colocar al frente del Tribunal al juez alemán Detlev Mehlis, quien usó pruebas falsas y testigos amañados que quedaron, poco después, al descubierto y su veredicto desacreditado, aunque Siria salió finalmente de Líbano, dejándolo a merced de Israel y de sus líos confesionales internos, heredados del pernicioso colonialismo francés.

A Mehlis, tras su deshonrosa dimisión, lo sustituyó en el TEL otro sionista, Antonio Cassese, que se centró en acusar a Hezbollah cuando ya instrumentalizaron la rentable muerte de Hariri contra Siria. Usó para ello disparatadas informaciones que revelarían el supuesto dominio absoluto de Israel sobre la telefonía libanesa. Pero ante el muevo descrédito, el propio hijo de Hariri, Saad Hariri, primer ministro libanés, tuvo que suspender las actuaciones del Tribunal. El bloque donde se integraba Hezbollah pedía insistentemente investigar al anterior juez del TEL por su manipulación de pruebas y, para colmo de males, Nasrallah dio un golpe de efecto, demostrando en directo la implicación de Israel en el asesinato de Hariri, cuya población cayó en shock al demostrar las capacidades de Hezbollah en contrainteligencia. La Resistencia consiguió imágenes de los drones israelíes que vigilaban a Hariri, minutos antes del atentado, ante la mirada atónita de los incrédulos espectadores judíos, atados a la silla viendo y oyendo por televisión al líder de Hezbollah, cuyas citas suelen ser líderes de audiencia en el ente sionista.

Así que, a pesar de su sesgo, el Tribunal ha sido incapaz de mantener las acusaciones de sus antecesores. Ahora resta seguir buscando pruebas y nuevas líneas de investigación, como la protagonizada por Israel, o la que apunta a la CIA.


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